No hay un esperanto de la revuelta. No son los rebeldes los que deben aprender a hablar el anarquista, sino que son los anarquistas los que deben volverse políglotas.
Fuck off
Google!
Lo que se oculta,
con Google, bajo las apariencias de una inocente interfaz y de un motor de
búsqueda con una rara eficacia, es un proyecto explícitamente político. Una
empresa que cartografía el planeta Tierra, enviando equipos a cada una de las
calles de cada una de sus ciudades, no puede tener intenciones meramente
comerciales. Nunca se cartografía sino aquello que uno medita adueñarse. “Don’t
be evil!”: déjate llevar.
Resulta un poco
inquietante constatar que, bajo las tiendas de campaña que recubrían el
Zuccotti Park así como en las oficinas de los consultores de formación de
empresas —es decir, un poco más arriba en el cielo de Nueva York—, se piensa la
respuesta al desastre en los mismos términos: conexión, red, autoorganización.
Es la señal de que al mismo tiempo que se ponían en práctica las nuevas
tecnologías de comunicación que tejen ahora, no sólo su tela sobre la Tierra,
sino la textura misma del mundo en el que vivimos, una cierta manera de pensar
y de gobernar estaba ganando. Ahora bien, las bases de esta nueva ciencia de
gobierno fueron colocadas por aquellos mismos, ingenieros y científicos, que
inventaban los medios técnicos para su aplicación.
[...]
Oficialmente,
estamos todavía gobernados por el viejo paradigma occidental dualista en el que
está el sujeto y el mundo, el individuo y la sociedad, los hombres y las
máquinas, la mente y el cuerpo, lo viviente y lo inerte; son distinciones que el
sentido común mantiene todavía como válidas. En realidad, el capitalismo
cibernetizado practica una ontología, y por lo tanto una antropología, cuya
primicia está reserva a sus ejecutivos. El sujeto occidental racional,
consciente de sus intereses, que aspira al dominio del mundo y es de este modo
gobernable, deja lugar a la concepción cibernética de un ser sin interioridad,
de un selfless self, de un Yo sin Yo, emergente, climático, constituido por su
exterioridad, por sus relaciones. Un ser que, armado con su Apple Watch,
consigue aprehenderse integralmente a partir del exterior, a partir de las
estadísticas que cada una de sus conductas engendra.
Un Quantified Self
que bien querría controlar, medir y desesperadamente optimizar cada uno de sus
gestos, cada uno de sus efectos.
[...]
La relación del
hombre con el mundo, considerando que no depende de una adecuación natural, es
esencialmente artificial, técnica, por hablar griego. Cada mundo humano es una
cierta configuración de técnicas, de técnicas culinarias, arquitecturales,
musicales, espirituales, informáticas, agrícolas, eróticas, guerreras, etc. Y
bien es por esto que no hay ninguna esencia humana genérica: porque no hay más
que técnicas particulares, y porque cada técnica configura un mundo, materializando
así una cierta relación con éste, una cierta forma de vida. Así pues, uno no
“construye” una forma de vida; uno no hace más que incorporarse técnicas,
mediante el ejemplo, el ejercicio o el aprendizaje. Por eso también nuestro
mundo familiar nos aparece raramente como “técnico”: porque el conjunto de los
artificios que lo articulan forman ya parte de nosotros; son más bien aquellos
que no conocemos los que nos parecen con una extraña artificialidad. Por lo
anterior, el carácter técnico de nuestro mundo vivido sólo nos salta a la vista
en dos circunstancias: la invención y la “avería”.
[...]
Uno no puede reducir
las técnicas a un conjunto de instrumentos equivalentes que el Hombre, ese ser
genérico, se apropiaría indiferentemente. Cada herramienta configura y encarna
una relación determinada con el mundo y afecta a quien la emplea. Los mundos
así forjados no son equivalentes, no más que los humanos que los pueblan. Y así
como esos mundos no son equivalentes, no son jerarquizables. No existe nada que
permita establecer a unos como más “avanzados” que otros. Son simplemente
distintos, contando cada uno con su devenir propio, y con su propia historia.
Para jerarquizar los mundos hace falta introducir un criterio en ellos, un
criterio implícito que permita clasificar las diferentes técnicas. Ese
criterio, en el caso del progreso, es simplemente la productividad
cuantificable de las técnicas, tomada independientemente de todo lo que abarca
éticamente cada técnica, independientemente de lo que engendra como mundo
sensible. Por eso no hay otro progreso que el capitalista, y por eso el
capitalismo es el estrago continuo de los mundos. Así también, que las técnicas
produzcan mundos y formas de vida no quiere decir que la esencia del hombre sea
la producción, como creía Marx. Aquí tenemos lo que dejan escapar tecnófilos y
tecnófobos a la vez: la naturaleza ética de cada técnica. Hace falta agregar
algo más: la pesadilla de esta época no surge de que ella sería “la era de la
técnica”, sino la era de la tecnología. La tecnología no es la consumación de
las técnicas, sino por el contrario la expropiación hecha a los humanos de sus
diferentes técnicas constitutivas. La tecnología es la puesta en sistema de las
técnicas más eficaces, y consecuentemente el erosionamiento de los mundos y de
las relaciones con el mundo que cada una despliega. La tecno-logía es un
discurso sobre las técnicas que no cesa de realizarse. Así como la ideología de
la fiesta es la muerte de la fiesta real y la ideología del encuentro es la imposibilidad
misma del encuentro, así la tecnología es la neutralización de todas las
técnicas particulares. El capitalismo es en este sentido esencialmente
tecnológico; es la organización rentable, en un sistema, de las técnicas más productivas.
Su figura cardinal no es el economista, sino el ingeniero. El ingeniero es el
especialista y por lo tanto el expropiador jefe de las técnicas, el mismo que
no se deja afectar por ninguna de entre ellas, y propaga por todas partes su
propia ausencia de mundo. Es una figura triste y sierva. La solidaridad entre
capitalismo y socialismo se entabla en esto: en el culto al ingeniero. Son
ingenieros quienes han elaborado la mayoría de los modelos de la economía
neoclásica así como softwares contemporáneos de trading. Recordemos que el
título glorioso de Brézhnev fue el haber sido ingeniero en la industria
metalúrgica en Ucrania.
La figura del hacker
se opone punto por punto a la figura del ingeniero, sin importar cuáles sean
las tentativas artísticas, policiales o empresariales para neutralizarla. Donde
el ingeniero consigue capturar todo lo que funciona para que todo funcione
mejor, para ponerlo al servicio del sistema, el hacker se pregunta “¿cómo
funciona?” para encontrarle fallas, pero también para inventarle otros usos, para
experimentar. Experimentar significa entonces: vivir lo que implica éticamente
tal o cual técnica. El hacker consigue arrancar las técnicas al sistema
tecnológico para liberarlas de él. Si somos esclavos de la tecnología, es
precisamente porque hay todo un conjunto de artefactos de nuestra existencia
cotidiana que tenemos por específicamente “técnicos” y que consideramos
eternamente como simples cajas negras de las cuales seríamos sus inocentes
usuarios. El uso de computadoras para atacar la CIA demuestra de manera
suficiente que la cibernética es tan poco la ciencia de las computadoras como
la astronomía es la ciencia de los telescopios. Comprender cómo funciona
cualquiera de los aparatos que nos rodean conlleva a un incremento de potencia
inmediato, permitiéndonos actuar sobre aquello que por consiguiente no se nos
aparece ya como un medio ambiente, sino como un mundo agenciado de una cierta
manera y sobre el cual podemos intervenir. Tal es el punto de vista hacker
sobre el mundo.
[...]
En el medio hacker
existe una ilusión originaria según la cual se podría oponer la “libertad de la
información”, la “libertad del Internet” o la “libertad del individuo” a
aquellos que pretenden controlarlos. En esto se da un grave menosprecio. La
libertad y la vigilancia dependen del mismo paradigma de gobierno. La extensión
infinita de procedimientos de control es históricamente el corolario de una
forma de poder que se realiza a través de la libertad de los individuos. El
gobierno liberal no es el gobierno que se ejerce directamente sobre el cuerpo
de sus súbditos o espera de ellos una obediencia filial. Es un poder
completamente en retaguardia, que prefiere agenciar el espacio y reinar sobre
intereses, antes que sobre cuerpos. Un poder que vela, vigila y actúa mínimamente,
interviniendo únicamente en los puntos en los que el marco está amenazado,
sobre aquello que va demasiado lejos. Sólo se gobiernan sujetos libres, y
tomados en masa. La libertad individual no es algo que pueda blandirse contra
el gobierno, pues es precisamente el mecanismo sobre el cual éste se apoya, el
mecanismo que regula lo más finamente posible con el propósito de obtener, de
la agregación de todas esas libertades, el efecto de masas previsto.
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