Entre gente que venía de diferentes movimientos
sociales se ha planteado la necesidad de "asaltar" las instituciones
para ponerlas al servicio de la mayoría. Se veía claro, que junto a las luchas
en defensa de nuestros derechos, para el 99% el campo electoral también podía
ser un terreno de batalla para gobernar y para recuperar la democracia. Esto no
suponía una elección entre la una o la otra, si no un ampliación de las luchas.
Aún no se sabe si en muchos sitios se cerrarán
acuerdos para construir candidaturas a les elecciones municipale sde mayo y,
por tanto, se hace difícil valorar un proceso inacabado, Pero desde la experiencia personal, sí que podemos sacar
lecciones de estos procesos municipalistas, o más bien sensaciones y
consideraciones de estos meses.
Muchas de las personas que han promovido apuestas
municipalistas ciudadanas de mayorías y de confluencia vienen de experiencias
previas en diversos movimientos y han sido claves en todo este proceso. Pero al
mismo tiempo, estos procesos han permitido la interpelación a una mayoría
social y han permitido la incorporación de no pocas personas para las que es su
primera experiencia política. Una de las claves y la fuerza de estos procesos
reside en que sea la gente la que los lidere y que exista una estructura
organizativa donde se puedan incorporar a trabajar. Y por supuesto, garantizar
que esta estructura organizativa ciudadana seguirá existiendo después de las
elecciones y será la que controle, fiscalice, proponga y decida sobre las
políticas de su ciudad.
Desde el terreno electoral también se puede crear
movimiento. No solo se puede, es una obligación si queremos que estos
experimentos municipalistas permitan cambios sustanciales en la vida de la
gente y en la formas de hacer política desde las instituciones, al mismo tiempo
que se pueden convertir en espacios de ruptura desde abajo que permitan abrir
otros procesos más amplios y que nos lleven hacía un proceso constituyente.
Uno de los retos que estas experiencias deberán
afrontar es el de los dos ritmos, actualmente todas estamos condicionadas por
el que sería el primero de esos ritmos, el electoral. Gran parte de los
esfuerzos están puestos en cerrar la confluencia, la metodología para la
elaboración de las listas y el programa. Este primer ritmo a veces hace que no
se perciba ese segundo ritmo, más a medio-largo plazo, que es el de la construcción
de organización, de pensar cual será la forma de gobernar con la gente, el de
definir los mecanismos en la toma de decisiones y en la gestión de los bienes
comunes.
Y por supuesto está la palabra que hemos puesto de
moda, la confluencia, el cómo se construye este proceso liderado por la
ciudadanía, pero donde los partidos políticos que comparten el relato, los
objetivos y la metodología también se pueden sumar. No está siendo nada fácil
hacer viable un proceso en el que muchas veces los idiomas y los códigos son
tan diferentes entre la gente que viene de los movimientos o que se incorporan
como primera experiencia política, y las lógicas de los partidos. Estas lógicas
totalmente distintas generan tensiones que dificultan los procesos. Trabajar
por objetivos concretos dejando las siglas a un lado es sencillo de decir, pero
bastante más complicado de hacer. Los procesos de confluencia con partidos que
se están cerrando en la mayoría de los procesos municipalistas serán muy
diferentes entre ellos, ya que cada territorio tendrá unas condiciones
determinadas para que pueda ser de una o de otra manera. Allá donde se consiga
que el protagonismo sea ciudadano y que los partidos se pongan al servicio del
proceso, será donde se abrirá un escenario de posibilidad para contribuir con
la revolución democrática, desde el municipalismo.
Deberemos esperar aún un tiempo para poder valorar en
todo su recorrido estas experiencias y ver si se cumple la hipótesis con la
consolidación de un municipalismo dirigido y protagonizado por la gente, que
genere una democracia real en lo más cercano, que son nuestras ciudades y
nuestro barrios, y que no se repliegue en lo local, si no que su carácter de
ruptura "por abajo" con el régimen del 78 permita un verdadero
proceso constituyente, que vaya mucho más allá de la elección de los gobiernos
locales.
Xavi Martínez
Membre de Terrassa en Comú
Publicado en Diagonal, 19 de febrero