Nosotros los verdes,
nosotros los anarquistas
nosotros los anarquistas
Hoy
en día nuestra relación con el mundo natural está atravesando una fase crítica
que no tiene precedente en la historia de la especie humana. Recientes estudios
sobre el Efecto Invernadero realizados en los Estados Unidos, demuestran que
tenemos que encontrar desde ahora la manera de hacer disminuir el porcentaje de
monóxido de carbono presente en la atmósfera en la cual vivimos. En caso
contrario, no solamente se presentarán graves mutaciones químicas, sino que la
misma sobrevivencia de la especie humana estará en grave peligro.
No
se trata nada más de un problema de contaminación por los venenos con los
cuales nos alimentamos. La alteración de los grandes ciclos geoquímicos podría
poner fin a la vida humana sobre este planeta. Por mi parte estoy consciente de
la necesidad de reaccionar inmediatamente para contrarrestar los procesos que
están dañando la tierra. Soy totalmente solidario de muchos de los grupos
ambientalistas, y en los últimos 30 años he estado involucrado cotidianamente
en actividades para la defensa del ambiente: contra las centrales nucleares,
contra la construcción de nuevas carreteras, contra la destrucción del suelo y
el uso incontrolado de pesticidas y de biocidas, y por la promoción del
reciclaje y de un crecimiento cualitativo y no sólo cuantitativo.
Estos
problemas ambientales me han preocupado por años y por décadas, tanto como hoy
en día me siguen preocupando. Estoy de acuerdo con ustedes sobre la necesidad
de bloquear los reactores nucleares y de poner fin a la contaminación de la
atmósfera, de las tierras agrícolas, de los cultivos, o sea de liberarnos de
los venenos que se están difundiendo sobre todo el planeta y que ponen en
peligro a nuestra especie y a toda la vida. Comparto con ustedes todo esto,
pero me gustaría que fuéramos un poquito más allá con nuestros planteamientos.
De
hecho pienso que es esencial el empujar siempre más allá de nuestro
cuestionamiento, porque no podemos seguir poniendo más parches aquí y allá que
no resuelvan los verdaderos problemas. Posiblemente logremos un día hacer
cerrar una fábrica que inquina la atmósfera. Pero al final, ¿qué logramos?: una
nueva central nuclear. Vivimos en un mundo basado en el intercambio de
contrapartidas, y nos seguimos comportando de acuerdo a esas leyes.
Definitivamente, pasando de un mal mayor a un mal menor y de un mal a otro mal,
seguimos empeorando la situación general. No se trata sólo de una cuestión de
plantas para la producción de energía, por más importantes que éstas sean; ni
tampoco el problema de los gases contaminantes; tampoco el problema está en los
daños que causamos a la agricultura, o el congestionamiento y la contaminación
de los centros urbanos.
El
problema es otro más grave: estamos simplificando el planeta. Estamos
disolviendo los ecosistemas que se formaron en millares de años. Estamos
destruyendo las cadenas alimenticias. Estamos rompiendo las ligas naturales y
llevando al reloj evolutivo a un atraso de millones de años en el tiempo. a
las épocas en las que el mundo era mucho más simple y no se encontraba en la
posibilidad de sostener la vida humana.
Una
visión del mundo más coherente
No
se trata nada más de tecnología, aún si el control tecnológico es muy
importante. Es claro que necesitamos una tecnología nueva. Necesitamos una
tecnología basada en la energía solar y en la eólica, y necesitamos nuevas
formas de agricultura. Sobre esto, no hay dudas, estamos todos de acuerdo. Pero
existen problemas de fondo mucho más graves que aquellos creados por la
tecnología y el desarrollo moderno. Tenemos que buscarlos en las raíces mismas
del desarrollo. Y primero que nada tenemos que buscarlos en los orígenes de una
economía basada sobre el concepto de crecimiento: la economía de mercado; una
economía que promueve la competencia y no la colaboración, que se basa en la
explotación y no en el vivir en armonía. Y cuando digo vivir en armonía
entiendo no solamente el hacerlo con la naturaleza, sino entre la misma gente.
Tenemos
que empujar hacia la construcción de una sociedad ecológica que cambie
completamente, que transforme radicalmente nuestras relaciones básicas.
Mientras que vivamos en una sociedad que marcha hacia la conquista, al poder,
fundada en la jerarquía y en la dominación, no haremos nada más que empeorar el
problema ecológico, independientemente de las concesiones y pequeñas victorias
que logremos ganar. Por ejemplo, en California, nos han donado algunas
hectáreas de árboles, y luego han talado bosques completos. En Europa están
haciendo la misma cosa.
Prometen
acabar con las lluvias ácidas, y las lluvias ácidas siguen cayendo. Deciden
poner en el mercado alimentos naturales, no contaminados por los pesticidas, y
efectivamente el porcentaje de veneno disminuye, pero lo poco que queda está
constituido por los venenos más peligrosos para el organismo.
Nuestro
problema no es solamente de mejorar el ambiente, o de parar las centrales
nucleares, de bloquear la construcción de nuevas carreteras, o la construcción,
expansión y sobrepoblación en las ciudades, la contaminación del aire, del agua
y de los alimentos. La cuestión que tenemos que enfrentar es mucho más
profunda.
Tenemos
que llegar a una visión del mundo mucho más coherente. No tenemos que ponernos
a proteger los pájaros olvidándonos de las centrales nucleares, y tampoco
luchar contra las centrales nucleares olvidándonos de los pájaros y de la
agricultura. Tenemos que llegar a comprender los mecanismos sociales y hacerlo
de una manera coherente.
Tenemos
que enfocarlos en una visión coherente, una lógica que prevé a largo plazo una
transformación radical de la sociedad y de nuestra misma sensibilidad. Hasta
que esta transformación radical no empiece, lograremos cosas pequeñas, de poca
importancia. Venceremos algunas batallas pero perderemos la guerra, mejoraremos
algo, pero no obtendremos ninguna victoria. Hoy en día vivimos el momento
culminante de una crisis ambiental que amenaza nuestra misma sobrevivencia,
tenemos que avanzar hacia una transformación radical, basada en una visión
coherente que englobe todos los problemas. Las causas de la crisis tienen que
aparecer claras y lógicas de manera que todos —nosotros incluidos— las
podamos entender. En otras palabras, todos los problemas ecológicos y
ambientales son problemas sociales, que tienen que ver fundamentalmente con una
mentalidad y un sistema de relaciones sociales basadas en la dominación y en
las jerarquías. Estos son los problemas que nos ofrece hoy en día la gran
difusión de la cultura tecnológica.
Ningún
regalo de parte del Estado
¡Qué
tienen que hacer entonces los Verdes? Primero que todo tenemos que
clarificarnos las ideas. Tenemos que evidenciar las relaciones existentes entre
los problemas ecológicos y los problemas sociales.
Tenemos
que demostrar que una sociedad basada en la economía de mercado, en la
explotación de la naturaleza y en la competencia acabará por destruir al
planeta. Tenemos que hacer lo posible para que la gente entienda que si
queremos resolver de una vez por todas nuestros problemas con la naturaleza,
tenemos que preocuparnos de las relaciones sociales. La gente tiene que
entender que todo tiene que unificarse en una visión del mundo coherente, en
una visión basada en un análisis, en una crítica, y en soluciones de nivel
político, personal e histórico.
Esto
significa, dar otra vez la fuerza al pueblo. Tenemos que crear una cultura
política con una visión libertaria y no limitarnos a un proyecto, que el Estado
ejecuta. Tenemos que crear una literatura política, una cultura política que
lleve a la gente a participar, liberándose, autónomamente, de este tipo de
economía, de sociedad y de sensibilidad.
En
el movimiento feminista, se empieza a discutir el tema de la dominación del
hombre sobre la mujer empezando por la misma estructura de la familia. En los
movimientos comunitarios, se habla de necesidades a escala humana y de dar
fuerza a los barrios, a las comunidades, a las regiones.
Estos
son los argumentos más importantes que se discuten en los Estados Unidos. En
relación con la tecnología, no tenemos que preocuparnos solamente con que ésta
sea más eficiente y renovable, tenemos que inventar una tecnología creativa,
que no sólo lleva consigo un trabajo más creativo, sino que contribuya a
mejorar el mundo natural al mismo tiempo que mejora el modo y la calidad de
nuestras vidas.
Pero
todo esto no nos llegará desde arriba. No puede ser un regalo que el Estado nos
haga. No puede traducirse en una ley salpicada por un Parlamento. Tiene que ser
el fruto de una cultura popular, de una cultura política y ecológica difundida
por el pueblo. Entonces no tendremos mas que elaborar estrategias para cambiar
la sociedad, usando las varias organizaciones existentes. Tenemos que elaborar
estrategias libertarias que conduzcan al pueblo, a la gente, a participar en el
proceso de transformación social, porque si no es la gente la que quiere
cambiar la sociedad, entonces no se efectuará en ella ningún cambio real ni
radical.
Cuando
hablamos de Ecología, hablamos de participación en el mundo natural. Decimos
que nosotros, como seres humanos, compartimos la esfera de la vida juntos, con
todos los demás seres vivos, y con ello buscamos aplicar un sistema de
relaciones que nos haga partícipes del ecosistema.
Pero
yo les pregunto, queridos amigos, si queremos ser Verdes, si queremos
reverdecer al planeta:
¿Cómo
podemos hacerlo sin reverdecer a la sociedad misma? Y si queremos reverdecer a
la sociedad: ¡Cómo podemos pensar en una participación del mundo natural que no
tome en consideración la participación popular en la vida social? Si nada más
queremos conquistar el poder para cambiar a la sociedad, les garantizo que
vamos a perder. Y no solamente porque algunos de nosotros, con toda la buena fe
del mundo, acabaríamos con ser condicionados por el poder, emotiva y
psicológicamente. Esto ya les pasó a algunos de mis mejores amigos entre los
Verdes Alemanes, que con buenas intenciones y con buena fe se encontraron en el
Parlamento buscando hacer coaliciones, hacer alianzas, y usar el poder desde
arriba. De alguna manera ellos también se volvieron líderes espirituales
aspirantes al poder. Ahora razonan en términos de males menores, de un mal siempre menor que, al final, los llevará al peor de todos los males. Esto es
lo que la historia nos ha enseñado siempre.
Verde
profundo
Ya
es tiempo que nosotros los Verdes propongamos una visión libertaria, una visión
anarquista que lleve a la gente hacia un movimiento Verde, que pueda ser un
movimiento Verde en el sentido más profundo del término. Un movimiento Verde en
el cual no nos limitemos a llevar adelante un proyecto coherente y que unifique
todos los problemas en un programa y análisis comunes, sino en un movimiento en
el cual la gente sea la primera protagonista de su historia. Tenemos que apoyar
la creación de una sociedad libertaria: ecolibertaria. Esto es lo que nos
enseñaron las experiencias alemanas y de los Estados Unidos, algunos
movimientos han buscado perseguir objetivos Verdes actuando desde arriba a
través de las leyes, y siempre han tenido que ceder. abandonar una posición
detrás de otra.
Con
esto no quiero decir que no tenemos que empeñarnos en llevar a cabo cambios que
puedan atrasar o bloquear la disgregación de la sociedad actual y del mundo
natural. Ya sé que no tenemos mucho tiempo a nuestra disposición. Los problemas
son reales e involucran también a las dos generaciones siguientes, y quizás ni
siquiera las dos próximas generaciones sean decisivas por lo que respecta a la
sobrevivencia de nuestra especie y la conservación de nuestro habitat y de
nuestro planeta. De todas formas, si no podemos dar a la gente una imagen
unitaria, una visión práctica y ética al mismo tiempo y que cuestione su
sensibilidad, entonces, ¿saben ustedes quién tomará el poder en este caos?: la
derecha, los reaccionarios.
Hoy
en América, la derecha se califica a sí misma como la mayoría moral, y dice:
«Devolvamos su significado a la vida. Devolvamos su significado a las
relaciones humanas». Y, por mala suerte, lo que queda de la izquierda
americana, no hace otra cosa que hablar de progreso de centralizar y de
todas las mismas cosas que el socialismo repite desde hace 150 años.
Primero
tenemos que recuperar aquel terreno sobre el que la gente está buscando la
verdad, y no tan sólo la sobrevivencia: una manera de vivir que hable de
calidad y no sólo de cantidad. Tenemos que difundir un mensaje coherente para todos,
un mensaje que sea para la base de la sociedad, que la haga partícipe, que
enseñe qué significa el ser ciudadanos y el decidir autónomamente. En otras
palabras, tenemos que elaborar una nueva política, una política Verde que
reemplace a la vieja política autoritaria y centralista, basada en las
estructuras de los partidos y en la burocracia. Esto es lo más importante que
tenemos que aprender. Si no lo logramos, los movimientos verdes serán
absorbidos poco a poco por los movimientos tradicionales. El objetivo principal
se disolverá frente a los pequeños objetivos a corto plazo y vencimiento.
Los
compromisos sobre males menores nos llevarán siempre a males peores. La gente
dirá: «¿Qué es esto? ¿La misma política de siempre? ¿La misma burocracia de siempre?
¿El mismo parlamentarismo que siempre hemos tenido? ¿Por qué tendría yo que
votar verde? ¿Por qué tendría que darle fuerza a los verdes? ¿Por qué no
tendría que seguir apoyando a la democracia cristiana, o al partido comunista,
o a cualquier otro partido que garantiza resultados inmediatos, y
satisfacciones inmediatas?…». Nuestra responsabilidad de Verdes de Europa —como
en América— en Alemania, como en tantas partes del mundo, y sobre todo en
Italia, ya que ustedes están apenas empezando ahora, es de aprender de lo que
está ocurriendo en los movimientos verdes desde hace 5 a 10 años.
Tenemos
que darnos cuenta que hay que sustituir la vieja política tradicional de los
partidos, con una política verde. Que hay que poner energía a nivel de base en
las comunidades, que hay que elaborar análisis que vayan más allá del puro
ambientalismo y de los otros problemas importantes a los cuales nos dedicamos
cotidianamente (pesticidas, energía nuclear, Chernobyl).
Tenemos
que darnos cuenta que esta sociedad no es solamente dura e insensible, sino que
sus mismas leyes prevén su propia destrucción, la destrucción del planeta y
la de las bases para la sobrevivencia humana. Tenemos que proponer nuevas
alternativas, nuevas instituciones fundadas en una democracia local, en la
participación local, que pueda constituir un nuevo poder contra el Estado
centralizado, que pueda constituir un nuevo sistema de relaciones sociales, en
el cual un número cada vez mayor de personas, tome parte activa en una política
realmente libertaria. Esta es nuestra única alternativa para evitar caer en
la misma política de partido, corrupta y rebasada, que vuelve a las personas
cínicas, indiferentes, siempre más encerradas en sus propias esferas privadas.
Un
momento de transición
Déjenme
concluir con una última consideración de importancia. No solamente estamos
luchando para mejorar nuestras relaciones humanas. Como el sistema de mercado,
también el sistema capitalistas sigue simplificando no sólo la obra compleja de
millones de años, sino también el espíritu humano. Se está simplificando el
espíritu mismo de la humanidad, se le está quitando la complejidad y la
plenitud que contribuyen a formar personalidades creativas. Entonces, nuestra
nueva política no debe tener como único objetivo el de salvar el planeta y
crear una sociedad verde, ecológica, de carácter libertario, y una alternativa
política a nivel de base. Hay también que ver aún más allá de todo esto: si no
se pone un fin a la simplificación del planeta, de la comunidad y de la
sociedad, lograrán simplificar al espíritu humano a tal punto (y con basura del
tipo de Dallas, de Dinasty y otros programas televisivos) que se acabará
hasta con el mismo espíritu de rebeldía, el único capaz de promover un cambio
social y un reverdecimiento real del planeta.
Hoy
vivimos en un momento de transición, no sólo de una sociedad a otra, sino de
una personalidad a otra nueva.
¡Muchas
gracias!
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