SEIS TESIS SOBRE MUNICIPALISMO
LIBERTARIO
Murray Bookchin
Tesis I
Históricamente, la teoría y la
práctica social radical se han centrado sobre las dos zonas de la actividad
social humana: el lugar de trabajo y la comunidad. A partir de la creación de
la nación-estado y de la Revolución Industrial, la economía ha ido adquiriendo
una posición predominante sobre la comunidad —no sólo en la ideología
capitalista, sino también en los diferentes socialismos, libertarios y
autoritarios, que han ido apareciendo en el último siglo. Este cambio de
posición del socialismo desde una postura ética a una económica es un problema
de enormes proporciones que ha tenido amplia discusión. Lo que es más
importante dentro de este punto son los socialismos en sí, con sus preocupantes
atributos burgueses, extrañamente adquiridos, un desarrollo principalmente
revelado por la visión marxista de llegar a la emancipación humana a través del
dominio de la naturaleza, un proyecto histórico que presumiblemente establece
la «dominación del hombre por el hombre»; es el razonamiento marxista y burgués
del nacimiento de una sociedad de clase como «precondición» a la emancipación
humana.
Desafortunadamente el ala libertaria del socialismo —los anarquistas— no han avanzado consistentemente en la prevalencia de lo moralista sobre lo
económico. Aunque quizás lo han desarrollado a partir del nacimiento del
sistema fabril, locus classicus de
explotación capitalista, y del nacimiento del proletariado industrial como
«portador» de la nueva sociedad. Con todo su fervor moral, la adaptación
sindical a la sociedad industrial y la imagen del sindicalismo libertario como
infraestructura del mundo liberado, supuso un cambio apreciable en el énfasis
intencional desde el comunitarismo hacia el industrialismo; de valores
comunales a valores fabriles [1].
Algunos trabajos que han adquirido santidad
doxográfica [NdT] dentro del sindicalismo, han servido para enaltecer el significado
de la fábrica y, de forma más general, el lugar de trabajo dentro de la teoría
radical, y eso por no hablar del papel mesiánico del «proletariado». Los
límites de este análisis no necesitan ser igualmente analizados en este
artículo. En forma superficial, me parece que están justificados con los hechos
acaecidos en la época de la Primera Guerra Mundial y los años 30.
Hoy día la
situación es distinta, y el hecho de que podamos criticarlos con la
sofisticación que nos da la perspectiva de décadas, no nos da derecho a
patrocinar el descrédito del socialismo proletario por su falta de visión futura.
Sin embargo debe hacerse la matización: la fábrica y, con la historia, el lugar
de trabajo, ha sido el lugar principal no sólo de explotación, sino también de
jerarquías, a esto hay que añadir la familia patriarcal. La fábrica no ha
servido precisamente para «disciplinar», «unir» y «organizar» al proletariado
capacitándolo para el cambio revolucionario, sino para esclavizarle en los
hábitos de la subordinación, la obediencia y la penosa robotización
descerebrada. El proletariado, al igual que todos los sectores oprimidos de la
sociedad, vuelve a la vida cuando se despoja de sus hábitos industriales y
entra en la actividad libre y espontánea de comunizar —esto es, el proceso
vital que da significado a la palabra «comunidad». Entonces los trabajadores se
despojan de su naturaleza estricta de clase, que no es sino la contrapartida
del status de burguesía, y se revela su naturaleza humana. La idea anárquica de
comunidades descentralizadas, colectivamente gestionadas, estatales, y con una
democracia directa y la idea de la confederación de municipalidades o
«comunas», habla por sí sola, así como en una formulación más expresa a través
de los trabajos de Proudhon y Kropotkin, expresando el papel transformador del
municipalismo libertario como una columna vertebral de una sociedad liberadora,
enraizada en el principio ético antijerárquico de unidad de la diversidad,
autoformación y autogestión, complementariedad y apoyo mutuo.
_
[1] Como ejemplo
particularmente deprimente, sólo hay que leer El organismo económico de la
Revolución (Barcelona, 1936), de Diego Abad de Santillán, pues dicho trabajo influencia enormemente a la CNT-FAI.
[NdT] Doxografico es todo saber o conocimiento referido completamente al margen de su valor crítico en el espacio contemporáneo del
intérprete.
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