Herbert I. Schiller
nació en la isla de Manhattan de la Ciudad de Nueva York en 1919, hijo único de
Gertrude Perner y Benjamin Schiller. Su padre era un experto orfebre y fue una
de las primeras víctimas de la Gran Depresión, despedido y desempleado entre 1919-1939.
La crisis económica de los años 30 y su impacto en su propia familia tuvo una
poderosa influencia en el desarrollo y la visión del mundo de Schiller.
Schiller asistió a la
escuela pública elemental, la superior y la universidad en la ciudad de Nueva
York, graduándose en el City College de Nueva York en 1940. Recibió su M.A. en
la Universidad de Columbia en 1941 y fue inmediatamente a Washington D.C. para
hacerse cargo de un empleo en las agencias gubernamentales que proliferaron en
relación con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Un año más tarde fue
movilizado y pasó tres años en el Ejército de los Estados Unidos, dos y medio
de los cuales transcurrieron en el extranjero, en el Norte de Africa. Su vida
en un área colonial (francesa) supuso otro elemento determinante de la
educación básica de Schiller.
Tras la
desmovilización en 1945, volvió a Europa para pasar otros tres años trabajando
para el Gobierno Militar de los Estados Unidos en Alemania, con base en Berlín.
La restauración del capitalismo en Berlín proporcionó otro importante conjunto
de experiencias a su desarrollo político-intelectual.
En 1948 Schiller
volvió a los Estados Unidos, inició un intenso período de preparación para
obtener el PhD., que recibió en 1960. Durante este período,enseñó en el
Instituto Pratt de Brooklyn y en el City College de Nueva York, y empezó a
formar una familia.
Schiller aceptó un
empleo en la Universidad de Illinois en 1961 y permaneció allí hasta 1970. Fue
en esta época cuando se operó el cambio de su estudio de recursos económicos al
campo de la comunicación y la publicación de su primer libro, Mass
communication and American empire.
En 1970, Schiller se
trasladó a la Universidad de California en San Diego, donde ha permanecido
hasta la actualidad. Se retiró en 1990 pero sigue escribiendo, enseñando en el
Departamento, viajando y dando conferencias. Es tambien Profesor Visitante de
la Universidad Americana en Washington D.C. y de la Universidad de Nueva York. Una
de sus actividades más conocidas ha sido su serie de vídeo, Herb lee el New
York Times, que lanzó con Paper Tiger Television en 1981.
EDUCACIÓN Y PRIMERAS
INFLUENCIAS
Vincent Mosco: Me gustaría
comenzar preguntándole sobre algunas de las influencias en su carrera tal vez
empezando por hablar sobre su educación, sobre lo que pueda haber habido en
ella que haya influido en su desarrollo.
Herbert I. Schiller: Si hago una
visión retrospectiva yo diría que, además de eso, incluiría también dos
influencias formativas determinantes. Una fue la situación económica general
existente cuando yo era un adolescente, incluso antes de serlo, y cómo esa
situación económica general me afectó a través de mi familia, de mis padres. Y
la otra condición paraeducativa fue la Segunda Guerra Mundial y especialmente
mi intervención en ella como joven funcionario del Gobierno Militar de los
Estados Unidos en Alemania entre 1946-1948, de la que obtuve una profunda
comprensión de cómo una sociedad era destruida y reconstruida.
M: ¿Tuvo que trabajar
en algún momento en esa época?
S: Nunca tuve que
trabajar. Bueno, eso no es correcto. Trabajé en algunos empleos cuando estaba
en la Universidad. No en la Escuela Superior, sino en la Universidad. Fui a la
universidad libre, el City College. Tuve tres tipos distintos de trabajos; dos
de ellos eran trabajos incluidos en los presupuestos sociales del New Deal, la
Administración Nacional Juvenil, en la que trabajaba 30 horas al mes a 50
centavos la hora. Trabajaba en alguna oficina, alguna agencia de la universidad,
preparando nóminas. La segunda fuente de empleo fue un trabajo en unos grandes
almacenes en la ciudad de Nueva York dos noches a la semana y todo el día los
sábados.
M: ¿Que estudió Vd.?
S: Estudié Economía. Pero
eso también fue una elección inducida por la Depresión. Tal como lo estamos
viendo ahora en los 90, los estudiantes tratan de ver cuál es la mejor apuesta,
la mejor posición, cuál es la mejor garantía. A menos que se tengan unos
ingresos familiares u oportunidades que permitan graduarse en algún campo
esotérico que a uno le apetezca. Ya sabe, como estudios culturales [ríe]. Mis
inclinaciones discurrían generalmente por el drama y la literatura. Si pudiera
decir que tenía alguna idea real de lo que quería ser diría que actor o
reportero. Puede que usted recuerde que el City College era no solamente una
escuela gratuita, sino también una escuela a la que casi totalmente la clase
media judía, incluso la clase trabajadora, enviaba a sus niños. Era
mayoritariamente masculina, cuando yo estaba allí, y era un lugar muy poco
usual, con una gente joven extraordinariamente inteligente, porque el College
sólo aceptaba a las capas cimeras de las clases de la escuela superior. No sólo
eran muy inteligentes, sino que además estaban estimulados a dar lo mejor de sí
mismos bien por su ambiente familiar, bien por propia iniciativa.
Y era ciertamente un
ambiente que resultaría distinto de la experiencia de la de la mayoría de
estudiantes en el período de postguerra y, desde luego, de los 80 y los 90. En
el comedor, donde todos íbamos con nuestras comidas en bolsas de papel, se
formaban por todos los rincones grupos en los que se podían encontrar todas las
tendencias políticas, la Tercera Internacional, la Cuarta Internacional, todos
estaban allí junto con otros grupos, debatiendo con enorme intensidad. Roosevelt
nos había sacado parcialmente de la crisis económica del principio de los años
treinta y había un incremento de actividad económica, aunque eso no le había
proporcionado un trabajo a mi padre. Entonces, en el 37, se produjo otra aguda
crisis. Sabíamos que no había trabajo. No teníamos esperanzas.
M: ¿Así que se
trasladó del City College a la Universidad de Columbia?
S: Seguí haciendo
cursos y obtuve el MA en Economía en Columbia. Fue una revelación, porque vine
a darme cuenta de hasta qué punto era inadecuado el proceso de graduación. Los
libros de texto utilizados por entonces no eran otra cosa que espantosas
mezcolanzas conservadoras presentadas de manera que resultaban disecciones
abstraidas de la realidad. Eso sin decir nada de las teorías que presentaban. Pero
mi instrucción real vino de distintos tipos de fuentes. Yo diría que estoy muy
en deuda, lo crea o no, con algunas de las sesiones gubernamentales que se
produjeron en los años 30, y que fueron el resultado de la crisis que estimuló
a algunos comités del Congreso a hacer interpelaciones, si no otra cosa, sobre
algunas de las áreas problemáticas. Para que quede constancia, quiero llamar la
atención sobre dos conjuntos de sesiones. Hubo muchas más, pero esos dos
tuvieron una gran influencia en mi educación. Las primeras fueron las sesiones
sobre Libertades Civiles de La Follete que no estuvieron enfocadas exclusivamente
sobre Economía, aunque hubo bastante información económica. Pero las sesiones
pusieron sobre el tapete, con mucha documentación, el comportamiento de las
compañías americanas. Las industrias que yo seguí de cerca en aquella época
fueron las de carbón y las factorías siderúrgicas, las áreas mineras de carbón
del país y cómo perseguían su beneficio, haciendo su política laboral, su
increíble control de la fuerza laboral y sus esfuerzos para suprimir cualquier
tipo de tendencia a la unión. Estos fueron casos que me abrieron los ojos de
tal manera que no es posible sobreestimarlos ni exagerarlos.
Las otras sesiones
que me impactaron enormemente fueron las del Comité de Economía Nacional
Temporal, que se celebraron en 1938, 1939 y 1940, justo antes de que entráramos
en guerra. Fueron estudios de la economía americana. De ellos aprendí Economía.
La estructura monopolística de la industria fue presentada con detalle empírico
y rica documentación.
M: ¿Tuvo usted que
escribir alguna tésis de máster?
S: Sí, escribí una
tésis de máster sobre el tema de la publicidad de las devoluciones del impuesto
sobre la renta: ¿debería o no debería haber acceso abierto a las devoluciones
del impuesto? Era un tema de importancia. Y una vez más vino la cuestión del
grado de apertura y de si los que poseían riqueza y grandes ingresos aceptarían
cualquier clase de contabilidad. Era realmente una cuestión de clases. Más bien
una tésis de tipo informativo. Aunque el campo de la información me era extraño.
Mi profesor era un tipo de Columbia de lo más conservador, pero un individuo
muy decente. Recuerdo que me dijo: "Me parece que siente usted animosidad
contra los negocios. No obstante, si le da a ésto forma es posible que consiga
publicárselo".
LA SEGUNDA GUERRA
MUNDIAL Y LA RECONSTRUCCIÓN ALEMANA
M: Dijo antes que la
Segunda Guerra Mundial tuvo una influencia substancial en su educación.
S: Ingresé en el
Ejército. Debo admitir que no fui voluntario. Esperé hasta que me reclutaron. Presenté
una solicitud para una comisión cuando estaba en Washington, y tengo la fuerte
sospecha, basada en montones de pruebas indirectas, de que esa solicitud me fue
denegada porque yo no era considerado un buen candidato a oficial. Mi solicitud
era, curiosamente, para una comisión naval. Se pasaron por mi apartamento y se
enteraron de que yo había dado algunas fiestas en las que había permitido la
participación de negros.
M: Usted fue
reclutado al año escaso de llegar a Washington. ¿Para qué agencia trabajaba?
S: Comencé en el
Ministerio de Trabajo. Ese fue mi primer empleo. Duró seis meses. Luego fuí a
la Junta de Producción de Guerra, uno de los nuevos organismos que se ocupaban
de la asignación de recursos. También estuve intentando organizar, o animar a
los trabajadores a organizarse en un sindicato, Trabajadores Federales Unidos. Eso
no fue considerado una buena idea por parte de los ejecutivos de la Junta.
M: Le reclutaron y se
encontró usted en el Ejército.
S: Descubrí para mi
sorpresa que la mayor parte del país era distinta de las personas a las que
estaba acostumbrado a tratar en el City College. La mayoría eran de clase
trabajadora. Muy pocos estaban sindicados. Me dí cuenta de que las cuestiones
que se debatían y se tomaban en consideración en el ambiente universitario y en
Washington eran totalmente ajenas a las preocupaciones cotidianas de la gente
común. Esto me abrió realmente los ojos. Los universitarios y los burócratas no
están muy próximos a las preocupaciones y actividades de la mayor parte de las
personas.
M:¿En qué consistía
su trabajo?
S: En el Ejército la
mayor parte de nuestro trabajo carecía de significado. Me pusieron en una
escuela administrativa para aprender a escribir memorandos. Así que aprendí a
escribir memorandos y cómo dirigirme a los oficiales superiores y luego fuí
clasificado como administrativo. Después, cuando fuí enviado al extranjero, llegué
a la conclusión de que este tipo de trabajo no era muy gratificante. Estuve
dándole vueltas a la manera de salvar mi situación. Una fue organizar un
periódico. Yo estaba destinado en una base muy grande, primero en las afueras
de Argel, luego en las afueras de Casablanca. Estuve allí casi dos años. Empecé
yo solo haciendo una hoja mensual de noticias que mecanografiaba en un cliché. Conseguí
que la oficina me autorizase a utilizar la máquina ciclostil, hice unas
doscientas copias de un panfleto de 2 ó 3 páginas que llamábamos, con extrema
generosidad, un periódico. Daba información sobre episodios personales y algo
de narrativa. Lo acompañaba de un texto para los soldados. En vez de escribir
una carta, se podía enviar ésto a casa. Tuvo mucho éxito y una gran expansión. Los
oficiales, al no encontrar ninguna objeción, le dieron un poquito de apoyo. Entonces
empecé a escribir editoriales. Esto estaba estrictamente fuera del código
militar.
M: ¿Así que cuando
terminó la guerra, usted continuó en el Ejército?
S: No, fuí
desmovilizado. Y para darle otra indicación de que el estudio de la comunicación
aún no formaba parte de mis intereses básicos, según el transporte de tropas se
acercaba a la costa americana, empezamos a recibir señales de radio. Cuanto más
escuchaba la radio americana más me disgustaba. A medida que la mayoría de la
tropa se volvía absolutamente loca de entusiasmo, yo al escuchar esa bazofia
empecé a preguntarme : ¿deseo realmente volver aquí? Estos sentimientos se
hicieron cada vez más fuertes y recibieron un impulso cuando se me presentó la
oportunidad de volver a Europa y trabajar en el gobierno militar en Alemania, no
como militar, sino como civil. La acepté. Volví en marzo del 46. El tiempo que
pasé en los Estados Unidos tras la desmovilización fue realmente muy breve. Cuatro
meses.
En Alemania, fuí
testigo de la resurreción del poderío económico alemán como subproducto del
anticomunismo. Vi la depravación de lo que supuestamente era la desnazificación.
Vi cómo volvía la imposición de precios por parte de la industria alemana. Vi
la manera, absolutamente impresionante, en que se ponía todo tipo de obstáculos
en el camino de los partidos de izquierda que se oponían a tales políticas. Vi
la segregación de la Alemania oriental y occidental que se llevó a cabo para
evitar cualquier oportunidad real de cambio social en el Oeste. Esto se hizo
con gran habilidad y destreza. Valoré mucho a los que administraron ese proceso.
Esto demostraba también que estas cosas no suceden por simple azar, que existe
una conciencia de clase en la cumbre. Aunque se niega en las capas inferiores, existe
en las superiores.
INVESTIGACIÓN DE
DOCTORADO Y PRIMERAS ENSEÑANZAS
M: ¿Así que volvió
usted a Estados Unidos a mediados del 48?
S: Sí, me tomé una
año libre porque aún me resistía a volver a la vida académica. Me matriculé en
Columbia acogiéndome al plan del Gobierno para licenciados del ejército, para
obtener el doctorado, pero no tardé en darme cuenta de que ésto era fútil. Sólo
a título de ejemplo, seguí un curso sobre el movimiento internacional de
trabajadores impartido por un profesor muy distinguido. Y habiendo vuelto hacía
poco de observar cómo estábamos destruyendo ese movimiento, aquel individuo lo
planteaba en términos totalmente diferentes. Enseguida me di cuenta de que era
una pérdida de tiempo. Así que me pasé un año, con gran consternación de mis
suegros, sentado en el dormitorio de mi apartamento leyendo libros de mi propia
elección. Ese fue mi periodo de ajuste. Finalmente acepté un empleo, un empleo
universitario en el Instituto Pratt, allá por 1949. Comencé a tiempo parcial
enseñando un par de cursos. Luego me replanteé mi reacción inicial de no
acceder a una educación superior. Por supuesto tenía el plan del gobierno, y
las privaciones que había pasado en los años 30 me hicieron recapacitar que no
sería sensato tirarlo por la borda, así que me matriculé en los cursos de
doctorado en la Universidad de Nueva York y los seguí de forma inconstante
durante diez años. Eso fue más o menos entre 1950 y 1960. Estuve constantemente
en el umbral del máximo de permanencia en el programa. Le dediqué el esfuerzo
mínimo necesario para ir tirando. Luego llegó un momento en que tuve que
tomármelo en serio. En el último año y medio, me presenté a los exámenes, elegí
un tema y me dediqué a él.
M: ¿Qué tema?
S: La contribución
económica de los Estados Unidos a la Administración Compensatoria y de
Rehabilitación de las Naciones Unidas. Demostré, según creo, que ya en 1944 las
tácticas de la Guerra Fría Americana eran evidentes en la manera en que se
estaba gestionando la ayuda a Europa y especialmente a los países del Este
europeo y la Unión Sovietica. No llegaba a aquellas sociedades que no se
consideraban merecedoras de ella. Así que hubo coherencia desde el primer
momento.
M: ¿Qué hizo una vez
que estuvo en posesión del título?
S: No se olvide que
yo estaba enseñando a jornada completa mientras sucedía todo ésto. Por
comparación con años más recientes, estaba enseñando 15 horas, cinco
preparaciones en el Instituto Pratt y dos, a veces tres cursos durante otras
seis a nueve horas en el City College. De manera que estuve enseñando entre 21
y 24 horas a la semana durante varios años. A veces tenía seis o siete
preparaciones de 21 a
24 horas de clase a la semana. En dos sitios distintos.
M: ¿Así que que
estaba a jornada completa?
S: ¿Jornada completa?
Estaba exhausto todo el tiempo. El lado positivo de ésto es que me ayudaba
mucho a desarrollar la capacidad de improvisación,la habilidad para hablar
sobre un tema con una preparación mínima. La adquisición de ese talento era
digna de ser tenida en cuenta.
EL PRINCIPIO DE LAS
INVESTIGACIONES SOBRE COMUNICACIÓN
M: La primera
referencia suya en temas de comunicación que conozco es la de Comsat [Communication Satellite Corporation] en The
Nation en 1965.
S: Hubo un encuentro
que se celebró en Montreal, la Asociación Americana para el Avance de la
Ciencia, y yo presenté un trabajo sobre el Espectro Radioeléctrico como Recurso
Natural. Era resultado de mi trabajo anterior acerca de los recursos. Lo que
escribí en aquella comunicación fue que el espectro radioeléctrico se debía
considerar de la misma manera que el petróleo o el carbón, como un recurso, que
no era ilimitado. La comunicación no tocaba solamente el aspecto del recurso, sino
también el cultural e informacional. El espectro radioeléctrico era un recurso
natural con unas cualidades peculiares, poco corrientes y muy valiosas. Para mí,
fue el puente hacia el trabajo en comunicación.
Otro factor que
encajó dentro de mi interés general fue el hecho fortuito de la existencia del
Instituto de Comunicación de la Universidad de Illinois. Este era un centro
clave para estudios de comunicación. Algunas de las figuras principales de la
investigación en comunicación habían pasado por allí. El hombre que estaba allí
por aquella época, al que yo conocí, era Dallas Smythe que estaba preparando su
marcha a Canadá. Dallas fue el fundador del programa de graduados en
Comunicación de la Universidad de Illinois, y también en cierto sentido el
fundador del campo de la economía política de las comunicaciones. Estaba
abierto a la idea de que yo me encargase de impartir su curso; yo no hice
presión sobre ello, pero dije que estaría dispuesto a hacerlo. En el curso 1968-1969
me hice cargo del curso. Aún permanecí en el Departamento de Investigación de
Economía y Negocios hasta que dejé la Universidad de Illinois, pero ya por
aquella época empecé a verme a mí mismo como alguien cuyo área de interés era
la comunicación. Publiqué Mass Communication and The American Empire en 1969, pero
había empezado a escribirlo en el 65, con los trabajos del Comsat en el 66 y 67.
Se podría decir que empecé a mediados de la década de los 60.
EL IMPERIALISMO DE
LOS MEDIOS
M: Quisiera empezar a
hablar de su primer libro, Mass Communication and the American Empire, que me
pareció un libro extraordinario por muchos conceptos, al aunar el interés por
lo militar, la tecnología y el imperialismo, y ésto en un momento en el que, que
yo sepa, no había nadie que se ocupase de estudiar cómo encaja la comunicación
en un complejo militar industrial. ¿Cómo empezó usted a investigar para este
libro, particularmente a la luz del hecho de que hubiese tan poca gente
haciendo investigaciones en tal área?
S: Una de las cosas
que más me ayudó en esta tarea fue el hecho de no tener ninguna preparación
formal en el campo de la comunicación. No tenía que plantearme disquisiciones
académicas ni pelearme con teorías formales que, básicamente, no hubieran sido
sino obstáculos. Y así entré de nuevas en este campo, con mi formación en la
economía de recursos, en economía política. Todo este nuevo campo parecía
abierto al examen y tuve un brote de entusiasmo para afrontar su estudio. El
libro no fue escrito como un proyecto con principio y fin con una planificación
y estructuración determinadas. Fue el resultado de diversos artículos y otros
escritos que ya tenía hechos y entre los que empecé a ver alguna conexión. Los
puse juntos con algún material de conexión. No empezó como un proyecto
considerado como tal. Mucho de todo ello surgió del caracter general de la
época,y de lo que por entonces estaba sucediendo. Aquí estaba la potente
economía americana que había asumido tan gran influencia en el ámbito
internacional después y como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Ahora
este peso estaba desapareciendo. Mucha gente había notado ésto, pero yo
encontré lo que me pareció ser una nueva esfera de control: la comunicación
social.
M: Usted indica que
el libro no trata solamente del imperialismo de los medios. Tal y como yo lo
veo, el libro trata del poder, del poder de los negocios y del gobierno. En su
siguiente libro, Mind Managers ,dedica más tiempo a hablar del contenido real
de los medios.
S: Como comentario
breve, lo que yo tenía en la cabeza una vez que salió el libro del Imperio, era
que debía presentar a continuación todo el conjunto con un libro más enfocado a
la escena nacional. Mass Communication and The American Empire tenía, ciertamente,
su componente nacional, pero tendía a observar cómo esta estructura interna se
imponía a sí misma en el exterior. Con Mind Managers, traté de demostrar cómo
funciona el sistema en el interior del país; sus mecanismos para obtener la
aceptación y el apoyo públicos. Por supuesto que había ciertas consideraciones
de tipo internacional, pero era esencialmente nacional.
M: También me pareció
interesante, y no me dí cuenta hasta hace poco, que Mind Managers se publicó el
mismo año que The Coming of a Post-Industrial Society de Daniel Bell, en 1973. Lo
que encontré interesante es que ambos libros traten prácticamente del mismo
tema. Mientras que usted hablaba de los militares en su primer libro cuando
casi nadie más escribía sobre éso, en el segundo hablaba extensamente sobre la
información como área temática en un momento en el que raramente se hablaba de
ella.
S: Hubo algunas
reacciones iluminadoras, de ésas que no se producen con frecuencia, especialmente
si se escribe sobre temas críticos. Sólo se las oye indirectamente, por
descuido, o no se las oye en absoluto. Pero en Mind Managers, hay un capítulo
sobre encuestas de opinión en el que yo intentaba mostrar cómo se diseñaban las
encuestas y el papel que representan. En él, tuve que hablar de alguna de las
primeras empresas encuestadoras, como Roper y Gallup. El capítulo sobre
encuestas apareció por primera vez en forma de artículo en Psychology Today. Le
pusieron un título inflamable: "Las encuestas son prostitutas para el Status Quo.
Esto provocó una reacción inmediata por parte de algunos científicos sociales". Sintieron
que era insultante la sugerencia de que existía una colaboración entre ellos y
el sistema oficial.
M: Pero usted estaba
atacando un tema muy sensible. El planteamiento de Comsat era sobre la guerra
fría y la manera de vencer a los soviéticos.
S: Ese área de
influencia y poder que yo estaba examinando no era apreciada aún ni siquiera
por la izquierda. No había ninguna visión izquierdista coherente de estas cosas,
ningún aprecio de la izquierda sobre su importancia. Lo que realmente suscitó
el interés nacional sobre Mass Communication and the American Empire fue la
valiente reseña de Robert Sayon en Saturday Review a finales del 69. Beacon se
hizo cargo del libro y lo editó en rústica en el 71. Un editor español hizo
otras ediciones, primero en Barcelona, y luego los brasileños lo cogieron para
traducirlo al portugués. El título de la edición española, que me pareció muy
interesante, fue Comunicación de masas e imperialismo yanqui. Creo que apuntaba
en una dirección atinada.
LA LUCHA CONTRA EL
IMPERIALISMO DE LOS MEDIOS: LA COMUNICACIÓN Y EL DOMINIO CULTURAL
M: Volviendo a otro
libro suyo: una de las cosas que me extraña en Communication and Cultural
Domination es que es uno de los primeros puntos de su trabajo en que describe
un esfuerzo, en este caso Chile, por contrarrestar el imperialismo de los medios
mediante la resistencia y la creación de medios alternativos. ¿Es ésto algo que
se produjo como resultado de un interés suyo o fue simplemente una oportunidad
de ir a Chile?
S: Fue una
oportunidad de observar algunos esfuerzos incipientes para crear una
programación alternativa en un tipo de sistema social diferente. Por supuesto
hubo mucha gente involucrada, pero los que yo traté eran muy creativos y tenían
gran capacidad analítica; dos, en particular, Ariel Dorfman, que desde entonces
se ha convertido en un escritor internacionalmente aclamado cuyas obras se
están produciendo ahora en Broadway, y Armand Mattelart. Ellos estaban
intentando formas y contenidos alternativos para la literatura chilena, libros
de comics, literatura y canción popular, que hasta aquel momento no habían sido
en nada diferentes de las que experimentamos aquí. De hecho, Chile no era
distinto de otras partes de Latinoamérica, un campo donde volcar nuestros
productos de cultura popular y comunicación de masas. Los chilenos, entre 1971
y 1973, intentaban desarrollar cuentos infantiles, libros de comics, y formas
literarias y revistas que fuesen algo diferente. Fue un intento encomiable y, a
mi juicio, muy prometedor. Por supuesto que uno de los clásicos que salieron de
ese periodo fue How to Read Donald Duck (Cómo leer al Pato Donald) de Dorfman y
Mattelart.
M: Con el libro Who
Knows volvió a los temas nacionales, en la medida de lo posible con los
negocios transnacionales, tomó el tema de la privatización y la
comercialización. ¿Qué le indujo a dirigir su atención a estas cuestiones?
S: Casi todos estos
proyectos, desde el primer libro en adelante, se lanzaron a causa de lo que yo
percibía que era la realidad existente y las cambiantes corrientes centrales de
dicha realidad. Lo que quedó claro al final de los 70 (el libro Who knows se
publicó en 1981), fue el fuerte impulso para privatizar la economía. Y todo
ésto empezó mucho antes de la época Reagan. Realmente empezó en la de
Eisenhower, en los 50, aunque hubo interrupciones en los 60. Pero el cambio de
la economía en favor de los grandes negocios ha sido un patrón permanente que
se aceleró en los 70 y que, por supuesto, alcanzó enormes proporciones en la
década de los 80. Desde que mis propios intereses se habían inclinado más y más
hacia la esfera informacional, empecé a examinar de qué manera la privatización
estaba influyendo en este área. Y como también estaba convencido de que esta
esfera informacional estaba jugando un importante papel en la economía, pensé
que ésto no era simplemente un fenómeno secundario, sino una tendencia muy
significativa.
M: Cuando penetramos
en Information and the Crisis Economy, si se me permite usar uno de esos
conceptos teóricos, nos encontramos con uno de los libros más dialécticos que
ha escrito usted. Hasta este libro, usted se concentraba en el poderío
preponderante de los negocios y del Estado, del poder y el control ejercidos
por el sector de las corporaciones.
S: Sí, creo que ésto
es una indicación de la manera en que mi propio pensamiento y mi trabajo se ven
afectados por las circunstancias materiales en que me encuentro. En mis
primeros trabajos, particularmente en los dos primeros libros, el sistema
americano iba a galope. Había muy pocas expectativas de que la dominación que
estaba siendo ejercida tuviese alguna probabilidad de cambio. En mi primer
libro, el Imperio está en la cumbre. Por supuesto, ésto lo puedo decir ahora, no
lo sabía entonces. Posiblemente, yo podría haber mejorado las cosas indicando
que esta situación iba a tener una existencia corta y que había otras
tendencias que podían contrarrestarla. No es que yo pensase ésto
conscientemente, pero viéndolo en perspectiva, diría que mi intención principal
no era decir cómo ésto se iba a modificar o limitar, sino llamar la atención, con
un grito, y decir que ésto está donde está, ¿es que no veis lo que está pasando?.
Más que decir que a la larga ésto va a mejorar, que no es precisamente lo que
dicen los apologistas, sino que tendría estas cualidades: ya sabe, decir "no
os excitéis tanto, ésto no es más que un desarrollo cíclico, ¿no veis que hay
medidas correctoras en marcha?", yo intentaba de foma deliberada hacer muy
evidente que éstas eran las características del momento y que había en ellas
aspectos muy alarmantes. Al entrar en la década de los 80 se hace evidente, por
muchas razones, que este sistema está empezando a encontrar algunos obstáculos
muy serios en el campo internacional. Existen problemas, pero yo aún soy capaz
de decir que el sistema sigue su curso por este o aquel camino e introduce
estos cambios para su propio beneficio. Pero ¿se cumplirán estas expectativas
dado que se están intensificando los problemas afuera? De manera que yo
contestaría a su pregunta diciendo que los dos primeros libros carecían de esa
cualidad extra y ésto es una deficiencia, pero trato de explicarlo.
En tanto que, ahora, carecer
de esa condición dialéctica sería ignorar la realidad presente.
M: La interpretación
que saco es que no es tanto que estuviese usted interesado en las corrientes de
oposición como en los fallos fundamentales o contradicciones del sistema.
S: Hace poco leí unos
comentarios, extraordinarios a mi juicio, de George Schultz, que fue Secretario
de Estado y antes de éso Secretario de Comercio y antes de éso profesor de
Relaciones Industriales de la Universidad de Chicago, y también uno de los
principales miembros corporativos de Bechtel, una importante multinacional de
la construcción con gran actividad en Oriente Próximo. En sus observaciones, dijo
que tenía que hablar sobre lo que le había sucedido al movimiento laborista
americano. Dijo que se sentía decepcionado con él por la manera en que se había
debilitado. Al mismo tiempo, reconoció que como antiguo ejecutivo de las
grandes compañías le hubiera encantado ver a los sindicatos hundidos y hechos
pedazos, pero que pensando en el interés nacional, debía reconocer que éste era
un problema serio porque conducía a una falta de equilibrio en la sociedad. Leí
estas declaraciones con fruición porque, si lee Information and the Crisis
Economy, ésta es una de las paradojas sobre las que yo llamaba la atención: Sí,
nuestro sistema tenía básicamente éxito en vencer y debilitar el movimiento
sindical pero ésto acabaría por causar más adelante graves problemas para el
equilibrio sistemático. Que Schultz admita ésto siete u ocho años más tarde es
muy satisfactorio.
CULTURA, INC.
M: Estoy interesado
en el cambio que se produce aquí de la información a la Cultura. Usted ha
escrito sobre la cultura en el pasado. En la década de los años 80 se interesó
más por el campo de la información.
S: Una vez más, este
cambio de acento proviene de una realidad transformada. Cuando yo hablaba de
los medios de comunicación americanos hace 20 o 25 años, estaba hablando de
grandes empresas. Hoy, éstas son conglomerados culturales, estructuras que son
poderosas en el dominio del conocimiento y la persuasión. No estamos
considerando un mero difusor, estamos hablando de un comunicador de noticias, de
alguien que recoge o crea música, que produce películas o televisión. Todas
estas son actividades que pertenecen a estructuras unificadas que las dirigen, ya
sea McGraw-Hill, Dow Jones, Murdoch, o Bertelsmann. Hoy, cuando estoy hablando
de cultura me estoy refiriendo a estos paquetes integrales que nos rodean desde
la infancia. No se puede hablar de un medio aislado con alguna probabilidad de
contar la historia completa. Por supuesto que se debe estudiar la radio o la
televisión, pero si se quiere llegar a una comprensión total de lo que le está
pasando a la gente, por qué se está comportando de la manera que lo hace, no se
puede explicar solamente diciendo que están leyendo tal libro, o viendo tal
serie de televisión o tal tipo de películas. Esto no nos da una idea completa.
Cuando uno va a ver
Star Trek III está todo allí junto: la música, los efectos visuales, la
narrativa, todo está allí.
M: Otra cosa que
llama la atención del libro es que creo que es la primera vez que usted ha
entrado de forma real y explícita en la crítica académica.
S: Sí.
M: Aquí ha entrado
usted en el trabajo de los que podríamos denominar investigadores de estudios
culturales, del análisis del discurso, de las audiencias culturales y cosas así.
A través de los años, se ha colocado por encima de lo académico, en parte
debido a su forma de entender el mundo como algo más extenso que lo meramente
universitario.
S: No quería verme
envuelto en esas pequeñas refriegas que no conducen a nada. Pueden parecer
importantes en el campus, pero dificilmente en cualquier otro sitio. La
temática de mi trabajo no se reduce a una mera contienda académica. Sin embargo,
consideré que en este caso era necesario porque estaba describiendo un completo
aparato cultural. Tenía que tener en cuenta a los que dicen que no existe tal
aparato, o que adoptan la posición de que podemos manejarlo porque podemos
llevar a él nuestra capacidad para responder y trascenderlo. Así que en esta
cuestión mi postura no fue la de apuntarme tantos académicos, que realmente me
importan un bledo. Más bien, era crucial para mi argumento central insistir en
que lo que se estaba discutiendo era algo que iba más alla de esas
explicaciones nada convincentes.
M: De todas formas, debe
usted considerar esta tendencia como una aceptación por parte del mundo
académico por primera vez en su carrera.
S: Lo considero así
en gran medida. De hecho, lo encuentro en reacciones a todos los libros
precedentes. Lo veo incluso en la literatura de la que, debo admitir que no
estoy muy al tanto. Pero siempre que echo un vistazo a las publicaciones de
comunicación y cultura, me encuentro con esta corriente y siento una auténtica
responsabilidad hacia la gente más joven, hacia los estudiantes licenciados, si
no para ponerles en contra de esta tendencia, sí para ayudarles por lo menos a
reconocer lo que representa este análisis y las consecuencias que tiene. Déjeme
añadir otra cosa. No es como si yo tomara la iniciativa o como si estuviera
creando un argumento. En un sentido muy real estoy afirmando la otra parte de
un argumento creado en nombre de los intereses hegemónicos. Estos intereses han
estado en la ofensiva, dejando claro que son los que llevan el peso de la
realidad, y que las otras interpretaciones no sólo están fuera de lugar sino
que son dañinas. Creo que ésto exige alguna respuesta.
M: Su percepción es que
ésta es una fuerza lo suficientemente poderosa en el mundo académico, quizá
incluso más allá, como para exigir esta especie de contraofensiva.
S: Pienso que todo
tiene su momento. Culture Inc. fue escrito hace tres o cuatro años. Hoy en día
ya no opino igual porque los acontecimientos han demostrado que los argumentos
de los teóricos de la audiencia activa son irrelevantes. Ellos todavía
mantienen sus posiciones de autoridad en los periódicos o en los departamentos
universitarios. Pero ya no es difícil mostrar que su teoría es irrelevante. Deje
que le ponga un ejemplo: la Guerra del Golfo. Es ridículo para cualquiera
hablar de una resistencia contra el poder hegemónico. ¿Dónde estaba la
resistencia contra el poder hegemónico, contra las representaciones unificadas
en todos los órganos de opinión y de creación de imagen, del poder agresor? O
considere la continua crisis económica. Cómo puede uno describirla: ¿de acuerdo
con las funciones del orden económico, o en términos de alguna mala percepción
semántica? Así que yo diría que tenemos que volver a la realidad material.
M: ¿Hacia dónde
evoluciona su trabajo?
S: Siempre vuelvo al
mismo tema: estar afectado por lo que me rodea. Actualmente el tema principal
es la creciente crisis que vive toda la sociedad, una crisis que es más
evidente en el reino de lo económico, pero que también es palpable en el
terreno cultural. Me gustaría examinar cómo nuestros medios de comunicación y
nuestro sistema de información están respondiendo ante la crisis, cómo la están
presentando: ¿son capaces de ofrecer unas directrices útiles y fructíferas?; ¿están
examinando por lo menos cuáles son sus más importantes causas? Más aún: hay que
analizar lo que a mí me parece el desmoronamiento de los apologistas que desde
hace tiempo explicaron cómo nuestra existencia se supone organizada y por qué
somos tan afortunados. Creo que todas estas verdades ideológicas e
institucionales tienen que ser reexaminadas. Deben serlo.
Déjeme que le ponga
un ejemplo de lo que estoy hablando porque si no pareceré un oscurantista. Tomamos
el concepto de prensa libre. Una prensa libre ha estado durante mucho tiempo
relacionada automáticamente con una forma particular de organización y con un
modelo de propiedad. Y sólo esa forma de organización y ese modelo de propiedad,
concretamente el modelo de la propiedad privada, ha sido considerado
exclusivamente como la base de la prensa libre. Pienso que ésto es inadmisible.
No espero que la mayoría de la gente esté de acuerdo conmigo sobre este tema, pero
cada vez más personas lo estarán con el tiempo. ¿Cuándo puede uno hablar de
prensa libre si pensamos en alguien como Maxwell, como Murdoch, como los
Sulzbergers? El punto básico aquí es qué constituye una prensa libre.
LA ECONOMÍA POLÍTICA
DE LA COMUNICACIÓN
M: Volvamos a la
evolución de su carrera. Cuénteme su traslado de Illinois a San Diego.
S: Por entonces yo
estaba más o menos establecido. Era profesor numerario en el momento en que
llegué a Illinois. Mi trabajo había logrado cierto grado de reconocimiento. El
libro Mass Communications se publicó en 1969. Había escrito unos cuantos
artículos que había podido publicar. Tenía una posición estable. Pero surgió el
movimiento contra la guerra del Vietnam. Yo había tomado parte muy activa en el
Comité Ad Hoc de oposición a la guerra. Comenzamos en el año 1965 y éramos tan
sólo un puñado, tal vez siete u ocho. Pero conforme continuaba la guerra, conforme
la intervención se hacía más profunda, conforme la desilusión en la población
crecía, conforme los estudiantes tenían cada vez más miedo a ser reclutados, el
sentimiento antibelicista continuaba creciendo. La Universidad de Illinois
había sido siempre un campus muy conservador. Tenía una larga historia de
hermandades. Comenzamos a presenciar manifestaciones estudiantiles. La Guardia
Nacional fue avisada dos veces en el tiempo en que estuve allí. Casi de forma
continua nos reuníamos y hacíamos manifestaciones de protesta en el campus. Yo
no era el más activo, pero desde luego se me veía como parte del movimiento. Como
profesor, era muy visible. Había otros profesores, por supuesto, pero mi nombre
aparecía en la prensa local, hablando por aquí y por allá. Recibí cartas de
amenaza de las unidades de John Birch. En una nota muy atractiva habían
dibujado un rifle apuntándome a mí. Pero más que eso, mi facultad y mi radio de
acción, en el Departamento de Económicas y en la Escuela de Comercio, con
marketing y contabilidad, no era, como podrá suponer, la vanguardia de estas
manifestaciones. Mi posición se hizo menos agradable, pero no había nada que me
amenazara físicamente. Cuando llegó una propuesta de San Diego en la primavera
de 1970, yo estaba más receptivo de lo que se podría imaginar. El rencor se
había desarrollado como resultado de una división de opiniones sobre la guerra.
La vida no volvería a
ser tan agradable como en el período anterior. Esta fue una de las
consideraciones por las que acepté la oferta.
M: ¿Existen
determinados lugares, institutos, facultades que identifique con este período?
S: Sí. Muchas de esas
cosas comenzaron en relación con un movimiento más importante, no ya un
movimiento académico, sino fuera de la vida académica, en las grandes
extensiones del mundo asiático, africano y latinoamericano reunidas todas ellas
en los movimientos para la creación del Nuevo Orden Económico Internacional y
en el Nuevo Orden Internacional de la Información. Y yo estaba muy comprometido
en el Nuevo Orden Internacional de la Información porque mi libro Mass
Communication and the American Empire sirvió como caldo de cultivo de una gran
cantidad de ideas y de personas que se convirtieron en parte activa de este
movimiento internacional. Y así fui invitado a reuniones y conferencias. En
aquel período ciertos lugares fueron más activos en lo que a mí respecta (por
no decir que eran los únicos lugares): existía una organización en Ciudad de
México, ILET, el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales, que
desempeñó un papel muy activo en la propagación de ideas a través de
Hispanoamérica y yo formé parte de su consejo general. Estuve en Ciudad de
México muchas veces tomando parte en charlas y seminarios. Otra unidad que fue
muy activa en el período inicial de 1973-1977, fue el Departamento de
Periodismo y Medios de Comunicación Social en Tampere, Finlandia. Lo fue por la
presencia de dos jóvenes estudiosos universitarios de comunicación, Kaarle
Nordenstreng, presidente o director del departamento, y Tapio Varis, cuya tésis
era un estudio empírico que partía de mi libro. Varis hizo su trabajo sobre el
flujo de televisión, sobre el flujo de los programas televisivos. Su concepción
básica se derivaba de Mass Communication and the American Empire y su estudio
recibió una enorme atención. Fue el único en aquel momento y durante muchos
años que mostró el tremendo flujo unidireccional de la programación televisiva
de Occidente hacia el resto del mundo.
Todavía puedo citar
otro lugar, no muy a propósito de estas cuestiones, pero que sin duda contaba
con importantes investigadores, que tenían formación y un enfoque particular en
el área de la economía política. Se trataba del Centre for mass communication
research de Leicester bajo la dirección de James Halloran. El había reunido a
un grupo de primera categoría de investigadores que abarcaban un área muy vasta
de investigación, concretamente la investigación en economía política. Los dos
investigadores con los que tuve más contacto allí fueron Graham Murdock y Peter
Golding. Otro investigador muy capacitado que murió a edad temprana fue Philip
Elliot. En los Estados Unidos he de decir que había pocos lugares tan
hospitalarios como aquellos del extranjero. Cuando era invitado en las
universidades americanas, la causa era el gran número de estudiantes
licenciados que habían estudiado mi trabajo y que insitieron a su facultad para
que me invitase. Yo iba y pasábamos buenos ratos, pero se notaba la ausencia de
los cargos rectores de la facultad. Con excepciones, por supuesto, pero así era
como funcionaba y todavía sigue siendo de esta manera.
M: Durante aquel tiempo
George Gerbner estaba estableciendo uno de los centros más importantes para la
investigación de la comunicación social en la Escuela Annenberg de Comunicación.
¿Tuvo usted alguna relación con ello? ¿Algún contacto?
S: Sí, antes de que
George abandonara Illinois, en el año o en los dos años que coincidió allí
conmigo, fuimos muy amigos y me dio pena que se marchara. Cuando se marchó a
Pennsylvania, trató de llevarme con él pero en aquellos días no tenía una
autoridad plena, tenía que tomar decisiones conjuntas, y no había forma de
introducirse en el departamento de economía de la Universidad de Pennsylvania. Pero
me invitaron varias veces a sus seminarios y sigo manteniendo mi amistad con él
a través de los años.
M: ¿Considera que ha
sido un apoyo para usted?
S: Oh, yo diría que
ha sido una persona de mucha valía no sólo para mí, sino para cualquiera que
trataba de hacer un trabajo crítico. George facilitaba el trabajo crítico en
todas las facetas de su cargo, como director de la escuela podía invitar a
gente y ofrecer conferencias sobre temas importantes y en este punto era capaz
de invitar a gente que no habría sido invitada según el modelo académico, es
decir, no contaba sólo con aquellos individuos conocidos, ya valorados. En una
tercera faceta, por ser editor de la publicación Journal of Communication, durante
unos 20 años mantuvo esta revista abierta a una amplia variedad de trabajos, un
logro considerable teniendo en cuenta que eran los años de la Guerra Fría. En
sus páginas podrá encontrar artículos de personas que durante aquellos años no
habrían podido expresar sus ideas. Gerbner, creo yo, era un valioso apoyo para
todos los investigadores que estaban tratando de decir cosas diferentes.
M: Me gustaría pasar
de los temas más institucionales a los más sustantivos. Quisiera que habláramos
durante unos minutos sobre su campo, la economía política de la comunicación, para
pasar luego a una discusión sobre la economía política mundial y sus opiniones.
Usted es identificado como una figura sobresaliente en el desarrollo de la
economía política de la comunicación. Me pregunto si podría esbozar el contorno
general de lo que usted considera un enfoque de economía política y en qué se
diferencia de otros enfoques de la comunicación.
S: El punto de partida
más importante es que prestemos mucha atención, aunque no exclusivamente, a los
factores económicos. Al mismo tiempo, estos factores económicos deben ser
interpretados en una dimensión superior a la estrictamente económica. Uno es
consciente de los pilares básicos de la economía, pero también vemos que la
forma en que se toman las decisiones o los procesos creados sufren el fuerte
impacto procedente de la esfera política de la comunidad o de la sociedad de la
que usted está hablando. Por lo tanto, estamos trabajando constantemente en la
infraestructura o en lo económico, pero estamos viendo cómo todo ésto se
entremezcla o cómo se ve afectado por las consideraciones políticas y, si puedo
dar un paso más allá, las consideraciones políticas podrían ser la vía en que
la sociedad se estructura en términos de su formación de clases. Yo comparto la
creencia de que vivimos en una sociedad de clases.
Existen diferentes
clases; las dominantes y las subordinadas. Estas cosas no son claras y no se
pueden dar pruebas exactas de estas definiciones. Las clases son fuertemente
dependientes de la forma en que se relacionan con la producción en una sociedad,
se produzca lo que se produzca. Estas condiciones afectan por supuesto a la
distribución de los ingresos. Nuestra sociedad posee una diferenciación muy
marcada de los receptores de ingresos en las diferentes clases. Pero en todo
caso, es este carácter de la estructura de clases y el poder que emana de esta
estructura, de arriba abajo y con muchos canales difíciles de reconocer, los
que forman parte de este tema que creo que merece la pena examinar. Cómo
afectan estas relaciones al proceso de la comunicación es enormemente
complicado; así nadie está sugiriendo un modelo simple de clase dominante en el
que se afirme que como ahora tenemos este periódico, debe llevar este titular. Nadie
está haciendo esta afirmación.
Pero no reconocer que
existe una clase dominante basada en su propiedad y en su habilidad para tomar
decisiones fundamentales es perder la capacidad de clasificación. El problema
crucial es cómo los enfoques dominantes se filtran a través de los grupos que
no tienen la misma base de propiedad. Este es el problema, por lo menos en
parte, al que estoy intentando referirme.
RETOS DE LA ECONOMÍA
POLÍTICA
M: Tengo la sensación
de que a lo largo de su carrera, al intentar avanzar en el enfoque político-económico,
al que usted se ha dedicado, la economía política se ha visto sometida a un
reto. Usted mismo se ha enfrentado al desafío en su reciente libro Culture Inc.
¿Cuál es su opinión sobre el estado de los enfoques político-económicos
actualmente? Debo añadir que acabamos de hablar de una nueva generación de
universitarios que se ha introducido en este campo. Pero, de nuevo, en los
estudios culturales ampliamente definidos, se ha producido una reacción contra
el enfoque político-económico. ¿Cuál es su opinión sobre el estado de este
enfoque?
S: En primer lugar, y
considerando este tema en un sentido general, pienso que, si usted es un
economista político crítico, se encontrará en un grupo muy reducido sea cuál
sea su especialidad, la comunicación o cualquier otra. Esto es así porque ha
existido un período de dominación masiva de la ideología y de un poder del
sistema dominante. Después de todo, la oposición ha sido prácticamente
destruida y el reto de un sector socialista se ha visto, por lo menos
temporalmente, eliminado. Como individuo, es raro encontrar un intelectual o
sin serlo, vivir en Norteamérica y tener opiniones que están en contra del
poder dominante. Todo lo que nos rodea va en otra dirección. Cualquiera que
desarrolle una visión crítica se verá en un grupo muy, muy limitado y desusado,
porque todo se dirige de forma represiva e incentivadora en otra dirección. Así
pues, no es sorprendente que la mayoría de la gente se mantenga en una posición
más acomodaticia. Este es el panorama general.
En la comunicación, creo
que es una especie de aberración que algunos de nosotros fuéramos capaces de
llegar adonde llegamos. Existía lo que pudiera llamarse una laguna. Los grandes
iniciadores de los años 30 establecieron todas estas cosas. Entonces, pasando a
los 40 y a los 50, los Lasswells, los Lazarsfelds y los Pools, y las personas
dedicadas a la investigación de la opinión pública —todos aquellos que formaron
parte de los primeros estudios de comunicación, incluyendo la guerra
psicológica o el marketing—, se pasaron fácilmente al anticomunismo. Eran
predominantes y no parecía que hubiese nada de lo que preocuparse. Pero pasado
el tiempo, a finales de los 60, llegamos unos pocos —e inevitablemente la breve
década (política) de los 60 ofreció un apoyo adicional a ésto—, y por fin, se
creó una escuela crítica.
Realmente, no existe
una escuela crítica. Existen unos pocos individuos; no somos una escuela; no
somos tantos; no tenemos base. En los pocos lugares en el país donde dos o tres
de nosotros, por cualquier razón, sin seguir ninguna conspiración, sino por
casualidad, hubiéramos tenido la oportunidad de reunirnos -donde un
departamento podría haber contado con tres personas que hubieran compartido la
noción sobre cómo abordar estas cuestiones- ¿cuánto podría durar algo así? Pues
quizás un año o dos y luego las fuerzas naturales del equipo dominante de las
instituciones comenzaría a funcionar y estas personas serían separadas. No ha
existido un lugar, que yo sepa, que contando con un grupo crítico haya durado
más de cinco años y mucho menos una década. Así pues, todos nosotros
funcionamos sin orden ni concierto, tratando de encontrarnos con nuestros pocos
colegas y amigos y seguir avanzando. No me sorprende que no seamos un grupo más
numeroso. Estoy satisfecho y siento de alguna forma que las cosas están mejor
de lo que había esperado. Es sorprendente nuestra existencia, que estemos aquí,
que tengamos las audiencias que tenemos, el alcance que poseemos. Que la
escuela dominante sea hoy la de los estudios culturales, mientras que en el
pasado era la de los estudios de efectos, no me preocupa demasiado. Con
seguridad el contacto directo con un trabajo de este tipo me hace sentir
incómodo porque siento que está básicamente fuera de lugar.
M: Así pues, ¿piensa
usted que los estudios culturales son herederos de la tradición de los efectos?
S: Sí; pero creo que
hace un año o dos habría estado un poco menos contento de lo que lo estoy hoy
en día. No sé si ahora parezco muy optimista, pero los acontecimientos de estos
meses pasados y el día a día, hacen que lo que merece la pena de la economía
política sea cada vez más importante. Podemos no tener acceso a las
instituciones de la sociedad, y con seguridad no somos el centro de atención, pero
contamos con un factor que es mucho más importante y mucho más influyente. Se
trata de la realidad. Nos encontramos más cerca de la realidad y, por lo tanto,
estamos destinados a tener impacto. A veces la realidad puede ser oscurecida; a
veces no es evidente, pero cada vez lo es más.
M: Observando los
retos de la economía política y ya que hemos hablado de los estudios culturales,
otra cosa que me sorprende, como particularmente poderosa, es la corriente
principal de la política y la economía y su influencia en lo que podría ser
denominado como investigación política. Cuando mira a ese trabajo y se eleva
contra los estudios culturales, ¿cree usted que uno de los dos es más fuerte o
que amenaza más al enfoque crítico?
S: Actualmente, yo
diría que son los análisis políticos. Creo que los estudios culturales están
lejos de poder manejar los tipos de problemas que la gente tiene, que
permanecen más en el área del trabajo de un grupo excluyente y aunque el grupo
excluyente sea numeroso, no deja por éso de ser excluyente. Si este tipo de
cosas llega a publicarse en los periódicos, casi siempre es de forma despectiva.
No estoy apoyando aquí una opinión anti-intelectual de algún periodista de tres
al cuarto. Pero el hecho es que no puede hacer impacto en la gente porque no
trata de sus problemas. Los análisis políticos pueden impactar porque parecen
tratar sobre estas cuestiones. Actualmente están utilizando un marco muy
diferente y rara vez corroboran sus supuestos. ¡Ese es el problema! Conseguimos
políticas que son presentadas con mucho refinamiento y habilidad, normalmente
como estudios que nacen de análisis intelectuales muy cuidadosos. La gente que
hace este trabajo es frecuentemente muy capaz intelectualmente; nadie lo pone
en duda. Pero uno debe mirar hacia los objetivos y hacia los supuestos básicos.
Esto yo diría que es una de las cosas más importantes que la economía política
puede hacer: tomar este tipo de trabajo sobre política y someterlo a una
análisis crítico. En primer lugar, es un buen entrenamiento; le permite a uno desarrollar
sus habilidades para el análisis. También es muy útil porque uno puede abrirse
camino a través de otras explicaciones, interpretaciones y análisis.
M: ¿Podemos volver
entonces a los trabajos centrales sobre economía? ¿Cree usted que existen grandes
amenazas procedentes de lo que parecen ser los insolubles problemas de la
economía? La economía política neoclásica no puede dirigir los problemas de
nuestro tiempo y parece ser que cada vez más gente ha señalado la futilidad de
aplicar soluciones neoclásicas a estos problemas. ¿Qué opina del estado de la
corriente principal de pensamiento en la ciencia económica y política?
S: No tengo en mucha
estima la corriente central de la ciencia política ni de la económica. Creo que
tenemos un recuerdo, si no de fracaso, sí de reticencia, deliberada reticencia
a hacer preguntas. Como ejemplo, en el período de la guerra de Vietnam, ¿dónde
estaban los economistas cuando el gobierno eligió financiar la guerra con la
deuda en lugar de con el pago de impuestos? Los economistas no abrieron la boca,
a pesar de que este tema ha contribuido en gran medida a nuestros actuales
problemas económicos. Allí donde existan intereses de las clases dominantes los
economistas son siempre muy discretos y se muestran muy colaboradores. ¿Dónde
estaban los economistas durante los diez años de la era Reagan? Estaba claro lo
que sucedía; no hacía falta que uno fuera economista para ver lo que se había
hecho con la sociedad. Ahora entendemos que se produjo una transferencia masiva
de riqueza de los niveles bajos y medios a los altos. Se admitió una vez hecho.
¿Dónde estaban los economistas? ¿Cómo podemos tener algún respeto por los
economistas cuando no pueden determinar si estamos o no en una crisis económica?
No pueden determinar si estamos realmente en recesión, si es un paréntesis o
qué. La forma en la que estoy hablando puede sonar poco profesional ya que no
tengo en cuenta toda la complejidad de la situación, pero creo que es una
acusación justa. En cuanto a la ciencia política, mientras discute con gran
detalle los hábitos como electores de los americanos -cada vez más científicos
de la política están estudiando el comportamiento electoral-, el factor
principal en la vida política es que no hay un comportamiento electoral, más
del 50 por ciento de la gente no vota en las elecciones nacionales y el 70 por
ciento no vota en las locales. Discuten el comportamiento electoral; deberían
estar discutiendo por qué no existe comportamiento electoral y por qué el voto
se ha convertido en algo irrelevante, mientras las decisiones de vital
importancia se hacen fuera del proceso político.
TRANSFORMACIONES
MUNDIALES
M: Usted ha
identificado muchos de los errores de la corriente principal de la economía
política y de la ciencia política durante años. Quizá uno de los más
significativos fuera el que tuvo lugar hace cuatro o cinco años: el fracaso de
no haber visto la reestructuración fundamental que había tenido lugar en el
mundo político y en el sistema económico, el declive del mundo comunista, el
desmoronamiento de la Unión Soviética y de la Europa del Este, el surgimiento
del llamado Nuevo Orden Mundial. ¿Podemos volver nuestra atención a estos
desarrollos porque es éste el medio ambiente del que ha hablado usted durante
años? Su atención siempre se ha centrado en el panorama general, en el sistema
mundial de poder. Sería útil para nosotros saber qué opina de ésto. ¿Qué piensa
del declive o del final de la Guerra Fría? ¿Cómo reacciona ante ello?
S: La Guerra Fría ha
sido sencillamente arrinconada. Lo que estamos viendo realmente es que el
principal adversario ha sido destruido. El comunismo soviético ha sido
eliminado y aunque ésto pueda ser considerado como el resultado inevitable de
un sistema que era inherentemente defectuoso, no creo que ésta sea la única
conclusión a la que uno puede llegar. Yo veo muchas cosas que estaban
francamente mal del sistema soviético; pero uno no debe nunca olvidar que ese
sistema ha sido el objetivo de una presión feroz desde su temprana concepción, desde
la revolución al nombramiento de Gorbachov en 1985. Ha existido una
presión continua, una presión que ha hecho parecer como si el sistema mismo
fuera inadecuado, tan estructurado que al final caería en cada uno de sus
errores. No creo que este supuesto esté probado. Lo que sí está probado es que
una sociedad muy pobre, que trata desesperadamente de mejorarse, que adopta
todo tipo de mecanismos, algunos buenos y otros menos buenos, puede fracasar a
través de intervenciones masivas (económicas, culturales, militares). No creo
que tengamos un caso de laboratorio que muestre que el socialismo ha fracasado.
Lo que se intentó, bajo condiciones extremadamente duras y que adicionalmente
se vieron sobrecargadas por una fantástica oposición externa, fracasó. Esto es
todo lo que puede decirse. Yo no me contento con que el capitalismo sea la
única respuesta a las aspiraciones humanas. No siento que el curso de la
historia se haya detenido o que el capitalismo haya solucionado los problemas
de la especie humana. El capitalismo puede ser capaz de crear un equilibrio
para sí mismo que le capacite para avanzar relativamente cómodo durante un
tiempo limitado. Creo que estamos en un período en el que veremos tremendas
convulsiones, convulsiones que ni siquiera imaginamos.
M: Su trabajo nos ha
dado una idea del poder de las sociedades transnacionales y también nos ha dado
idea de que las soluciones son más complejas. Existen problemas fundamentales
basados en el mismo capitalismo que nos indican que nuestro futuro no es seguro.
S: La seguridad es
una palabra muy amplia; es como si usted tuviera que hacer dos tipos de
preguntas y ponerlas sobre una mesa y preguntar cómo serían respondidas en el
futuro. Una es toda la cuestión de los bloques rivales que están contrapuestos.
El desarrollo en bloque va a funcionar por sí mismo de tal forma que veremos al
mundo organizándose en coaliciones, como la europea, aunque no está claro hasta
qué punto incorporará a lo que se llamó la Unión Soviética. Los japoneses, que
pueden incorporar una parte amplia del Pacífico, y los americanos que esperan
incorporar Canadá, Latinoamérica y Centroamérica. Esto es un esbozo, pero
también se nos puede ocurrir cómo interactuarán y no hay nada que le haga a uno
esperar que interactúen de forma amistosa. Uno tiene muchas razones para creer
que cada cual funcionará en su propio beneficio y que en cualquier momento
desarrollarán una actitud belicosa.
Pero sea lo que sea
lo que uno responda, esos tres bloques prescindirán de las masas del género
humano, de la humanidad. ¿Qué se supone que le va a pasar a mil millones de
personas en la India? ¿Qué se supone que les va a pasar a mil millones de
personas en el área que actualmente es China? ¿Qué se supone que le sucederá a
la gente que forma parte o que se supone que forma parte de lo que es el
dominio de Estados Unidos -ahora cerca de 500 millones de personas en
Latinoamérica? ¿Qué se supone que pasa en el mundo? Nosotros sabemos lo que
quieren que suceda los que tienen el poder, Europa quiere mantener fuera a los
demás. En Estados Unidos, incluso aunque estemos hablando casi en la frontera
con México, no está claro lo que va a suceder. Hablar de estabilidad o de hacer
habitable el mundo, cuando más de la mitad o por lo menos el 60 por ciento de
la población mundial se encuentra excluída y las otras categorías están
dedicadas a expandir continuamente su cuota de lo que el mundo tiene que
ofrecer, es una receta explosiva.
¿Cuándo? no se puede
decir. ¿En qué forma? no se puede imaginar. Creo que lo más probable será que
atravesemos períodos de severa represión policial, debida en parte al resultado
de una necesidad sistemática de mantener a los demás a distancia, y en parte al
de las no resueltas desigualdades de clase y de raza. Sea como sea que estos
acontecimientos vayan a suceder, el aspecto general de lo que es el contorno
del desarrollo no ha sido jamás discutido en profundidad. Nosotros tenemos aquí
y en Europa a la mayoría de los pensadores, de los economistas, de los
especialistas políticos, de los políticos. ¿De qué tipo de futuro están
hablando ahora que el socialismo ha desaparecido? Ya sabemos de qué va el
capitalismo; está abiertamente establecido. Va sobre crecimiento, que
Norteamérica siga moviéndose, que Norteamérica siga creciendo. Europa quiere
también crecer más. Y Japón asimismo tiene que crecer. Todos hablan de una
expansión económica sin límites. La razón por la que no tiene límites es que es
lo que el sistema requiere en primer lugar para sus propios procesos de
acumulación. La gente que posee fábricas quiere hacer más dinero. Quiere
expandir sus fábricas porque si no lo hacen alguien llegará y se las comprará. Esta
es la dinámica del capitalismo. Puede producir más productos y puede producir
una forma más eficaz de hacer estos productos, porque se encuentra bajo todas
estas presiones. Existe siempre una continua lucha por la expansión. Estas son
las características del sistema. Cambiarlas significa cambiar el sistema. Más
aún, ahora que el sistema no tiene rival, ¿qué le deja ésto a dos tercios de la
población del mundo? ¿Dónde deja al planeta? ¿Dónde queda la buena Tierra?
COMUNICACIÓN Y
MOVIMIENTOS DEMOCRÁTICOS
M: Hay gente que
opina que la aplicación de la tecnología de la información podría ayudar a
aliviar todo ésto. Los que proponen este enfoque afirman que la gente debería
poner sus esperanzas en microprocesadores más poderosos para construir sistemas
más productivos y más seguros ambientalmente. No parece que usted tenga mucha
esperanza en esta creencia.
S: No he dicho que
ésto sea hipotéticamente imposible, pero las medidas institucionales que
existen actualmente y que no muestran signos de cambio no están preparadas para
hacerlo, no lo harán. Las disposiciones institucionales no están preparadas
para distribuir filantrópicamente los productos de la ingeniería, la innovación
o el consumo en formas que vayan contra las posibilidades básicas de hacer
dinero que actualmente prevalecen. Desde luego uno puede hablar ahora
correctamente con respecto a los microprocesadores, y se puede hacer las mismas
preguntas: ¿Por qué se encuentra Estados Unidos en este desorden cuando nuestro
sistema industrial puede producir todo lo que la gente necesita y hacer así una
importante contribución a las necesidades de las gentes de todo el mundo?
M: Una de las cosas
que ha demostrado su trabajo a través de los años es la enorme flexibilidad del
capitalismo. ¿Qué piensa usted que harán los poderes de cara a esta enorme
contradicción? ¿Veremos la degradación medioambiental y la miseria de mucha más
gente?
S: Primero utilizarán
sus técnicas inmorales ya existentes para tratar de hacer las cosas, para
tratar de llevar a cabo sus objetivos en lugares en los que puedan quedar
impunes. Así por ejemplo, me contaron casualmente la historia de que nuestros
líderes en Washington están firmando acuerdos con las tribus indias de
Norteamérica para colocar los residuos tóxicos y nucleares en las reservas. A
cambio les ofrecen bonificaciones. Si salen o no salen impunes de ésto es por
supuesto otra cuestión.
M: ¿Cuál es el papel
de los medios de comunicación social en todo ésto?
S: Los medios de
comunicación social son los brazos ejecutores del sistema. Los gobernantes son
capaces de confiar en la ayuda de los medios de comunicación. De cuando en
cuando sucede algo y arman un revuelo sobre ésto o lo otro, pero si los medios
practican algo vagamente parecido a la responsabilidad social, se producirá
alarma, cólera y una represalia inmediata en los centros neurálgicos del
sistema. Pero como los medios son una parte del sistema de poder, los
controladores no tienen nada de qué preocuparse.
M: Me gustaría
concluir nuestra conversación con los movimientos sociales que ofrecen alguna
esperanza al mundo para la resistencia democrática contra los poderes
existentes. Usted ha pasado muchos años trabajando en el Nuevo Orden Mundial de
la Información y la Comunicación. Cuando nos asomamos al debate actual y a los
cambios que están teniendo lugar en el mundo, ¿cuáles son sus pensamientos?
S: Dados los tiempos
que corren, la idea original de un nuevo orden internacional de la información
ha quedado totalmente en vía muerta. Como he dicho ya antes, el concepto de
Nuevo Orden Mundial que Bush utiliza es realmente una apropiación del término. No
tiene ningún contenido, si acaso el de la posibilidad de un nuevo orden mundial
en el que podamos intervenir allí donde encontremos evoluciones que no sean de
nuestro gusto, como en Granada, Panamá, Nicaragua, Irak, ahora Libia y quizás
Cuba. Este es el nuevo orden mundial del que Bush habla. El nuevo orden mundial
del que habla Washington hizo una primera aparición en el Golfo, utilizando a
las Naciones Unidas como instrumento de tapadera. Bush y su equipo tuvieron
mucho éxito por una serie de razones, una de las cuales es el total
derrumbamiento de la esfera soviética en la que vemos actualmente la
colaboración de Gorbachov y, por supuesto, el sometimiento de otras naciones. Esto
es lo que esperan. Yo tengo un poco más de esperanza sobre las posibilidades
dentro de Estados Unidos que sobre las posibilidades en otros lugares.
M: ¿Por ejemplo?
S: Estados Unidos es
el país más saturado de información del mundo, la mayor parte de la cual emana
de fuentes industriales, comerciales y militares. Como resultado creo que hay
más gente en Estados Unidos que ha comenzado a reconocer que su flujo de
información está contaminado. Existe un amplio reconocimiento de ésto. Pienso
que hay mucha gente que creció en la década de los 60 que no ha perdido sus
convicciones. Muchos de ellos han estado muy comprometidos en la realidad
básica de la vida formando una familia y trabajando. Esto no quiere decir que
hayan olvidado lo que les inspiró o movilizó hace 20 años. Así pues, hay mucha
gente como ésta ahí fuera. También hay grupos de gente muy preparada en medios
de comunicación alternativos, productores de televisión, de vídeo, de cine y
gente de prensa. Ahora en cualquier parte parecen insignificantes. Parecen un
puñado de gente que tiene contra ellos a toda la parafernalia de los medios y
otros tipos de poder. Pero no son una fuerza totalmente insignificante. Creo
que ha crecido, aunque todavía es muy difícil relacionarlos y situarlos en un
conjunto nacional. En los mismos medios comerciales, en mi propia y limitada
experiencia, en los encuentros que he tenido con gente de los medios
tradicionales, existe un número considerable de periodistas y radiodifusores en
activo que no están contentos pero tienen trabajo. Bajo otras circunstancias
habrían orientado su talento y su experiencia en otra dirección. Así que pienso
que tenemos cierta base en Estados Unidos que no debe ser pasada por alto. Creo
que las condiciones económicas van a provocar más y más preguntas. De forma
creciente la gente buscará alternativas satisfactorias.