jueves, 2 de agosto de 2018

RAMÓN TRULLÀS: «ECONOMICISMO Y PRECARIEDAD EN LA CIENCIA»


Ciencia es el conocimiento obtenido mediante el método científico, un procedimiento basado en la experimentación. La experimentación no permite identificar lo que es verdad, solo permite averiguar con certeza lo que es falso o qué hipótesis son equivocadas. Esta característica diferencia la ciencia de las ideologías y de las religiones que postulan verdades absolutas. Cuando se trata de entender la realidad externa al ser humano, únicamente las disciplinas que utilizan la experimentación controlada del método científico pueden conocer y predecir los fenómenos físicos con una posibilidad de equivocación baja.

El éxito predictivo de las ciencias experimentales ha hecho que muchas disciplinas se autodenominen ciencia. Así, en algunas universidades, se pueden encontrar los departamentos de Ciencias Económicas, Ciencias Políticas, etcétera, que no utilizan, o no pueden utilizar, el método científico, por lo que su poder predictivo es similar al del azar. Conocimientos como el de la Economía son imprescindibles para entender y organizar el presente, pero cuando alguna disciplina no experimental hace predicciones de futuro, se convierte en ideología que solo puede imponer dogmas.

La falsa investigación de excelencia

Un ejemplo de ideología dogmática, surgida de la teoría económica, es el economicismo que predice sucesos futuros en base a principios de coste-beneficio. No es posible saber de antemano si los principios economicistas son falsos porque no se pueden someter a experimentación controlada. Sin embargo, el economicismo se ha infiltrado en muchos ámbitos de la vida, introduciendo términos como capital humano, inversión en talento, máximo rendimiento. Cuando el economicismo se aplica, por ejemplo, a las relaciones de pareja, es fuente de infelicidad porque provoca que las personas busquen el máximo beneficio propio a costa de otras, impidiendo las relaciones interpersonales equilibradas o el amor desinteresado.

Pero cuando se aplica a la investigación científica, el economicismo es demoledor, porque establece que solo debe hacerse investigación «de excelencia», a la que define como aquella que produce beneficio práctico inmediato. La política economicista defiende un modelo privado de generación y gestión de conocimiento en detrimento del que generan las universidades y centros públicos de investigación. En consecuencia, financia grupos de investigación muy grandes, liderados por supuestos científicos estrella, que en realidad son gestores despiadados de lo que llaman talento. Esto quiere decir que se benefician del trabajo de investigadores ya sea posdoctorales o que todavía hacen la tesis doctoral a los que, en lugar de formar como científicos, tratan como «capital humano», pagándoles sueldos bajos y despidiéndolos cuando ya no se pueden aprovechar más de ellos. Esta política científica economicista, que se ha aplicado intensivamente en nuestro país durante casi 15 años, ha provocado la desaparición de equipos de investigación pequeños. En consecuencia, muchos doctores, formados en universidades públicas, se han visto obligados a abandonar la investigación o irse a otros países donde hay más oportunidades y equipos de investigación.

Un indicador de que el economicismo aplicado a la investigación científica es perjudicial es el hecho de que la mayoría de los avances científicos más beneficiosos para la humanidad se han conseguido en contra de los principios economicistas. Un estudio reciente demuestra que la mayoría (80%) de los medicamentos curativos existen gracias a hallazgos que se hicieron en proyectos de investigación básica que no buscaban resultados prácticos; la mayoría realizados en países anglosajones. Precisamente, estos países saben que la ciencia es intrínsecamente práctica y no debe estar condicionada a principios economicistas. Por ejemplo, la mitad del presupuesto total de investigación para el 2017-2018 en el Reino Unido (3.602 millones de libras esterlinas, unos 4.075 millones de euros) se destina a universidades y centros públicos para subvencionar proyectos sin restricciones.

La distinción que hace el economicismo entre ciencia excelente y no excelente, rentable o inútil, es absurda y sin fundamento. La ciencia, cuando se hace de forma técnicamente correcta para incrementar el conocimiento, beneficia a toda la humanidad. Si queremos un país en que la investigación científica produzca descubrimientos relevantes y que los científicos formados en universidades públicas no se vean obligados a marcharse o a renunciar a su formación es necesario abandonar el modelo economicista de investigación de excelencia que se ha aplicado hasta ahora.


Ramón Trullàs
Profesor de Investigación, CSIC


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