En la Europa de la posguerra que siguió a la Segunda Guerra Mundial se encuentra el origen de nuevos comportamientos sociales cuyos actores fueron los miembros de una juventud insatisfecha y descontenta con el mundo que les había tocado vivir. Este desasosiego o malestar, como se le quiera llamar, motivaría a miles de jóvenes a reunirse en grupos muy específicos, marginales, y a mantener unas actitudes sociales especiales, siempre acorde con la protesta y la crítica de la sociedad.
Este proceso se inició ya en los años cincuenta (siglo XX) y en ciertos
aspectos se ha prolongado hasta nuestros días. Varios fueron los factores que
se combinaron para dar lugar a la explosión de la juventud occidental, en
Europa y en Estados Unidos.
Entre la Segunda
Guerra Mundial y la Guerra Fría
El primero de los factores a destacar fue la barbarie que representó la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945), que dio lugar a la eclosión de movimientos
pacifistas a los que se habrían de adherir miles de jóvenes, que a lo largo de
los años cincuenta y más adelante manifestarían su repudio por la Guerra Fría y
su rechazó al terror nuclear.
A este factor cupo añadírsele la atracción que sobre la juventud europea
ejerció, también a mediados de los años cincuenta del siglo XX, la corriente
filosófica del existencialismo. Esta corriente,
cuyas figuras centrales fueron el filósofo Jean-Paul Sartre y
el escritor Albert Camus, analizaba el mundo
desde una perspectiva atea y lo entendía como un absurdo, al que Sastre acabó
dándole sentido con un contenido marxista y Camus con uno humanista. En
cualquier caso, sus postulados eran eminentemente antiburgueses y, en
consecuencia, anticapitalistas.
Otro factor importante derivaría de la reconstrucción europea de la
posguerra, posible mediante la ayuda estadounidense concebida en el Plan Marshall. Reconstrucción que, ante el temor al
comunismo, las élites políticas y las fuerzas económicas liberales dominantes
en la época dieron unos contenidos dirigidos hacia una distribución más
equitativa de la riqueza entre las diversas capas sociales. Se practicó una
reconstrucción desde una perspectiva socialdemócrata, reformista, y no desde
posiciones ideológicas netamente liberales. Surgió así el Estado del Bienestar en Europa occidental (excepto
en España, donde la dictadura del general Franco impidió que la población
pudiera beneficiarse de aquella ayuda).
Y surgieron también unas nuevas clases medias en gran medida dominadas
por un nuevo y creciente valor: el consumismo, sustitutivo del valor
tradicional que era el ahorro. Con el paso de los años, el consumismo sería
aborrecido por crecientes capas de la juventud europeo-occidental y
estadounidense, y su rechazó culminaría en los sangrientos episodios habidos en
Estados Unidos y Europa, donde culminaron con el estallido del Mayo de 1968 francés, como se verá más adelante.