“Supóngase que la dirección
central puede distribuir todo lo que se haya producido de una manera justa. Incluso
entonces sigue dándose el hecho de que los productores no disponen de la
maquinaria de la producción. Esta maquinaria no es suya, sino que es usada para
disponer de ellos. La consecuencia inevitable es que aquellos grupos que se
opongan a la dirección existente serán suprimidos por la fuerza. El poder
económico central está en manos de los que, al mismo tiempo, ejercen el poder
político. Cualquier oposición que piense de manera distinta sobre los problemas
políticos y económicos será suprimida mediante cualquier medio posible. Esto
significa que en vez de una asociación de productores libres e iguales, según
lo definido por Marx, hay una prisión como nadie ha visto antes.”
Esta cita, traducción
libre de un texto de hace setenta años, explica que las relaciones de
producción tal como fueron desarrolladas en Rusia después de octubre de 1917, no
tienen nada que ver con lo que Marx y Engels entendían como comunismo. En el
momento en que el folleto arriba citado fue publicado el terror de los años 30
aun no había tenido lugar. Era solamente una profecía. No había ningún
acontecimiento político que hubiera causado esta crítica de la sociedad
soviética; esta crítica se presentó de un análisis económico. En esta base el
estalinismo fue entendido como la expresión política de un sistema económico
que perteneció a una explotación capitalista de Estado, y esto no sólo era
cierto para el caso del estalinismo.
El texto
mencionado era el trabajo de un grupo que autores pertenecieron a una corriente
que surgió en los años posteriores de la primera guerra mundial y alcanzó una
significativa importancia. Esta corriente se caracterizó por una crítica aguda
de la socialdemocracia así como del bolchevismo. Era una corriente que
analizaba cuidadosamente las experiencias diarias de la clase obrera, y así
llegó a nuevas ideas sobre la lucha de clases. La corriente consideró a la
socialdemocracia y al bolchevismo como el “viejo movimiento obrero”; que era
lo contrario a “un nuevo movimiento de los obreros.”
Entre los
primeros representantes de esta corriente se encontraban marxistas alemanes y
holandeses que siempre se habían situado en el ala izquierda de la
socialdemocracia. En el curso de su lucha permanente contra el reformismo a
través de los años profundizaron su crítica de la socialdemocracia. Los más
conocidos de esta corriente fueron dos holandeses, Antón Pannekoek (1872-1960) y
Herman Gorter (1864-1927) y también dos alemanes, Karl Schroder (1884-1950) y
Otto Ruhle (1874-1943). Más adelante el mucho más joven Paul Mattick (1904-1980)
se convirtió en uno de sus teóricos más importantes.
Las ideas de
Pannekoek llamaron la atención poco después de principio del siglo por algunas
reflexiones marxistas sobre la filosofía. Desde 1906 hasta el estallido de la
primera guerra mundial Pannekoek trabajó en Alemania. Primero durante un año
como profesor en la escuela del partido del SPD (Partido SocialDemócrata Alemán),
luego de que lo amenazaran con la expulsión de Alemania, trabajó en Bremen y
escribió artículos para diversos periódicos izquierdistas. Mientras se encontraba
en Bremen, Pannekoek fue testigo de una huelga salvaje muy importante de los
trabajadores del puerto. Esta experiencia influenció sus ideas sobre la lucha
de clases, así como su interpretación del marxismo. Como consecuencia rechazó
desde temprano las teorías bolcheviques sobre la organización, la estrategia y
la política.
Otto Ruhle nunca
se identificó con ninguna corriente del movimiento obrero alemán; sin embargo, él
nunca perdio de vista los intereses generales de la clase obrera. Igual que
Pannekoek, rechazó el bolchevismo en los años 20 y fue uno de los primeros en
sostener que la revolución proletaria era algo totalmente diferente de la
revolución burguesa y por consiguiente requería de formas totalmente diferentes
de organización. Por esta razón rechazó la falacia de que la revolución
proletaria debía ser el asunto de un partido. “La revolución” —dijo— “no es un
asunto de partido; es el asunto político y económico de la totalidad de la
clase proletaria.”
Estas ideas, que
llegarían a ser desarrolladas en detalle, eran características de la corriente
que se conoció como comunismo de consejos. El comunismo de consejos, desde
principios de los años 20 se basó en las experiencias de las revoluciones rusa
y alemana, defendió la democracia de los consejos y rechazó el poder del
partido. Buscó distinguirse del bolchevismo y de los bolcheviques, y aquellos
que reclamaban el nombre de comunistas. Sin embargo en su origen se encontraba
muy alejado de las opiniones que desarrolló más adelante.
2
Al principio el
comunismo de consejos apenas se diferenciaba del leninismo. Ruhle sin embargo
no consideraba a los partidos de la Tercera Internacional como partidos
comunistas. Pocos años después los comunistas de consejos se distinguirían
mucho más claramente del bolchevismo. La llamada Revolución de Octubre acabó
con el zarismo, puso fin a las relaciones feudales y despejó el camino para las
capitalistas.
Los comunistas de
consejos fueron más lejos. Señalaron el hecho de que una economía como la rusa,
basada en el trabajo asalariado, es decir una economía donde la fuerza de
trabajo es una mercancía, no desea nada más que la producción de plusvalor y la
explotación de los trabajadores; no importa si el plusvalor va a los capitalistas
privados o al Estado como el propietario de los medios de producción. Los
comunistas de consejos recordaron que Marx había enseñado que la
nacionalización de los medios de producción no tenía nada que ver con el
socialismo. Los comunistas de consejos señalaron el hecho de que en Rusia, la
producción obedecía a las mismas leyes existentes en el clásico capitalismo
privado. La explotación solamente puede acabar –había dicho Marx– cuando el
trabajo asalariado deja de existir. Los comunistas de consejos explicaron, refiriéndose
a Moscú, lo que el comunismo no era. Las diferencias entre el comunismo de
consejos y el bolchevismo llegaron a ser más claras y completas.
3
Lo que se ha
dicho antes no debe entenderse en el sentido de que el comunismo de consejos es
una crítica especial del estalinismo. Es una crítica del bolchevismo en general.
Los comunistas de consejos no ven al estalinismo como una especie de
“contrarrevolución” que privó a Octubre de sus frutos. Más bien ven al
estalinismo como fruto de esta revolución, que abrió la puerta para el
capitalismo en Rusia. Stalin era el heredero del bolchevismo y de la revolución
bolchevique. El desarrollo de esta teoría fue lento, igual que el desarrollo
social. En su curso los comunistas de consejos modificaron su opinión y su
propia práctica. Inicialmente en Alemania y en Holanda se habían fundado
partidos de comunistas de consejos. Esto contradecía la opinión de algunos como
Ruhle que, según lo indicado previamente, pensaba que los partidos no eran un
asunto de la clase obrera. Ruhle sin embargo, veía a estas organizaciones como
partidos “de un carácter totalmente nuevo, un partido que no era un partido.”
Cuatro años más
tarde en 1924 Ruhle hablaba un lenguaje distinto. “Un partido de carácter
revolucionario en el sentido proletario de la palabra” —dijo— “es un absurdo. Su
carácter revolucionario solamente puede tener un significado burgués y sólo
cuando la cuestión es la transformación del feudalismo en capitalismo.” Él
tenía toda la razón y por esto los así llamados absurdos desaparecieron de la
escena proletaria en el plazo de diez años. Había pocas excepciones y poco
después de la segunda guerra mundial la expresión ya estaba fuera de uso.
Mientras tanto
los comunistas de consejos maduraron. Habían aprendido que la revolución rusa
no era nada más que una revolución burguesa y que la economía rusa no era nada
más que capitalismo de Estado. Tenían una comprensión más clara de las cosas
que estaban maduras para una nueva investigación. Otras cosas no analizadas
antes, ahora aparecían bajo una luz más clara.
El análisis más
importante a este respecto fue terminado por Pannekoek en 1938. Su folleto
sobre la filosofía de Lenin[1] produjo un análisis más profundo del bolchevismo.
Pannekoek señaló el hecho de que el marxismo de Lenin no era más que una
leyenda y que contradecía al verdadero marxismo. Al mismo tiempo explicó la
causa: “En Rusia,” —dijo— “la lucha contra el zarismo se asemejaba en varios
aspectos a la lucha que mucho antes se había dado contra el feudalismo en
Europa. En Rusia la iglesia y la religión apoyaban el poder existente. Por esa
razón la lucha contra la religión fue una necesidad social.” Por esta razón lo
que Lenin consideró como materialismo histórico apenas se distinguió del materialismo
burgués francés del siglo XVIII, un materialismo que, en esa época, fue
utilizado como arma espiritual contra la iglesia y la religión. De la misma
forma, es decir, apuntando a las semejanzas de las relaciones sociales en Rusia
antes de la revolución y de las existentes en la Francia pre-revolucionaria, los
comunistas de consejos señalaron el hecho de que Lenin y los miembros de su
partido demandaron para sí mismos el nombre de jacobinos. Querían decir que su
partido en la revolución burguesa rusa tenía la misma función que los jacobinos
franceses.
Que el
bolchevismo en marzo de 1918, solamente cinco meses después de octubre de 1917,
despojó a los soviets de su ya disminuido poder fue —como dijeron los
comunistas de consejos— una consecuencia lógica de la Revolución de Octubre. Los
soviets no eran compatibles con un sistema que era la superestructura política
de las relaciones productivas del capitalismo de Estado.
Lo que el
movimiento consejista entendía por comunismo era una cosa totalmente distinta
de ese sistema. La dictadura de un partido no encaja con las relaciones
sociales basadas en la abolición del trabajo asalariado y el final de la
explotación de los obreros. Una sociedad en la cual los productores son libres
e iguales no puede ser algo distinto de la democracia de los productores.
Cajo Brendel
(Traducción de Ricardo Fuego)
[1] “Lenin filósofo”. Puede encontrarse en el libro La izquierda comunista germano-holandesa contra Lenin de Ediciones Espartaco Internacional.
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