viernes, 24 de junio de 2016

EL CASO DEL BREXIT: ¿DEMOCRACIA Y SOBERANÍA EN LA UNIÓN EUROPEA?



El economista y profesor de economía aplicada de la Universitat de Barcelona Antoni Soy explica en este artículo las deficiencias de una Unión Europea que ha dado motivos a la ciudadanía del Reino Unido a abrir la posibilidad de abandonarla.

No debemos olvidar nunca algunas cuestiones importantes. En primer lugar, al principio la Unión Europea (UE) era una zona con un importante éxito económico, pero más recientemente la situación económica no es tan buena. Durante las dos últimas décadas, los resultados económicos de la UE son pobres en comparación con la de casi todos los países industrializados (EE.UU., Canadá, Australia o incluso el Reino Unido). Se han señalado diferentes razones de esta situación: la política de la UE ha tendido hacia una regulación y una interferencia excesivas que han dado lugar a un gasto insuficiente e ineficiente y a una mala asignación de los recursos; el objetivo de una unión cada vez más estrecha ha absorbido el tiempo y la atención de las élites de Europa, cuando deberían haber estado más ocupadas tratando de promover los factores que contribuyen a un crecimiento económico real; las tendencias de la demografía de la UE con un aumento importante, en términos absolutos y relativos, de la población de edad avanzada; la implantación del euro y los tipos de cambio fijos correspondientes de la moneda.

En segundo lugar, la UE comenzó como parte de la construcción de la Guerra fría después de la Segunda Guerra Mundial, con EEUU aportando recursos económicos, militares, políticos e ideológicos para construir Europa occidental frente al bloque soviético. Los padres fundadores de la UE querían crear un superestado europeo y tenían la intención de conseguirlo a través de un proyecto de integración impuesta por las élites europeas sobre los pueblos, en los que no confiaban. De hecho, no creían en la democracia: estaban convencidos de que ellos sabían qué era lo mejor para los europeos.

Posteriormente, a principios de los años 1980 las secciones más grandes y más potentes del capital europeo se habían recuperado lo suficiente como para ser capaces de desarrollar una estrategia que les permitiera actuar con relativa independencia del capital de EEUU. En 1983, los directores ejecutivos de 17 de las mayores empresas europeas formaron la Mesa Redonda Europea de Industrialistas (ERT) con el fin de generar ideas y movilizar a los gobiernos, los parlamentarios y la opinión pública para la creación de un clima de mercado más favorable en Europa para revitalizar la UE. Obviamente, la ERT ahora es partidaria de la permanencia del Reino Unido en la UE. Su éxito fue evidente cuando Jacques Delors se convirtió en presidente de la Comisión Europea en 1985 y promovió, en primer lugar, el "mercado único" (eliminación de todas las barreras del mercado interior y la libre circulación de bienes, servicios y capitales en la UE), y en segundo lugar, la moneda única a partir del tratado de Maastritcht.

En tercer lugar, la extensión de la adhesión a la UE de los países del Este, que venían del comunismo era probablemente, y en cierto sentido, un hito importante. Pero con esta extensión el mismo concepto de Europa cambió radicalmente. Pero, por desgracia, nadie consideró la idea de que la naturaleza fundamental, el tipo de asociación europea, los objetivos, las instituciones de la UE deberían haber cambiado. Y una vez que la UE se amplió hacia el Este, con países con muy diferentes antecedentes culturales y políticos y niveles mucho más bajos de renta per cápita, surgió el problema significativo e importante de la migración neta del este hacia al oeste de la UE. Y el problema podría ser mayor si la UE pretende continuar la ampliación hacia Serbia, Ucrania y principalmente Turquía con 80 millones de habitantes.

En cuarto lugar, hace ya muchos años la UE planteó la cuestión de implementar una moneda única (Informe Werner, Informe McDougall) pero la conclusión era siempre la misma: son necesarias una unión fiscal y una unión política previas, para poder realizar una unión monetaria adecuada. Las cosas cambiaron con la llegada de Delors a la presidencia de la Comisión Europea debido a que aceleró la puesta en práctica de una moneda única. Sin embargo, muchos expertos han señalado que, finalmente, la aplicación del euro fue, principalmente, una decisión política. Fue una consecuencia de las condiciones en las que Francia podía estar de acuerdo con la reunificación de Alemania. La élite política francesa pensó que la eliminación del marco alemán mantendría la economía alemana al mismo nivel que la francesa y que disminuiría el estatus de Alemania dentro de Europa. Pero ha pasado justamente lo contrario. La combinación de un tipo de cambio fijo (el euro) con la capacidad de Alemania para mantener los salarios y los costos bajos, ha hecho aumentar su competitividad y exportar productos cada vez más competitivos, lo que ha creado asimetrías externas entre los países europeos: una balanza por cuenta corriente masivamente y crecientemente excedentaria en Alemania (y en otros países del núcleo de la zona euro) y un déficit masivo y creciente en la balanza por cuenta corriente en los países periféricos de la zona euro, y hasta en Francia. Así, en lugar de contener a Alemania, el euro ha aumentado su poder dentro de Europa: sólo se deben comparar los niveles de crecimiento y su estructura en Alemania y en otros países de la zona euro antes y después de la implantación del euro. Esto es así porque los tipos de cambio son importantes, son muy importantes. Por otra parte, otros acuerdos importantes (NAFTA, entre Australia y Nueva Zelanda) nos muestran que puede haber un alto grado de integración económica y comercial, sin necesidad de una integración monetaria.

Técnicamente, desde el punto de vista económico hay estudios contradictorios en relación con las consecuencias económicas del Brexit. Por una parte, la posición "oficial" del estudio de la OCDE ( "Las consecuencias económicas del Brexit: una decisión fiscal") o desde el FMI, el Tesoro del Reino Unido y otros "think-tanks" privados las conclusiones son absolutamente negativas, en el corto y en el largo plazo, tanto para el Reino Unido como para el resto de la UE. Por otro lado, el estudio del Fondo de Inversión Woodford realizado por Capital Economics (Roger Bootle) o los Economistas por Brexit que concluye que el Brexit significaría ganancias y pérdidas para la economía del Reino Unido y que, en cualquier caso, "las perspectivas económicas del Reino Unido son buenas ya sea dentro o fuera de la Unión Europea". Algunos han especulado sobre si la UE podría imponer sanciones contra el Reino Unido, como obstaculizar sus exportaciones a la UE. Ahora bien, teniendo en cuenta que la UE en su conjunto es un exportador neto de bienes y servicios al Reino Unido (el Reino Unido es un importador neto de bienes y servicios del resto de la UE con un valor de más de 100.000 millones de euros al año) parece difícil imaginar que alguien (tanto en la Comisión Europea como en los países individuales de la UE) pueda pensar en algo así.

El Brexit, sin duda, tendrá consecuencias económicas, pero no son de ninguna manera inequívocas. Hay estudios contradictorios sobre las consecuencias positivas o negativas, tanto a corto como a largo plazo, tanto para el Reino Unido como para la UE.

Por otra parte, no es lo mismo un "Grexit" (Grecia dejaría la zona euro) que un Brexit: el Reino Unido podría optar por salir de algunos tratados europeos. Sin embargo, en el corto plazo, todos los acuerdos serían válidos hasta que se adoptaran nuevos tratados. Después de algún tiempo, los tratados bilaterales sustituirían los tratados europeos multilaterales y mantendrían la esencia de la relación entre las dos regiones económicas en gran parte intacta. A corto plazo nadie actuará contra el Reino Unido o la "City". A la larga, los británicos serán libres y soberanos de nuevo. La clara desventaja para el Reino Unido, por supuesto, será que ya no podrán tomar parte en las negociaciones de los acuerdos europeos. El peligro real para la UE, sin embargo, no proviene del Reino Unido. Podría venir de otros países en los que también se podría pedir un referéndum. Por lo tanto, el verdadero problema de una posible Brexit es que otros países quieran hacer lo mismo.

Así que, en cualquier caso, la cuestión principal no es económica, sino esencialmente política: el Tratado de Lisboa prevé la posibilidad de que un país pueda salir unilateralmente de la UE (artículo 50), pero las amenazas importantes que la población británica ha sufrido ( y está sufriendo) de diferentes personajes públicos (entre ellos el presidente Obama y las principales autoridades de las instituciones europeas e internacionales) parecen tener la intención de convertir este derecho en una cuestión puramente teórica. Las instituciones que deben garantizar el respeto y el cumplimiento de los tratados son las que amenazan a los ciudadanos y las instituciones democráticas en el Reino Unido porque quieren ejercer un derecho previsto en los tratados de la UE.

Por tanto, la UE está actuando mal en todo caso: o bien los tratados fueron concebidos y escritos mal o bien la UE está actuando mal para dificultar su aplicación. La credibilidad del proyecto europeo está completamente en duda. Una más de las muchas promesas incumplidas por parte de la UE. Una unión que debe amenazar a los otros para conseguir su cooperación no parece tener mucho sentido en términos políticos. No hay objetivos comunes, ni voluntad común, ni un marco en el que discutir y llegar a acuerdos sobre las diferentes posiciones.

Desde el punto de vista de la izquierda, hay muchas y buenas razones claras estratégicas para el Reino Unido (u otros países) para salir de la Unión Europea (UE). La UE no es y no puede llegar a ser una democracia. De hecho, proporciona uno de los ecosistemas más hospitalarios del mundo desarrollado para las corporaciones monopolistas rentistas, para las élites que están esquivando los impuestos y para el crimen organizado. Tiene un ejecutivo tan poderoso que puede aplastar al gobierno izquierdista de Grecia. Un Parlamento tan débil que no puede determinar efectivamente las leyes o controlar su propio ejecutivo. Se subordinan los derechos de los trabajadores a los derechos de los empresarios para hacer negocios libremente. Su banco central se ha comprometido, mediante convenio, a favor de la deflación y el estancamiento por encima del crecimiento. Se prohíbe la ayuda estatal a las industrias con problemas. La austeridad, de hecho, está prevista en el tratado de la UE como una obligación no negociable por los países.

Y la situación es cada vez peor. Los líderes europeos aún no saben si van a dejar que Grecia quiebre o no; todavía no tienen un plan viable para distribuir los refugiados que Alemania aceptó el pasado verano, y después de haber firmado un acuerdo, moralmente cuestionable, con Turquía para devolver los refugiados, ahora existe la posibilidad de un colapso de este trato. Podemos argumentar que otros países tratan a los inmigrantes igual de mal. La diferencia es que en estos países podemos reemplazar el gobierno, mientras que en la UE, no podemos. Después de tantos años de crisis en la zona euro, no hay ningún proyecto de unión fiscal, no hay eurobonos, está sin fondo de rescate de la deuda, no hay ninguna posibilidad de transferencias fiscales debido a que el presupuesto de la UE es económicamente insignificante. En la UE, nadie quiere admitir el fracaso de la unión económica y monetaria. El peso de los ajustes de la crisis todavía se basa totalmente en los países del sur sin ningún comportamiento mínimo de apoyo y de solidaridad por parte de los países del norte.

Con el Brexit hay que hacer una elección fundamental: recuperar la soberanía política y económica, o seguir viviendo en un régimen supranacional regido por instituciones con unas élites que no han sido elegidas de acuerdo a las reglas democráticas y que los ciudadanos no pueden cambiar aunque cometan errores y persistan en hacerlo. El Brexit (aunque creo que no es muy probable, y menos después del ataque terrorista criminal contra un diputada laborista) podría ser la posibilidad de volver a imponer la democracia, promover la justicia social y subordinar las empresas al estado de derecho. El Brexit podría desencadenar una serie de acontecimientos que podrían conducir a una verdadera reforma de la UE en la que los diferentes países podrían sentirse cómodos. Y esta alternativa no debería ser volver a la situación de unos estados nacionales que compiten entre sí o que incluso pueden odiarse el uno al otro. Se trataría de construir una Europa en la que los estados nacionales estuvieran realmente dispuestos a cooperar, sincera y fraternalmente como iguales, en muchos niveles: comercial, económico, social, ambiental... Probablemente, esto es sólo un sueño, una utopía. Pero, como Bill Mitchell ha escrito recientemente, la actual UE y la zona euro actual son realmente una distopía.


Antoni Soy 
7 de maig de 2016


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