Cuando
desaparece la distinción entre normalidad y excepción, todos vivimos bajo
sospecha. La vigilancia ordena el mundo con un ojo para el que cualquier gesto
es potencialmente delictivo o peligroso. Los datos de la vida privada y de la
vida pública se mezclan en un registro exhaustivo de nuestros movimientos con
el que se debe evaluar el nivel de amenaza que cada uno de nosotros representa
para el correcto funcionamiento del sistema. Desde la tarjeta de cliente del supermercado
hasta los datos biométricos de los nuevos pasaportes, desde las normativas
cívicas que organizan cómo comemos, nos sentamos y nos desplazamos en la calle,
hasta las cámaras omnividentes de Google Earth, en todo momento estamos siendo
vigilados con nuestro consentimiento.
El mundo
global se ha convertido en una sociedad de la sospecha basada en una
confiscación consentida de la libertad. ¿Cómo ha sido tan fácil nuestro
consentimiento y nuestra colaboración en la instauración de este nuevo régimen
de dominio exhaustivo sobre nuestras vidas? ¿Cómo se explica que genere tan
poca resistencia? El miedo ha entrado en nuestras vidas occidentales de la mano
del terrorismo, la inmigración ilegal y la precarización económica. En las
últimas décadas no hemos vivido grandes guerras dentro de nuestras fronteras y
sin embargo nos sentimos amenazados. Esto podría explicar la facilidad con la
que el poder despliega sus tentáculos y se hace dueño de nuestros datos y
nuestros comportamientos. Pero explicar la intensidad de la vigilancia actual
solamente a través de la gestión del miedo tras el 11-S sería insuficiente.
Armand Mattelart da un paso más en este libro: inscribe la realidad de la
vigilancia mundial actual en la historia de los lenguajes, los saberes y las
instituciones que desde finales del siglo XIX hasta hoy han establecido y
garantizado el orden de las sociedades modernas. Con este trabajo, el abstracto
debate entre seguridad y libertad toma cuerpo en una historia paradójica y
compleja en la que vemos cómo democracia y vigilancia, liberalismo y seguridad
nacional, comunicación y control se entrelazan y se empujan entre sí hacia la
conformación de un mundo al que difícilmente podemos llamar «libre». El mundo
vigilado que habitamos no nació el 11 de septiembre de 2001 ni es el resultado
de una deriva fascista de determinados gobiernos. Es hijo de una larga historia
científica, policial, económica y geopolítica de la que los países llamados
democráticos son los principales artífices.
Todos los
libros de Armand Mattelart son piedras arrojadizas contra la dictadura del
tiempo corto que nos impide pensar y cuestionar la realidad en la que vivimos.
El tiempo corto se impone a través de diversas estrategias discursivas que
acaban conformando una modernidad amnésica y carente de proyecto emancipatorio.
Mattelart tiene la virtud de luchar, con su escritura y sus investigaciones,
contra esta amnesia y por la búsqueda de nuevas propuestas emancipatorias.
Armand Mattelart no es gurú de la comunicación. A pesar de trabajar en este
campo tan abonado para las recetas fáciles, es un intelectual comprometido que
no se ha dejado engañar nunca por las palabras altisonantes ni por las promesas
encantadoras. Él mismo no promete nada. Hace una labor seria de crítica de las
palabras, especialmente de aquellas que «pretendidamente apátridas, no dejan de
introducirse subrepticiamente en el lenguaje común y enmarcar las
representaciones colectivas» (Historia de
la sociedad de la información, Paidós, Barcelona, 2002, p. 178).
Comunicación, globalización, redes, sociedad de la información, guerra global
contra el terrorismo..., son términos que a través de las ciencias sociales y
de los medios de comunicación se nos sirven como el signo de la evidente
necesidad de lo que es y, sobre todo, de lo que supuestamente tiene que
ocurrir. En este mundo vigilado, Armand Mattelart nos lanza una llamada a ser
más vigilantes, a constituirnos en agentes de una contravigilancia de las
palabras con las que nos inscribimos en el mundo y nos sometemos a su realidad
incuestionable. Es lo que él mismo aporta en unos libros en los que trabaja a
partir de genealogías y de contextualizaciones. No son trabajos de historia en
un sentido inocente. Son verdaderas intervenciones que retoman el poder que, de
Nietzsche a Foucault, debe brindarnos la genealogía: el de cuestionar nuestra
normalidad y poder preguntarnos ¿cómo hemos llegado a ser lo que somos? ¿Y cómo
dejar de serlo? Con estas preguntas la historia se convierte en la pregunta por
la relación de fuerzas que explica nuestra situación actual y abre perspectivas
de resistencia a ellas.
Después de
diversos libros sobre la comunicación y la información, que fueron sus campos
de trabajo como docente durante más de treinta años en Vincennes-Saint Denis
(París VII), Armand Mattelart aborda en esta ocasión la historia en la que se
enmarcan y toman todo su sentido las medidas de excepción que ha impuesto la
hoy llamada «guerra global contra el terrorismo». No se trata de un cambio de
tema, como se podría suponer. Lo interesante de su perspectiva es que anuda
perfectamente la evolución de la primera globalización, la globalización
neoliberal que prometía una sociedad de la información libre gracias a la mano
del mercado global, con la deriva securitaria de los últimos tiempos. La
sociedad del control y de la sospecha es la otra cara de la sociedad de la
información, la lógica policial securitaria se da perfectamente la mano con el
paradigma gerencial del nuevo capitalismo. De la misma manera, los proyectos
militaristas nuevamente basados en la doctrina de la seguridad nacional son una
expresión más de la violencia del liberalismo económico.
Armand Mattelart desgrana las lógicas de esta relación a través de tres
momentos: en primer lugar, de finales del siglo xix
al nazismo, parte del concepto fundamental de sociedad disciplinaria para
mostrar la relación entre gestionar y disciplinar a través del estudio de la
delincuencia como laboratorio político. Del nacimiento de ciencias como la
frenología, la antropometría o el invento de la huella digital hasta la
experimentación con la propaganda como «ingeniería del asentimiento», Mattelart
traza un primer recorrido que va de la gestión del individuo criminal a la
movilización total de la sociedad. En una segunda parte presenta el mundo de la
guerra fría y de las luchas postcoloniales para mostrar las devastadoras
consecuencias de la hegemonización y la pacificación como doctrinas de la
seguridad nacional. Vemos, en esta parte, cómo la seguridad nacional es una
noción de «mágica fuerza invocatoria» que bloquea cualquier actitud crítica. En
dirección ya hacia la guerra global de nuestros días, en este segundo periodo
el enemigo se globaliza y el poder se internacionaliza. Sus acciones bélicas y
policiales dejan de establecerse únicamente entre naciones para perfilarse lo
que será la detección de «situaciones insurreccionales», especialmente en la
periferia, y la intervención en territorios ajenos entendida como «acción
cívica». En este contexto, Mattelart pone especial énfasis en el caso
latinoamericano y en Chile, más concretamente, ya que tuvo experiencia directa
del golpe contra Allende, de cuyo Gobierno él fue asesor en los años setenta
para temas de comunicación. La intervención norteamericana en Chile les costó a
Armand y Michèle Mattelart el exilio de Chile, donde hacía años se habían
establecido, y un difícil retorno a Francia.
En su última parte el libro se centra en el análisis del nuevo orden interior
desde los años sesenta, a partir de la dinámica «securizar/insecurizar» que
caracteriza a nuestra sociedad de la sospecha. Es aquí donde se trenzan los
grandes temas de Mattelart: la relación entre la información y el poder, la
comunicación y el control, el paradigma gerencial y la sociedad policial.
Mattelart nos lleva de Estados Unidos a la Unión Europea y no se escuda en sus
evidentes diferencias para mostrar, en definitiva, que el soft power de la globalización no tiene
nada de suave. La cultura de la seguridad instaura un régimen que no sólo
controla en un sentido inmaterial, como podía entenderse aún en el famoso
escrito de Gilles Deleuze sobre la sociedad de control en los años noventa,
sino que reparte muerte entre todos aquellos que no respetan sus códigos. El
inmigrante ilegal, con su cuerpo expuesto a la violencia mortífera de las
fronteras, de la separación entre ricos y pobres, es la contrafigura de la
aclamada sociedad de la información y sus veloces autopistas globales.
Armand Mattelart anuncia, al final de libro, «nuevos vientos rebeldes», y para ellos
escribe. Por eso, una vez más en su larga trayectoria, su escritura debe ser
recibida con agradecimiento.
Marina Garcés
Un mundo vigilado
Armand Mattelart
Paidós, Barcelona, 2009
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