En
esta entrevista, Angela Davis, activista, profesora, escritora e icono del
movimiento Black Power, habla de los vínculos existentes entre las luchas
globales. Retomando los temas del feminismo negro, de la importancia de lo
colectivo, de Palestina, del complejo industrial de prisiones, la profesora
Davis expone el papel que los pueblos pueden y deben jugar.
—Frank Barat (FB): A menudo hablas del poder de lo colectivo y
haces hincapié en la importancia de los movimientos populares. ¿Cómo podemos
conseguir ese poder en una sociedad que fomenta el egoísmo y el individualismo?
—Angela Davis (AD): Desde el ascenso del capitalismo global y
las ideologías relacionadas con el neoliberalismo, es cada vez más importante
identificar los peligros del individualismo. Las luchas progresistas –centradas
sólo en el racismo, la represión, la pobreza u otras cuestiones— están destinadas
al fracaso si al mismo tiempo no intentan desarrollar la conciencia acerca de
la insidiosa promoción del individualismo capitalista. Aunque Nelson Mandela
insistía siempre en que sus logros eran logros colectivos conseguidos por
hombres y mujeres, sus camaradas, los medios trataron de santificarle como
individuo heroico. Un proceso parecido se llevó a cabo para disociar al Dr.
Martin Luther King, Jr, del inmenso número de mujeres y hombres que
constituyeron el corazón mismo del movimiento estadounidense por la libertad de
mediados del siglo XX. Es esencial resistirse a describir la historia como la
obra de individuos heroicos para que la gente reconozca hoy su potencial como
parte de una comunidad de lucha cada vez más amplia.
—FB:
¿Qué queda hoy del movimiento del Black Power?
—AD: Pienso en el movimiento del Black Power –o a lo que nos
referíamos en su momento como movimiento de liberación de los negros— como un
momento especial en el desarrollo de la búsqueda de la libertad de los negros.
Fue, en muchos sentidos, una respuesta a lo que se percibía como límites del
movimiento por los derechos civiles: no sólo necesitábamos proclamar derechos
legales dentro de la sociedad existente, sino también exigir derechos
sustantivos –puestos de trabajo, vivienda, atención sanitaria, educación, etc.—
y desafiar la estructura misma de la sociedad. Esas demandas –también contra
los encarcelamientos racistas, la violencia de la policía y la explotación
capitalista— se sumaron al programa de diez puntos del Partido de las Panteras
Negras (PPN).
Aunque las personas negras han entrado en las jerarquías
económicas, sociales y políticas (el ejemplo más espectacular fue la elección
de Barack Obama en 2008), hay un abrumador número de ellas sometidas al racismo
económico, educativo y carcelario a un nivel mucho mayor que durante la era
anterior a los derechos civiles. En muchos aspectos, las demandas del programa
de diez puntos del PPN son ahora tan importantes –o quizá incluso más
importantes— como durante la década de los sesenta, que fue cuando se
formularon por vez primera.
—FB: La elección de Barack Obama fue celebrada por muchos como
una victoria contra el racismo. ¿Crees que fue una falacia? ¿Piensas que
realmente ha estado paralizando durante mucho tiempo a la izquierda, así como a
los afroamericanos implicados en la lucha por un mundo más justo?
—AD: Muchos de los supuestos respecto a la importancia de la
elección de Obama están totalmente equivocados, especialmente los que describen
que un hombre negro en la presidencia de EEUU simboliza la desaparición de la
última barrera del racismo. Pero creo que la elección en sí fue importante,
sobre todo porque la mayor parte de la gente –incluyendo la mayoría de la gente
negra— no creía al principio que fuera posible elegir a una persona negra para
la presidencia. Efectivamente, los jóvenes crearon un movimiento –aunque
debería calificarse diciendo que era un cibermovimiento— que consiguió lo que
parecía ser imposible.
El problema es que la gente que se asociaba a sí misma con ese
movimiento no prosiguió ejerciendo ese poder colectivo como presión, lo que
hubiera podido obligar a Obama a moverse en direcciones más progresistas (por
ejemplo, contra un incremento militar en Afganistán, por un rápido
desmantelamiento de Guantánamo, por un plan más completo de atención
sanitaria). Creo que es importante destacar, incluso cuando nos mostramos
críticos con Obama, que no habríamos estado mejor con Romney en la Casa Blanca.
De lo que hemos carecido en estos últimos cinco años no es del presidente
adecuado, sino más bien de movimientos de masas bien organizados.
—FB: ¿Cómo definirías el “feminismo negro”? ¿Y qué papel podría
jugar en las sociedades actuales?
—AD: El feminismo negro surgió como un esfuerzo teórico y
práctico para demostrar que la raza, el género y la clase son inseparables en
los mundos sociales que habitamos. En el momento de su aparición, a las mujeres
negras se les pedía con frecuencia que eligieran qué era lo más importante para
ellas, el movimiento negro o el movimiento de las mujeres. La respuesta era que
esa era una pregunta equivocada. La pregunta más apropiada era cómo entender
las intersecciones e interconexiones entre los dos movimientos. Todavía estamos
enfrentándonos al desafío de entender las complejas vías por las que se
entrelazan la raza, la clase, el género, la sexualidad, la nación y las
capacidades, pero también al reto de cómo avanzar más allá de estas categorías
para entender las interrelaciones de ideas y los procesos que parecen estar
separados y sin vínculos entre ellos. Insistir en las conexiones entre las
luchas y el racismo en EEUU y las luchas contra la represión israelí de los
palestinos es, en ese sentido, un proceso feminista.
—FB: ¿Piensas que ha llegado ya el momento de que la gente se
desenganche de los principales partidos políticos y de ese concepto que
nuestros “dirigentes” denominan democracia representativa? El hecho de
involucrarnos en un sistema tan corrupto y podrido, gobernado sólo por el
dinero y la avaricia, le da legitimidad, ¿no es verdad? ¿Cómo detener esta
charada, dejar de votar y empezar a crear algo nuevo y orgánico de arriba
abajo?
—AD: Ciertamente, no creo que los partidos políticos existentes
puedan constituir nuestros ámbitos fundamentales de lucha, pero el ámbito
electoral puede utilizarse como terreno sobre el que organizarse. En EEUU,
hemos necesitado durante mucho tiempo de un partido político independiente, un
partido de los trabajadores antirracista y feminista. Creo también que tienes
toda la razón al identificar el activismo de base como el ingrediente más
importante para la construcción de movimientos radicales.
—FB: El mundo árabe ha pasado por cambios tremendos en los últimos
años, con revoluciones en curso en muchos países. ¿Qué importancia tiene que en
Occidente la gente comprenda la complicidad de nuestros propios gobiernos en el
mantenimiento de las dictaduras árabes?
—AD: Creo que es completamente pertinente que los pueblos del
mundo árabe exijan que nosotros, en Occidente, impidamos que nuestros gobiernos
apoyen a regímenes dictatoriales, y especialmente a Israel. La llamada “guerra
contra el terror” ha hecho un daño inestimable al mundo, incluyendo la
intensificación del racismo antimusulmán en EEUU, Europa y Australia. Como
progresistas del Norte global, no hemos reconocido realmente nuestras
importantes responsabilidades en la prosecución de los ataques ideológicos y
militares contra los pueblos del mundo árabe.
—FB:
Hace poco diste en Londres una charla sobre Palestina, el G4S (Grupo 4 de
Seguridad), que es el grupo de seguridad privada mayor del mundo, y el complejo
industrial de prisiones. ¿Puedes explicarnos como están vinculados?
—AD: Con el pretexto de la seguridad y el Estado de seguridad,
el G4S se ha introducido en las vidas de la gente por todo el mundo,
especialmente en Gran Bretaña, EEUU y Palestina. Esta compañía es la tercera
corporación más grande del mundo después de Walmart y Foxcomm, y es el mayor
empleador privado en el continente de África. Han aprendido a aprovechar el racismo,
las prácticas antiinmigratorias y las tecnologías de castigo en Israel y en
todo el mundo. El G4S es directamente responsable de las experiencias de
reclusión política de los palestinos, así como de todo lo relativo al muro del
apartheid levantado allí, del encarcelamiento en Sudáfrica, de las
escuelas-prisión en EEUU y del muro a lo largo de la frontera entre México y
EEUU.
Sorprendentemente, durante la reunión de Londres nos enteramos
que el personal del G4S es responsable de ataques sexuales contra las mujeres
en determinados centros de detención en Gran Bretaña.
—FB: ¿Cómo es de rentable
el complejo industrial de prisiones? Has dicho a menudo que es el equivalente a
la “esclavitud moderna”.
—AD: El complejo industrial global de prisiones está continuamente
expandiéndose, como se puede ver en el ejemplo del G4S. Por tanto, una puede
asumir que su rentabilidad está en alza. Ha llegado a abarcar no sólo prisiones
públicas y privadas (y las prisiones públicas están más privatizadas de lo que
uno podría pensar y cada vez más sujetas a las demandas del beneficio) pero
también las instalaciones para jóvenes, las prisiones militares y los centros
de interrogatorio. Además, el sector más lucrativo del negocio de las prisiones
privadas es el de los centros de detención de inmigrantes. Puede por tanto
entenderse por qué la legislación antiinmigrante más represiva en los EEUU fue
redactada por las compañías de las prisiones privadas en un intento manifiesto
de maximizar sus beneficios.
—FB: Una sociedad libre de cárceles—prisiones ¿es, en tu
opinión, posible o es una utopía? ¿Cómo podría funcionar?
—AD: Pienso que una sociedad sin prisiones es una posibilidad
realista en el futuro, pero en una sociedad transformada, una sociedad en la
que las necesidades de la gente, y no el lucro, constituya la fuerza motriz. Al
mismo tiempo, la abolición de las prisiones parece una idea utópica
precisamente porque la prisión y las ideologías que la refuerzan están muy
profundamente enraizadas en nuestro mundo contemporáneo. Hay cifras enormes de
gente tras las rejas en EEUU –alrededor de dos millones y medio— y cada vez se
utiliza más el encarcelamiento como estrategia de desviación de los problemas
sociales subyacentes: racismo, pobreza, desempleo, falta de educación, etc. Estas
cuestiones no se abordan nunca de forma seria. Sólo es una cuestión de tiempo
que la gente empiece a darse cuenta de que la prisión es una solución falsa. La
defensa del abolicionismo puede y debería producirse en relación con las
demandas de una educación de calidad, de estrategias laborales antirracistas,
de atención sanitaria gratuita y todo ello dentro de otros movimientos
progresistas. Puede ayudar a promover una crítica anticapitalista y movimientos
por el socialismo.
—FB: ¿Qué es lo que el boom del complejo industrial de prisiones
está indicando sobre nuestra sociedad?
—AD: Las elevadas cifras de gente tras las rejas por todo el
mundo y la creciente rentabilidad de los medios para mantenerlos cautivos son
uno de los ejemplos más impresionantes del capitalismo global. Pero los
obscenos beneficios que se obtienen del encarcelamiento masivo están vinculados
a los beneficios de la industria sanitaria y de la educación y otros servicios
humanos comercializados que deberían realmente estar a libre disposición de
todos.
—FB: Hay una escena en “The Black Power mixtape”, un documental
sobre el movimiento de las Panteras Negras/Poder Negro que apareció hace un par
de años, donde el periodista te pregunta si apruebas la violencia. Tu respuesta
fue: “¡Qué pregunta, ¿que si apruebo la violencia?! No tiene sentido”. ¿Podrías
elaborarla?
—AD: Intentaba señalar que las preguntas acerca de la validez de
la violencia deberían dirigirse a esas instituciones que mantienen y continúan
manteniendo el monopolio de la violencia: la policía, las prisiones, el
ejército. Expliqué que crecí en el sur de EEUU en un momento en el que los
gobiernos permitían que el Ku Klux Klan perpetrara ataques terroristas contra
las comunidades negras. En aquella época me metieron en la cárcel, tras
acusarme falsamente de asesinato, secuestro y conspiración y me convirtieron en
un objetivo de la violencia institucional, y van y me preguntan si estoy de
acuerdo con la violencia. Fue grotesco. También estaba tratando de señalar que
la defensa de la transformación revolucionaria no se basa fundamentalmente en
la violencia, sino que tiene que ver con cuestiones sustantivas como mejores
condiciones de vida para la gente pobre y la gente de color.
—FB: Mucha gente piensa actualmente que formaste parte de las
Panteras Negras, y algunos incluso piensan que fuiste uno de los miembros
fundadores. ¿Puedes explicar cuál fue tu papel exactamente, tus afiliaciones en
aquel momento?
—AD: No fui miembro fundador del Partido de las Panteras Negras.
En 1966, el año en el que se fundó el PPN, me encontraba estudiando en Europa.
Después, en 1968, me uní al Partido Comunista y también me convertí en miembro
del PPN y trabajé con una rama de la organización en Los Ángeles, donde me
encargaba de la educación política. Sin embargo, en un determinado momento, el
liderazgo decidió que los miembros del PPN no podían afiliarse a otros
partidos, por lo que decidí conservar mi afiliación con el Partido Comunista.
Sin embargo, seguí apoyando y trabajando con el PPN. Cuando me metieron en la
cárcel, el PPN fue la principal fuerza que defendió mi libertad.
—FB: Volviendo a tu respuesta sobre la violencia, cuando escuché
lo que decías en el documental, pensé en Palestina. La comunidad internacional
y los medios occidentales están pidiendo siempre, como condición previa, que
los palestinos renuncien a la violencia. ¿Cómo puedes explicar la popularidad
de esta narrativa de que los oprimidos tengan que garantizar la seguridad de
los opresores?
—AD: El hecho de poner la cuestión de la violencia en primer
plano sirve casi inevitablemente para tapar los problemas que están en el
centro de las luchas por la justicia. Así sucedió en Sudáfrica durante la lucha
contra el Apartheid. Fíjate que a Nelson Mandela –al que han santificado como
el defensor más importante de la paz de nuestro tiempo— le mantuvieron en la
lista estadounidense de terroristas hasta 2008. Los aspectos más importantes de
la lucha palestina por la libertad y autodeterminación se minimizan y se
vuelven invisibles ante quienes intentan equiparar la resistencia palestina
ante el apartheid israelí con el terrorismo.
—FB: ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en Palestina? ¿Qué
impresión dejó en ti esa visita?
—AD: Viajé a Palestina en junio de 2011 con una delegación de
activistas/académicas feministas indígenas y de color. La delegación incluía
mujeres que habían crecido bajo el Apartheid sudafricano, bajo las leyes Jim
Crow del Sur y en las reservas indias. Aunque todas habíamos estado
anteriormente implicadas en el activismo solidario palestino, todas nosotras
nos quedamos terriblemente impactados por lo que vimos y decidimos animar a
nuestros distritos a que se unieran al Movimiento del BDS (siglas en inglés de
Boicot, Desinversión y Sanciones) y ayudar a intensificar la campaña por la
libertad de Palestina. Más recientemente, alguna de nosotras nos implicamos en
conseguir que se aprobara una resolución que instaba a participar en el Boicot
Académico y Cultural de la American Studies Association. Las componentes de la
delegación se involucraron en la aprobación de una resolución de la Modern
Language Association censurando a Israel por rechazar la entrada de académicos
estadounidenses en Cisjordania que iban a enseñar e investigar en las
universidades palestinas.
—FB: Hay varios medios de resistencia de los que pueden disponer
los pueblos oprimidos por regímenes racistas o coloniales o por ocupaciones
extranjeras (i.e., Protocolo Adicional I del Convenio de Ginebra), incluyendo
el uso de de la fuerza armada. En la actualidad, el movimiento de solidaridad
palestino se ha comprometido con la vía de la resistencia no violenta. ¿Piensas
que con sólo esto se pondrá fin al apartheid israelí?
—AD: Desde luego, los movimientos de solidaridad son por su
propia naturaleza no violentos. En Sudáfrica, incluso cuando se estaba
organizando un movimiento de solidaridad internacional, el CNA (Congreso
Nacional Africano) y el PCSA (el Partido Comunista de Sudáfrica) llegaron a la
conclusión de que su movimiento necesitaba de un ala armada: Umkonto We Siswe.
Tenían todo el derecho a tomar esa decisión. Del mismo modo, le corresponde al
pueblo palestino utilizar los métodos que estime más convenientes para tener
éxito en su lucha. Al mismo tiempo, está claro que si Israel está aislado
política y económicamente, como la campaña del BDS intenta, no podrá seguir
adelante con sus prácticas de apartheid. Si, por ejemplo, nosotros, en EEUU,
obligamos a la administración Obama a interrumpir sus ocho millones de dólares
al día de apoyo a Israel, se iniciaría un largo camino de presiones a Israel
para que pusiera fin a la ocupación.
—FB: Formas parte de un comité para la liberación del preso
político palestino Marwan Barghouti y de todos los presos políticos. ¿Qué
importancia tiene, para que prevalezca la justicia, que todos ellos sean
liberados?
—AD: Es fundamental que se libere a Marwan Barghouti y a todos
los prisioneros políticos que se hallan en las cárceles israelíes. Barghouti
lleva dos décadas tras las rejas. Su terrible situación refleja el hecho de que
la mayor parte de las familias palestinas han tenido o tienen al menos a un
miembro encarcelado por las autoridades israelíes. Actualmente hay alrededor de
5.000 presos palestinos y sabemos que desde 1967, Israel ha enviado a prisión a
800.000 palestinos (el 40% de la población masculina). La demanda de liberar a
todos los presos políticos palestinos es un ingrediente fundamental de la
exigencia de acabar con la ocupación.
—FB: Durante una charla en la Universidad Birbeck de Londres,
dijiste que la cuestión palestina tiene que convertirse en una cuestión global,
una cuestión social que debería llevar en su programa o agenda todo movimiento
que luche por la justicia. ¿Qué quisiste decir con esto?
—AD: Que al igual que la lucha contra el apartheid sudafricano
fue una causa abrazada por los pueblos de todo el mundo e incorporada a muchas
agendas de justicia social, las organizaciones y movimientos involucrados en
causas progresistas por todo el planeta deben involucrarse de igual modo en la
solidaridad con Palestina. Se ha tendido a considerar a Palestina como una
cuestión aparte —y, lamentablemente, demasiado a menudo, marginal—. Este es
precisamente el momento de animar a todos los que creen en la igualdad y en la
justicia para que se unan al llamamiento por una Palestina libre.
—FB: La lucha es interminable, ¿verdad?
—AD: Yo diría que nuestras luchas maduran, producen nuevas
ideas, nuevos planteamientos y nuevos terrenos con los que comprometernos en la
búsqueda de la libertad. Como Nelson Mandela, debemos estar dispuestos a
abrazar el largo camino hacia la libertad.
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