lunes, 30 de julio de 2012

«UN MUNDO VIGILADO» DE ARMAND MATTELART




Cuando desaparece la distinción entre normalidad y excepción, todos vivimos bajo sospecha. La vigilancia ordena el mundo con un ojo para el que cualquier gesto es potencialmente delictivo o peligroso. Los datos de la vida privada y de la vida pública se mezclan en un registro exhaustivo de nuestros movimientos con el que se debe evaluar el nivel de amenaza que cada uno de nosotros representa para el correcto funcionamiento del sistema. Desde la tarjeta de cliente del supermercado hasta los datos biométricos de los nuevos pasaportes, desde las normativas cívicas que organizan cómo comemos, nos sentamos y nos desplazamos en la calle, hasta las cámaras omnividentes de Google Earth, en todo momento estamos siendo vigilados con nuestro consentimiento.

El mundo global se ha convertido en una sociedad de la sospecha basada en una confiscación consentida de la libertad. ¿Cómo ha sido tan fácil nuestro consentimiento y nuestra colaboración en la instauración de este nuevo régimen de dominio exhaustivo sobre nuestras vidas? ¿Cómo se explica que genere tan poca resistencia? El miedo ha entrado en nuestras vidas occidentales de la mano del terrorismo, la inmigración ilegal y la precarización económica. En las últimas décadas no hemos vivido grandes guerras dentro de nuestras fronteras y sin embargo nos sentimos amenazados. Esto podría explicar la facilidad con la que el poder despliega sus tentáculos y se hace dueño de nuestros datos y nuestros comportamientos. Pero explicar la intensidad de la vigilancia actual solamente a través de la gestión del miedo tras el 11-S sería insuficiente. Armand Mattelart da un paso más en este libro: inscribe la realidad de la vigilancia mundial actual en la historia de los lenguajes, los saberes y las instituciones que desde finales del siglo XIX hasta hoy han establecido y garantizado el orden de las sociedades modernas. Con este trabajo, el abstracto debate entre seguridad y libertad toma cuerpo en una historia paradójica y compleja en la que vemos cómo democracia y vigilancia, liberalismo y seguridad nacional, comunicación y control se entrelazan y se empujan entre sí hacia la conformación de un mundo al que difícilmente podemos llamar «libre». El mundo vigilado que habitamos no nació el 11 de septiembre de 2001 ni es el resultado de una deriva fascista de determinados gobiernos. Es hijo de una larga historia científica, policial, económica y geopolítica de la que los países llamados democráticos son los principales artífices.

Todos los libros de Armand Mattelart son piedras arrojadizas contra la dictadura del tiempo corto que nos impide pensar y cuestionar la realidad en la que vivimos. El tiempo corto se impone a través de diversas estrategias discursivas que acaban conformando una modernidad amnésica y carente de proyecto emancipatorio. Mattelart tiene la virtud de luchar, con su escritura y sus investigaciones, contra esta amnesia y por la búsqueda de nuevas propuestas emancipatorias. Armand Mattelart no es gurú de la comunicación. A pesar de trabajar en este campo tan abonado para las recetas fáciles, es un intelectual comprometido que no se ha dejado engañar nunca por las palabras altisonantes ni por las promesas encantadoras. Él mismo no promete nada. Hace una labor seria de crítica de las palabras, especialmente de aquellas que «pretendidamente apátridas, no dejan de introducirse subrepticiamente en el lenguaje común y enmarcar las representaciones colectivas» (Historia de la sociedad de la información, Paidós, Barcelona, 2002, p. 178). Comunicación, globalización, redes, sociedad de la información, guerra global contra el terrorismo..., son términos que a través de las ciencias sociales y de los medios de comunicación se nos sirven como el signo de la evidente necesidad de lo que es y, sobre todo, de lo que supuestamente tiene que ocurrir. En este mundo vigilado, Armand Mattelart nos lanza una llamada a ser más vigilantes, a constituirnos en agentes de una contravigilancia de las palabras con las que nos inscribimos en el mundo y nos sometemos a su realidad incuestionable. Es lo que él mismo aporta en unos libros en los que trabaja a partir de genealogías y de contextualizaciones. No son trabajos de historia en un sentido inocente. Son verdaderas intervenciones que retoman el poder que, de Nietzsche a Foucault, debe brindarnos la genealogía: el de cuestionar nuestra normalidad y poder preguntarnos ¿cómo hemos llegado a ser lo que somos? ¿Y cómo dejar de serlo? Con estas preguntas la historia se convierte en la pregunta por la relación de fuerzas que explica nuestra situación actual y abre perspectivas de resistencia a ellas.

Después de diversos libros sobre la comunicación y la información, que fueron sus campos de trabajo como docente durante más de treinta años en Vincennes-Saint Denis (París VII), Armand Mattelart aborda en esta ocasión la historia en la que se enmarcan y toman todo su sentido las medidas de excepción que ha impuesto la hoy llamada «guerra global contra el terrorismo». No se trata de un cambio de tema, como se podría suponer. Lo interesante de su perspectiva es que anuda perfectamente la evolución de la primera globalización, la globalización neoliberal que prometía una sociedad de la información libre gracias a la mano del mercado global, con la deriva securitaria de los últimos tiempos. La sociedad del control y de la sospecha es la otra cara de la sociedad de la información, la lógica policial securitaria se da perfectamente la mano con el paradigma gerencial del nuevo capitalismo. De la misma manera, los proyectos militaristas nuevamente basados en la doctrina de la seguridad nacional son una expresión más de la violencia del liberalismo económico.

Armand Mattelart desgrana las lógicas de esta relación a través de tres momentos: en primer lugar, de finales del siglo xix al nazismo, parte del concepto fundamental de sociedad disciplinaria para mostrar la relación entre gestionar y disciplinar a través del estudio de la delincuencia como laboratorio político. Del nacimiento de ciencias como la frenología, la antropometría o el invento de la huella digital hasta la experimentación con la propaganda como «ingeniería del asentimiento», Mattelart traza un primer recorrido que va de la gestión del individuo criminal a la movilización total de la sociedad. En una segunda parte presenta el mundo de la guerra fría y de las luchas postcoloniales para mostrar las devastadoras consecuencias de la hegemonización y la pacificación como doctrinas de la seguridad nacional. Vemos, en esta parte, cómo la seguridad nacional es una noción de «mágica fuerza invocatoria» que bloquea cualquier actitud crítica. En dirección ya hacia la guerra global de nuestros días, en este segundo periodo el enemigo se globaliza y el poder se internacionaliza. Sus acciones bélicas y policiales dejan de establecerse únicamente entre naciones para perfilarse lo que será la detección de «situaciones insurreccionales», especialmente en la periferia, y la intervención en territorios ajenos entendida como «acción cívica». En este contexto, Mattelart pone especial énfasis en el caso latinoamericano y en Chile, más concretamente, ya que tuvo experiencia directa del golpe contra Allende, de cuyo Gobierno él fue asesor en los años setenta para temas de comunicación. La intervención norteamericana en Chile les costó a Armand y Michèle Mattelart el exilio de Chile, donde hacía años se habían establecido, y un difícil retorno a Francia.

En su última parte el libro se centra en el análisis del nuevo orden interior desde los años sesenta, a partir de la dinámica «securizar/insecurizar» que caracteriza a nuestra sociedad de la sospecha. Es aquí donde se trenzan los grandes temas de Mattelart: la relación entre la información y el poder, la comunicación y el control, el paradigma gerencial y la sociedad policial. Mattelart nos lleva de Estados Unidos a la Unión Europea y no se escuda en sus evidentes diferencias para mostrar, en definitiva, que el soft power de la globalización no tiene nada de suave. La cultura de la seguridad instaura un régimen que no sólo controla en un sentido inmaterial, como podía entenderse aún en el famoso escrito de Gilles Deleuze sobre la sociedad de control en los años noventa, sino que reparte muerte entre todos aquellos que no respetan sus códigos. El inmigrante ilegal, con su cuerpo expuesto a la violencia mortífera de las fronteras, de la separación entre ricos y pobres, es la contrafigura de la aclamada sociedad de la información y sus veloces autopistas globales.

Armand Mattelart anuncia, al final de libro, «nuevos vientos rebeldes», y para ellos escribe. Por eso, una vez más en su larga trayectoria, su escritura debe ser recibida con agradecimiento.

Marina Garcés

Un mundo vigilado
Armand Mattelart
Paidós, Barcelona, 2009







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