Queridísimo
Fabbri:
Sobre la cuestión
que tanto te preocupa, la de la dictadura del proletariado, me parece que
estamos básicamente de acuerdo.
Se me ocurre
pensar que sobre este asunto la opinión de los anarquistas no puede ser dudosa
y la verdad es que antes de la revolución bolchevique nadie dudaba. Anarquía
significa no gobierno, y por lo tanto con mayor razón no dictadura, que es el
gobierno absoluto sin control y sin límites constitucionales.
Pero, cuando
estalló la revolución bolchevique, algunos amigos nuestros confundieron lo que
era revolución contra el gobierno precedente con lo que era un nuevo gobierno
que venía a imponerse a la revolución para frenarla y dirigirla a los fines
particulares de un partido, y casi se declararon bolcheviques ellos mismos.
Ahora bien, los
bolcheviques son simplemente marxistas, que han permanecido honesta y
consecuentemente marxistas, a diferencia de sus maestros y modelos, los Guesde,
los Plejanov, los Hyndmann, los Scheidemann, los Noske, etc., etc., que han
tenido el fin que tú sabes. Nosotros respetamos su sinceridad, admiramos su
energía, pero como no hemos estado nunca de acuerdo con ellos en el terreno
teórico, no sabríamos solidarizarnos con ellos cuando de la teoría se pasa a la
práctica.
Quizá la verdad
sea simplemente esta: que nuestros amigos bolchevizantes con la expresión
dictadura del proletariado entienden simplemente el hecho revolucionario de los
trabajadores que toman posesión de la tierra y de los instrumentos del trabajo,
y tratan de constituir una sociedad y organizar un género de vida en el que no
haya sitio para una clase que explote y oprima a los productores.
Entendida así, la
dictadura del proletariado sería el poder efectivo de todos los trabajadores
dirigido a la destrucción de la sociedad capitalista, y se convertiría en
anarquía apenas cesara la resistencia reaccionaria y nadie más pretendiera
obligar con la fuerza a las masas a obedecer y trabajar para otros. Y entonces
nuestro desacuerdo no sería más que una cuestión de palabras. Dictadura del proletariado
significaría dictadura de todos, es decir, no sería ya dictadura, como gobierno
de todos no es ya gobierno, en el sentido autoritario, histórico y práctico de
la palabra.
Pero los
verdaderos partidarios de la dictadura del proletariado no lo entienden así y
esto lo hacen ver perfectamente en Rusia. El proletariado naturalmente
interviene en ella como lo hace el pueblo en los regímenes democráticos, es
decir, simplemente para esconder la esencia real de las cosas. En realidad se
trata de la dictadura de un partido, o más bien de los jefes de un partido; y
es una dictadura verdadera y propia, con sus decretos, con sus sanciones
penales, con sus agentes ejecutivos, y sobre todo con su fuerza armada, que
sirve hoy para defender la revolución de sus enemigos externos, pero que
servirá mañana para imponer a los trabajadores la voluntad de los dictadores, detener
la revolución, consolidar los nuevo intereses que se han ido constituyendo y
defender contra las masas a una nueva clase privilegiada.
También el
general Bonaparte sirvió para defender la Revolución francesa contra la
reacción europea, pero al defenderla la ahogó. Lenin, Trotski y sus compañeros
son seguramente revolucionarios sinceros, de la forma que ellos entienden la
revolución, y no traicionarán; pero preparan los cuadros gubernamentales que
servirán a los que vengan después para aprovecharse de la revolución y
asesinarla. Ellos serán las primeras víctimas de su método y con ellos, me temo,
caerá la revolución. La historia que se repite: mutatis mutandis, la dictadura
de Robespierre llevó a Robespierre a la guillotina y preparó el camino a
Napoleón.
Estas son mis
ideas generales sobre los asuntos de Rusia. En cuanto a los detalles, las
noticias que tenemos son todavía demasiado variadas y contradictorias para
poder arriesgar un juicio. Puede suceder también que muchas cosas que nos
parecen malas sean el fruto de la situación y que en las circunstancias especiales
de Rusia no hubiera sido posible obrar de modo diferente a como se hizo. Es mejor
esperar, sobre todo porque lo que nosotros digamos no puede tener influencia
alguna sobre el desarrollo de los sucesos en Rusia, y en cambio podría ser mal
interpretado en Italia y dar a entender que nos hacemos eco de las calumnias
interesadas de la reacción.
Lo importante es
lo que nosotros debemos hacer; pero permanezcamos siempre firmes, yo estoy
lejos y en la imposibilidad de cumplir mi tarea…
Errico Malatesta
Londres, 30 de
julio de 1919