L'agost de 1942 un esclat de violència entre representants de dues de les organitzacions polítiques que havien donat suport a la sublevació militar contra la Segona República —Falange Española i Requetè— va commoure el ambient polític del règim franquista.
Un full editat pels carlins, en el que es descrivia aquell succés, va arribar a Terrassa, on aquesta força política tradicionalista tenia una petita, però molt activa i violenta, representació.
EL ATENTADO DE BEGOÑA, LOS REQUETÉS Y LA FALANGE
El atentado de Begoña fue un suceso violento ocurrido frente a la basílica
de Nuestra Señora de Begoña en el barrio bilbaíno de Begoña el 16 de agosto de
1942, durante el primer franquismo, en el que el falangista Juan José Domínguez Muñoz lanzó una granada de mano provocando setenta heridos leves.
El acto fue interpretado como un atentado fallido contra el general carlista
José Enrique Varela, entonces ministro del Ejército.
A principios de agosto de 1942 a la salida del solemne funeral por
los caídos carlistas en la guerra civil española que se había celebrado en la
iglesia de San Vicente de Abando, en Bilbao, hubo gritos en contra de los
falangistas. Un camisa vieja de Bilbao lo consideró una provocación y pidió al
vicesecretario de FET y de las JONS, José Luna Meléndez —un falangista próximo
al «cuñadísimo» Ramón Serrano Suñer— que se organizara una respuesta, ya que el
15 de agosto iba a celebrarse un nuevo acto carlista en conmemoración de sus
caídos en la basílica de la Virgen de Begoña, en Bilbao, y que iba a estar
presidido por el ministro del Ejército, el general Varela.
La víspera de la celebración, el comandante de las milicias
falangistas de Bilbao informó a su jefe regional, con sede en Burgos que, entre
los asistentes al acto de Begoña, iba a haber nacionalistas vascos disfrazados
con el uniforme carlista, que llevarían armas y que estaban dispuestos a
provocar incidentes. Ese mismo día, 14 de agosto, salieron de Valladolid,
«después de haber recibido instrucciones», el jefe del SEU de Vizcaya Eduardo
Berástegui y un camisa vieja apellidado Calleja. En San Sebastián recogieron a
Juan José Domínguez Muñoz, quien, como Calleja, acababa de regresar del frente
ruso donde había combatido en las filas de la División Azul. Llegaron a Bilbao
en la madrugada del 15 de agosto.
La misa en honor de los caídos carlistas comenzó a las 11:30 de la
mañana en la basílica de Begoña. A la salida del acto grupos de falangistas
comenzaron a increpar a los asistentes —que respondieron con gritos de «¡Viva
el rey!», «¡Abajo el socialismo de Estado!» y «¡Muera Franco!»— y de pronto
Juan José Domínguez arrojó dos bombas que causaron varios heridos, y que
estuvieron a punto de alcanzar al general Varela.
Domínguez y sus cómplices
fueron detenidos y el general Varela informó inmediatamente al general Franco
de lo que había sucedido. También llamó al ministro de la Gobernación, Valentín
Galarza Morante, para exigir que se entregara a los detenidos a la jurisdicción
militar para ser sometidos a un consejo de guerra. Asimismo envió una nota a
los ocho capitanes generales en la que decía que el atentado había sido contra
el Ejército.
Los ministros falangistas Ramón Serrano Suñer y José Luis Arrese,
que se encontraban de vacaciones, regresaron inmediatamente a Madrid y allí, junto con José Antonio Girón de Velasco, también ministro falangista,
intentaron impedir que los detenidos fueran condenados y ejecutados quitando
importancia al incidente. Para ello enviaron a Bilbao a un representante suyo.
Mientras tanto, el general Franco siguió de vacaciones en Galicia,
como si nada hubiera ocurrido, y no comenzó a actuar hasta el 24 de agosto,
nueve días después del atentado. Ese día llamó por teléfono al general Varela,
quien le dijo que se había producido un atentado contra él y que solo la
fortuna le había salvado de morir, a lo que Franco respondió: «Que se haga todo
dentro de la mayor equidad, porque ya tratándose de una provocación, las cosas
varían».
De los ocho falangistas involucrados en Begoña, dos fueron condenados
a muerte, Domínguez y Hernando Calleja Calleja. La pena de Calleja acabaría
siendo conmutada. Domínguez, en cambio, sí fue fusilado.
Francisco Franco aprovechó el incidente de Begoña para desbancar a
los falangistas del poder, cesando a su propio cuñado Ramón Serrano Suñer,
ministro de Asuntos Exteriores, y también a Valentín Galarza, ministro de
Gobernación, y al general José Enrique Varela, ministro del Ejército. Fue
destituido el jefe de las milicias falangistas José Luna Meléndez, a pesar de
haber declarado su lealtad inquebrantable al «Generalísimo». Su sustituto fue
Manuel de Mora-Figueroa. No obstante, su mandato fue corto, ya que Franco
acabaría disolviendo la milicia del partido; su disolución encontró alguna
oposición interna, pero Franco logró imponerse.
No se pueden comprender los sucesos de Begoña sin considerar la
situación geopolítica en el mundo a finales de julio de 1942. Alemania ya tenía
preparada el 15 de julio la Operación Ilona, plan para invadir el País Vasco y,
en una segunda fase, toda España. El Führer comentó el 7 de junio que «los
curas y los monárquicos se habían confabulado para hacerse con el poder en
España» y también dijo que si estallase la Guerra Civil nuevamente, no le extrañaría
«ver a los falangistas obligados a hacer causa común con los rojos para
librarse de esa basura monárquico-clerical».
Puede que fuera esa información sobre los planes alemanes —que
ignoraban incluso falangistas como los que actuaron en Begoña— la que
obligó a Franco a sacrificar a Domínguez. Porque Juan José Domínguez Muñoz,
Hernando Calleja Calleja, Virgilio Hernández Rivadulla, Jorge Hernández Bravo y
los demás falangistas actuaron cuando al escucharse gritos de «¡Viva el rey!»,
«¡Abajo el socialismo de Estado!» y «¡Muera Franco!». La respuesta de Franco al
Obispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, cuando le solicita su indulto es una
muestra de la situación en aquellos días: «Tendría que condecorarle, pero le
tengo que fusilar».
Adolf Hitler para poner a Francisco Franco en ridículo, concede a Domínguez la Cruz de la Orden del Águila Alemana el mismo día de su
ejecución.
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