lunes, 2 de septiembre de 2013

LA FÁBRICA DEL HOMBRE ENDEUDADO





La lucha de clases en Europa, como ha ocurrido en otras partes del mundo, se manifiesta y se concentra hoy en torno a la deuda. La crisis de la deuda amenaza también a los Estados Unidos y al mundo anglosajón, países en los cuales se originó no solo la última crisis financiera, sino también y sobre todo— el neoliberalismo.

La relación acreedor-deudor, que define la relación de poder específica de las finanzas, intensifica los mecanismos de explotación y dominación de manera transversal, sin que pueda hacerse diferencia entre trabajadores y desempleados, consumidores y productores, activos e inactivos. Todos son deudores, culpables y responsables frente al capital, que aparece como el Gran Acreedor, el Acreedor universal. Uno de los mayores mecanismos políticos del neoliberalismo sigue siendo, como muestra inequívocamente la crisis actual, la propiedad, puesto que la relación acreedor-deudor expresa una correlación de fuerzas entre propietarios (del capital) y no propietarios (del capital). A través de la deuda pública, la sociedad entera está endeudada, lo cual no impide, sino que agrava todavía más las desigualdades, es decir, las diferencias de clase.


Las ilusiones políticas y económicas de estas últimas décadas caen unas tras otras, manifestándose más brutalmente las políticas neoliberales. La New Economy, la sociedad de la información, el capitalismo cognitivo, se disuelven en la economía de la deuda. En las democracias triunfantes del comunismo, muy pocas personas (funcionarios del FMI, del Parlamento europeo, del BCE y políticos) deciden por todos siguiendo los intereses de una minoría. La gran mayoría de los europeos han sido triplemente despojada por la economía de la deuda: despojada de un poder político (a todas luces débil) concedido por la democracia representativa; despojada de buena parte de la riqueza que las luchas pasadas habían arrancado a la acumulación capitalista; y despojada sobre todo del porvenir, es decir del tiempo, como decisión, como elección, como posible.

La sucesión de crisis financieras han hecho emerger violentamente una figura subjetiva que estaba ya presente pero que ahora ocupa la totalidad del espacio público: el hombre endeudado. Las figuras subjetivas que el neoliberalismo había prometido (todos accionistas, todos propietarios, todos emprendedores) se transforman y nos llevan a la condición existencial del hombre endeudado, responsable y culpable de su suerte. Por tanto, es urgente proponer una genealogía y una cartografía de la fábrica económica y subjetiva que lo produce.

Desde la crisis financiera precedente provocada por la burbuja de Internet, el capitalismo ha abandonado las narraciones épicas que había elaborado en torno a los personajes conceptuales del empresario, el creativo, el trabajador cognitivo o el trabajador independiente «orgulloso de ser su propio jefe» que, persiguiendo exclusivamente su interés personal, trabaja por el bien de todos. La implicación subjetiva y el trabajo sobre sí mismo, predicados por la retórica de gestión a partir de los años ochenta, se han transformado en una orden judicial que hace recaer sobre uno mismo los costes y riesgos de la catástrofe financiera y económica. La gente debe hacerse cargo de todo lo que las empresas y el Estado asistencial externalizan a la sociedad y, en primer lugar, de la deuda.

Para los empresarios, los medios de comunicación, los políticos y los expertos, las causas de la situación no hay que buscarlas ni en las políticas monetarias y fiscales, que aumentan el déficit, operando una transferencia masiva de riqueza a los más ricos y a las empresas, ni en la sucesión de crisis financieras, que tras haber prácticamente desaparecido durante los primeros treinta años de posguerra, se repiten regularmente extorsionando ingentes sumas de dinero a la gente para evitar lo que llaman una crisis sistémica. Las verdaderas causas de estas crisis consecutivas se encuentran para ellos en las excesivas exigencias de los gobernados (especialmente los del sur de Europa) que quieren vivir como vagos y en la corrupción de las élites que, en realidad, siempre han jugado un rol en la división internacional del trabajo y del poder.

Nos estamos moviendo hacia una profundización de la crisis. El bloque de poder neoliberal no puede y no quiere regular los excesos de las finanzas, ya que su programa político obedece siempre a las opciones y decisiones que nos han llevado a la esta crisis financiera. Por el contrario, con el chantaje la quiebra de las deudas soberanas (que de soberanas solo tienen hoy el nombre), quiere llevar hasta las últimas consecuencias su programa soñado desde los años setenta: reducir los salarios a su mínima cuantía, recortar los servicios sociales para poner el welfare al servicio de los nuevos necesitados (las empresas y los ricos) y privatizar todo lo que aún no se haya vendido a los particulares.

Carecemos de los instrumentos teóricos, los conceptos, los enunciados, para analizar no tanto las finanzas como la economía de la deuda que las incluyen y va más allá, así como su política y sus dispositivos de control. La crisis que estamos viviendo nos obliga a redescubrir la relación acreedor-deudor elaborada por El Anti-Edipo de Deleuze y Guattari. Publicado en 1972, anticipó teóricamente el cambio de iniciativa del capital que se producirá algunos años después, nos permite, a la luz de una lectura de la Genealogía de la moral de Nietzsche y de la teoría marxiana sobre el dinero, reactivar dos hipótesis.

En primer lugar, la hipótesis de que el paradigma social no se da por el cambio (económico y/o simbólico) sino por el crédito. En la base de las relaciones sociales no hay igualdad (de cambio) sino la asimetría de la deuda/préstamo que precede, histórica y teóricamente, a la de la producción y el trabajo asalariado.

En segundo lugar, la hipótesis según la cual la deuda es una relación económica inseparable de la producción del sujeto deudor y de su moralidad. La economía de la deuda añade al trabajo en el sentido clásico del término un trabajo sobre sí mismo, de modo que la economía y la ética funcionen conjuntamente. La economía de la deuda hace coincidir la producción económica y la producción de subjetividad. Las categorías clásicas de la secuencia revolucionaria del siglo XIX y XX —trabajo, social y político— son atravesadas por la deuda y ampliamente redefinidas por ella.

Por tanto, es necesario aventurarse en territorio enemigo y analizar la economía de la deuda y la producción del hombre endeudado para tratar de construir una herramienta que nos sirva para afrontar las luchas que se avecinan. Porque la crisis, lejos de terminar, amenaza con extenderse.

Maurizio Lazzarato


Este texto es la introducción del libro La fabrique de l’homme endetté. Essai sur la condition néolibérale (2011) de Maurizio Lazzarato

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