Ciencia es el conocimiento obtenido
mediante el método científico, un procedimiento basado en la experimentación.
La experimentación no permite identificar lo que es verdad, solo permite
averiguar con certeza lo que es falso o qué hipótesis son equivocadas. Esta
característica diferencia la ciencia de las ideologías y de las religiones que
postulan verdades absolutas. Cuando se trata de entender la realidad externa al
ser humano, únicamente las disciplinas que utilizan la experimentación
controlada del método científico pueden conocer y predecir los fenómenos
físicos con una posibilidad de equivocación baja.
El éxito predictivo de las ciencias
experimentales ha hecho que muchas disciplinas se autodenominen ciencia. Así,
en algunas universidades, se pueden encontrar los departamentos de Ciencias
Económicas, Ciencias Políticas, etcétera, que no utilizan, o no pueden
utilizar, el método científico, por lo que su poder predictivo es similar al
del azar. Conocimientos como el de la Economía son imprescindibles para
entender y organizar el presente, pero cuando alguna disciplina no experimental
hace predicciones de futuro, se convierte en ideología que solo puede imponer
dogmas.
La falsa investigación de excelencia
Un ejemplo de ideología dogmática,
surgida de la teoría económica, es el economicismo que predice sucesos futuros
en base a principios de coste-beneficio. No es posible saber de antemano si los
principios economicistas son falsos porque no se pueden someter a
experimentación controlada. Sin embargo, el economicismo se ha infiltrado en
muchos ámbitos de la vida, introduciendo términos como capital humano, inversión
en talento, máximo rendimiento. Cuando el economicismo se aplica, por
ejemplo, a las relaciones de pareja, es fuente de infelicidad porque provoca
que las personas busquen el máximo beneficio propio a costa de otras,
impidiendo las relaciones interpersonales equilibradas o el amor desinteresado.
Pero cuando se aplica a la investigación científica, el economicismo es demoledor, porque establece que solo debe hacerse investigación «de excelencia», a la que define como aquella que produce beneficio práctico inmediato. La política economicista defiende un modelo privado de generación y gestión de conocimiento en detrimento del que generan las universidades y centros públicos de investigación. En consecuencia, financia grupos de investigación muy grandes, liderados por supuestos científicos estrella, que en realidad son gestores despiadados de lo que llaman talento. Esto quiere decir que se benefician del trabajo de investigadores ya sea posdoctorales o que todavía hacen la tesis doctoral a los que, en lugar de formar como científicos, tratan como «capital humano», pagándoles sueldos bajos y despidiéndolos cuando ya no se pueden aprovechar más de ellos. Esta política científica economicista, que se ha aplicado intensivamente en nuestro país durante casi 15 años, ha provocado la desaparición de equipos de investigación pequeños. En consecuencia, muchos doctores, formados en universidades públicas, se han visto obligados a abandonar la investigación o irse a otros países donde hay más oportunidades y equipos de investigación.
Un indicador de que el economicismo aplicado a la investigación científica es perjudicial es el hecho de que la mayoría de los avances científicos más beneficiosos para la humanidad se han conseguido en contra de los principios economicistas. Un estudio reciente demuestra que la mayoría (80%) de los medicamentos curativos existen gracias a hallazgos que se hicieron en proyectos de investigación básica que no buscaban resultados prácticos; la mayoría realizados en países anglosajones. Precisamente, estos países saben que la ciencia es intrínsecamente práctica y no debe estar condicionada a principios economicistas. Por ejemplo, la mitad del presupuesto total de investigación para el 2017-2018 en el Reino Unido (3.602 millones de libras esterlinas, unos 4.075 millones de euros) se destina a universidades y centros públicos para subvencionar proyectos sin restricciones.
La distinción que hace el
economicismo entre ciencia excelente y no excelente, rentable o inútil, es
absurda y sin fundamento. La ciencia, cuando se hace de forma técnicamente
correcta para incrementar el conocimiento, beneficia a toda la humanidad. Si
queremos un país en que la investigación científica produzca descubrimientos
relevantes y que los científicos formados en universidades públicas no se vean
obligados a marcharse o a renunciar a su formación es necesario abandonar el
modelo economicista de investigación de excelencia que se ha aplicado hasta
ahora.
Ramón Trullàs
Profesor de Investigación, CSIC