El economista
y profesor de economía aplicada de la Universitat de Barcelona Antoni Soy
explica en este artículo las deficiencias de una Unión Europea que ha dado motivos a la ciudadanía
del Reino Unido a abrir la posibilidad de abandonarla.
No debemos olvidar nunca algunas cuestiones importantes. En primer
lugar, al principio la Unión Europea (UE) era una zona con un importante éxito
económico, pero más recientemente la situación económica no es tan buena.
Durante las dos últimas décadas, los resultados económicos de la UE son pobres
en comparación con la de casi todos los países industrializados (EE.UU.,
Canadá, Australia o incluso el Reino Unido). Se han señalado diferentes razones
de esta situación: la política de la UE ha tendido hacia una regulación y una
interferencia excesivas que han dado lugar a un gasto insuficiente e
ineficiente y a una mala asignación de los recursos; el objetivo de una unión
cada vez más estrecha ha absorbido el tiempo y la atención de las élites de
Europa, cuando deberían haber estado más ocupadas tratando de promover los
factores que contribuyen a un crecimiento económico real; las tendencias de la
demografía de la UE con un aumento importante, en términos absolutos y
relativos, de la población de edad avanzada; la implantación del euro y los
tipos de cambio fijos correspondientes de la moneda.
En segundo lugar, la UE comenzó como parte
de la construcción de la Guerra fría después de la Segunda Guerra Mundial, con
EEUU aportando recursos económicos, militares, políticos e ideológicos para
construir Europa occidental frente al bloque soviético. Los padres fundadores
de la UE querían crear un superestado europeo y tenían la intención de
conseguirlo a través de un proyecto de integración impuesta por las élites
europeas sobre los pueblos, en los que no confiaban. De hecho, no creían en la
democracia: estaban convencidos de que ellos sabían qué era lo mejor para los
europeos.
Posteriormente, a principios de los años
1980 las secciones más grandes y más potentes del capital europeo se habían
recuperado lo suficiente como para ser capaces de desarrollar una estrategia
que les permitiera actuar con relativa independencia del capital de EEUU. En
1983, los directores ejecutivos de 17 de las mayores empresas europeas formaron
la Mesa Redonda Europea de Industrialistas (ERT) con el fin de generar ideas y
movilizar a los gobiernos, los parlamentarios y la opinión pública para la
creación de un clima de mercado más favorable en Europa para revitalizar la UE.
Obviamente, la ERT ahora es partidaria de la permanencia del Reino Unido en la
UE. Su éxito fue evidente cuando Jacques Delors se convirtió en presidente de
la Comisión Europea en 1985 y promovió, en primer lugar, el "mercado
único" (eliminación de todas las barreras del mercado interior y la libre
circulación de bienes, servicios y capitales en la UE), y en segundo lugar, la
moneda única a partir del tratado de Maastritcht.
En tercer lugar, la extensión de la
adhesión a la UE de los países del Este, que venían del comunismo era
probablemente, y en cierto sentido, un hito importante. Pero con esta extensión
el mismo concepto de Europa cambió radicalmente. Pero, por desgracia, nadie
consideró la idea de que la naturaleza fundamental, el tipo de asociación
europea, los objetivos, las instituciones de la UE deberían haber cambiado. Y
una vez que la UE se amplió hacia el Este, con países con muy diferentes
antecedentes culturales y políticos y niveles mucho más bajos de renta per
cápita, surgió el problema significativo e importante de la migración neta del
este hacia al oeste de la UE. Y el problema podría ser mayor si la UE pretende
continuar la ampliación hacia Serbia, Ucrania y principalmente Turquía con 80
millones de habitantes.
En cuarto lugar, hace ya muchos años la UE
planteó la cuestión de implementar una moneda única (Informe Werner, Informe
McDougall) pero la conclusión era siempre la misma: son necesarias una unión
fiscal y una unión política previas, para poder realizar una unión monetaria
adecuada. Las cosas cambiaron con la llegada de Delors a la presidencia de la
Comisión Europea debido a que aceleró la puesta en práctica de una moneda
única. Sin embargo, muchos expertos han señalado que, finalmente, la aplicación
del euro fue, principalmente, una decisión política. Fue una consecuencia de
las condiciones en las que Francia podía estar de acuerdo con la reunificación
de Alemania. La élite política francesa pensó que la eliminación del marco
alemán mantendría la economía alemana al mismo nivel que la francesa y que
disminuiría el estatus de Alemania dentro de Europa. Pero ha pasado justamente lo
contrario. La combinación de un tipo de cambio fijo (el euro) con la capacidad
de Alemania para mantener los salarios y los costos bajos, ha hecho aumentar su
competitividad y exportar productos cada vez más competitivos, lo que ha creado
asimetrías externas entre los países europeos: una balanza por cuenta corriente
masivamente y crecientemente excedentaria en Alemania (y en otros países del
núcleo de la zona euro) y un déficit masivo y creciente en la balanza por
cuenta corriente en los países periféricos de la zona euro, y hasta en Francia.
Así, en lugar de contener a Alemania, el euro ha aumentado su poder dentro de
Europa: sólo se deben comparar los niveles de crecimiento y su estructura en
Alemania y en otros países de la zona euro antes y después de la implantación
del euro. Esto es así porque los tipos de cambio son importantes, son muy
importantes. Por otra parte, otros acuerdos importantes (NAFTA, entre Australia
y Nueva Zelanda) nos muestran que puede haber un alto grado de integración
económica y comercial, sin necesidad de una integración monetaria.
Técnicamente, desde el punto de vista
económico hay estudios contradictorios en relación con las consecuencias
económicas del Brexit. Por una parte, la posición "oficial" del
estudio de la OCDE ( "Las consecuencias económicas del Brexit: una
decisión fiscal") —o desde el FMI, el Tesoro del Reino Unido y otros
"think-tanks" privados— las conclusiones son absolutamente
negativas, en el corto y en el largo plazo, tanto para el Reino Unido como para
el resto de la UE. Por otro lado, el estudio del Fondo de Inversión Woodford
realizado por Capital Economics (Roger Bootle) —o los Economistas por Brexit— que concluye que el Brexit significaría ganancias y pérdidas para la economía
del Reino Unido y que, en cualquier caso, "las perspectivas económicas del
Reino Unido son buenas ya sea dentro o fuera de la Unión Europea". Algunos
han especulado sobre si la UE podría imponer sanciones contra el Reino Unido,
como obstaculizar sus exportaciones a la UE. Ahora bien, teniendo en cuenta que
la UE en su conjunto es un exportador neto de bienes y servicios al Reino Unido
(el Reino Unido es un importador neto de bienes y servicios del resto de la UE
con un valor de más de 100.000 millones de euros al año) parece difícil
imaginar que alguien (tanto en la Comisión Europea como en los países
individuales de la UE) pueda pensar en algo así.
El Brexit, sin duda, tendrá consecuencias
económicas, pero no son de ninguna manera inequívocas. Hay estudios
contradictorios sobre las consecuencias positivas o negativas, tanto a corto
como a largo plazo, tanto para el Reino Unido como para la UE.
Por otra parte, no es lo mismo un
"Grexit" (Grecia dejaría la zona euro) que un Brexit: el Reino Unido
podría optar por salir de algunos tratados europeos. Sin embargo, en el corto
plazo, todos los acuerdos serían válidos hasta que se adoptaran nuevos
tratados. Después de algún tiempo, los tratados bilaterales sustituirían los
tratados europeos multilaterales y mantendrían la esencia de la relación entre
las dos regiones económicas en gran parte intacta. A corto plazo nadie actuará
contra el Reino Unido o la "City". A la larga, los británicos serán
libres y soberanos de nuevo. La clara desventaja para el Reino Unido, por
supuesto, será que ya no podrán tomar parte en las negociaciones de los
acuerdos europeos. El peligro real para la UE, sin embargo, no proviene del
Reino Unido. Podría venir de otros países en los que también se podría pedir un
referéndum. Por lo tanto, el verdadero problema de una posible Brexit es que
otros países quieran hacer lo mismo.
Así que, en cualquier caso, la cuestión
principal no es económica, sino esencialmente política: el Tratado de Lisboa
prevé la posibilidad de que un país pueda salir unilateralmente de la UE
(artículo 50), pero las amenazas importantes que la población británica ha
sufrido ( y está sufriendo) de diferentes personajes públicos (entre ellos el
presidente Obama y las principales autoridades de las instituciones europeas e
internacionales) parecen tener la intención de convertir este derecho en una
cuestión puramente teórica. Las instituciones que deben garantizar el respeto y
el cumplimiento de los tratados son las que amenazan a los ciudadanos y las
instituciones democráticas en el Reino Unido porque quieren ejercer un derecho
previsto en los tratados de la UE.
Por tanto, la UE está actuando mal en todo
caso: o bien los tratados fueron concebidos y escritos mal o bien la UE está
actuando mal para dificultar su aplicación. La credibilidad del proyecto
europeo está completamente en duda. Una más de las muchas promesas incumplidas
por parte de la UE. Una unión que debe amenazar a los otros para conseguir su
cooperación no parece tener mucho sentido en términos políticos. No hay
objetivos comunes, ni voluntad común, ni un marco en el que discutir y llegar a
acuerdos sobre las diferentes posiciones.
Desde el punto de vista de la izquierda,
hay muchas y buenas razones claras estratégicas para el Reino Unido (u otros
países) para salir de la Unión Europea (UE). La UE no es —y no puede llegar a
ser— una democracia. De hecho, proporciona uno de los ecosistemas más
hospitalarios del mundo desarrollado para las corporaciones monopolistas
rentistas, para las élites que están esquivando los impuestos y para el crimen
organizado. Tiene un ejecutivo tan poderoso que puede aplastar al gobierno
izquierdista de Grecia. Un Parlamento tan débil que no puede determinar
efectivamente las leyes o controlar su propio ejecutivo. Se subordinan los
derechos de los trabajadores a los derechos de los empresarios para hacer
negocios libremente. Su banco central se ha comprometido, mediante convenio, a
favor de la deflación y el estancamiento por encima del crecimiento. Se prohíbe
la ayuda estatal a las industrias con problemas. La austeridad, de hecho, está
prevista en el tratado de la UE como una obligación no negociable por los
países.
Y la situación es cada vez peor. Los
líderes europeos aún no saben si van a dejar que Grecia quiebre o no; todavía
no tienen un plan viable para distribuir los refugiados que Alemania aceptó el
pasado verano, y después de haber firmado un acuerdo, moralmente cuestionable,
con Turquía para devolver los refugiados, ahora existe la posibilidad de un
colapso de este trato. Podemos argumentar que otros países tratan a los
inmigrantes igual de mal. La diferencia es que en estos países podemos
reemplazar el gobierno, mientras que en la UE, no podemos. Después de tantos
años de crisis en la zona euro, no hay ningún proyecto de unión fiscal, no hay
eurobonos, está sin fondo de rescate de la deuda, no hay ninguna posibilidad de
transferencias fiscales debido a que el presupuesto de la UE es económicamente
insignificante. En la UE, nadie quiere admitir el fracaso de la unión económica
y monetaria. El peso de los ajustes de la crisis todavía se basa totalmente en
los países del sur sin ningún comportamiento mínimo de apoyo y de solidaridad
por parte de los países del norte.
Con el Brexit hay que hacer una elección
fundamental: recuperar la soberanía política y económica, o seguir viviendo en
un régimen supranacional regido por instituciones con unas élites que no han
sido elegidas de acuerdo a las reglas democráticas y que los ciudadanos no
pueden cambiar aunque cometan errores y persistan en hacerlo. El Brexit (aunque
creo que no es muy probable, y menos después del ataque terrorista criminal
contra un diputada laborista) podría ser la posibilidad de volver a imponer la
democracia, promover la justicia social y subordinar las empresas al estado de
derecho. El Brexit podría desencadenar una serie de acontecimientos que podrían
conducir a una verdadera reforma de la UE en la que los diferentes países
podrían sentirse cómodos. Y esta alternativa no debería ser volver a la
situación de unos estados nacionales que compiten entre sí o que incluso pueden
odiarse el uno al otro. Se trataría de construir una Europa en la que los
estados nacionales estuvieran realmente dispuestos a cooperar, sincera y
fraternalmente como iguales, en muchos niveles: comercial, económico, social,
ambiental... Probablemente, esto es sólo un sueño, una utopía. Pero, como Bill
Mitchell ha escrito recientemente, la actual UE y la zona euro actual son
realmente una distopía.
Antoni Soy
7 de maig de 2016