Murray Bookchin |
MURRAY
BOOKCHIN Y LA ECOLOGÍA SOCIAL
Bookchin
es, incuestionablemente, uno de los grandes pensadores libertarios
contemporáneos. Su visión de la ecología social, que vincula estrechamente el
mundo social y político con la naturaleza, cuestionando las relaciones
jerárquicas al considerarlas como una grave amenaza para la dinámica
integración de la diversidad, merece ser tenida en cuenta ante los grandes
problemas que afronta la humanidad.
Murray
Bookchin nació en Nueva York en 1921 y estuvo vinculado desde muy joven a los
movimientos sociales y sindicales; desde un temprano marxismo acabó en un
socialismo libertario que hay que considerar simplemente como un tipo de
anarquismo.
En
los años 30 forma parte del movimiento comunista, pero pronto le decepcionará
su naturaleza autoritaria; aunque era demasiado joven para participar en la
Guerra Civil Española, se involucró en las ayudas al bando republicano en su
ciudad natal. Después de haber pasado por el movimiento trotskista, ya a
finales de la década de los 40 empieza a cuestionar la visión marxista del
papel hegemónico del proletariado en la
revolución. Se acercará inevitablemente al anarquismo al igual que muchos otro
exiliados en Nueva York con los que colaboró. La originalidad de Bookchin
estriba en haber prestado atención al medio ambiente y vincularlo estrechamente
con lo político; sus aportaciones le convierten en uno de los autores más
importante de la llamada ecología social.
En
1962, publica Our Synthetic Enviroment
donde realiza una fuerte denuncia de la crisis ambiental; una visión crítica
del fenómeno urbano aparece en su obra de 1965 Crisis in our Cities. En definitiva, Bookchin realiza una crítica
feroz sobre el capitalismo de su tiempo, y también sobre la izquierda
autoritaria. En su texto «Nosotros los verdes, nosotros los anarquistas»,
también de 1965, puede verse claramente su visión anarquista, ya que considera
que una sociedad libertaria es una premisa imprescindible para llevar a la
práctica los principios ecológicos. Por otra parte, su visión del urbanismo
triunfante, en el que se muestra a nivel territorial y social la jerarquización
y el control sobre las personas, le hará desarrollar su teoría del
municipalismo libertario, que se basa en formas horizontales de asamblearismo y
democracia directa. En otros escritos, Bookchin presentará también ideas muy
originales sobre el uso de las tecnologías, el poder y el pensamiento
revolucionario en general. Su obra ha sido traducida a multitud de idiomas
siendo un autor de gran influencia.
De
1982 es una de sus obras más importantes, La
ecología de la libertad, en la que se vincula estrechamente la explotación
del hombre sobre el hombre con la que éste realiza sobre la naturaleza. De ello
se deduce que la libertad y el igualitarismo social no tienen una única
dimensión y hay que abordarlos también desde la perspectiva ecológica. Puede
decirse que Bookchin recoge la línea libertaria inaugurada con Kropotkin al
observar que en la naturaleza predomina la cooperación y las formas de
comportamiento horizontal. Lo más interesante de este autor es tal vez la
vinculación de lo social y político con preocupaciones medioambientales, así
como con las relaciones jerarquizadas del poder, algo que le aleja de otras
visiones ecologistas que se dicen radicales y que se quedan en aspectos más
individualistas.
La
ecología social de Bookchin renuncia a toda expoliación de los recursos
naturales y cuestiona el dogma de que el ser humano debe dominar la naturaleza.
Se demanda la comprensión del papel que debe tener la humanidad dentro del
mundo natural y, en concreto, el carácter, la forma y la estructura de las
relaciones del hombre con el resto de especies y con los substratos inorgánicos
del entorno biológico. No se realiza de esta manera una división entre la
humanidad y el mundo natural, ya que puede observarse que ello ha conducido a
un enorme desequilibrio. El hombre ha evolucionado hasta desarrollar un mundo
social propio que interactúa de forma recíproca con la naturaleza mediante
fases transformadores muy complejas; desde este punto de vista, es tan
importante hablar de ecología social como de ecología natural. Cuando Bookchin
habla de una relación holística no se está refiriendo a la detestable
connotación mística que tantas veces se le da al término, sino a esa
interdependencia mutua entra una comunidad social y el mundo natural con el fin
de descubrir la formas y modelos de interrelación de aquella. Tampoco posee
esta autor ninguna visión teleológica, de búsqueda una finalidad en la historia
de la humanidad, ya que afirma de veras la capacidad de la voluntad humana para
conducir el curso de los acontecimientos sociales. Su visión ecológica social
se basa en una dinámica unidad de las diversidades, para nada simple y
homogénea, sino compleja y variada; la integridad de un ecosistema, al igual
que la de la comunidad libertaria, no depende de la uniformidad, sino de la
diversidad.
El
papel emancipador de la ecología social queda de manifiesto en su propuesta
desafiante ante toda jerarquía convencional. De nuevo podemos ver en Bookchin
la herencia libertaria cuando observa a cada especie como parte de una red en
interdependencia con el resto; se descubren aquí los estudios que revelan el
mutualismo simbiótico como uno de los grandes factores protectores de la
estabilidad ecológica y la evolución orgánica. Hay que hablar, en el mundo
natural y en el social, de una estabilidad dinámica basada en un todo integrado
que niega toda relación jerárquica. Es más, se considera que la jerarquización
es una amenaza para la existencia de la vida social y se denuncia igualmente
cuando agrede la integridad de la naturaleza orgánica. En el terreno político,
incluso el término democracia ha sido “desnaturalizado” hasta conseguir
desplazar su verdadera condición participativa y sustituirla por la
representativa; si en los orígenes, la democracia significaba el autogobierno
por parte del pueblo, con el tiempo acabó convertida en la elección de una
élite para que ejerza la función gubernamental. Estos planteamientos de
Bookchin, realizados décadas atrás, son de total actualidad; la crisis de todo
tipo invade la civilización y es necesario emplear la imaginación para seguir
prestando atención al pensamiento utópico y cuestionar los dogmas
convencionales.
Capi
Vidal
Octubre de 2013
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