Siempre parece lo contrario, pero las
ideas anarquistas mantienen el atractivo y se sitúan en el centro del debate.
Aunque muchos lo quieran dar muerto, el anarquismo ya sea como ideología o como
pauta de comportamiento está presente en muchos espacios.
Sobre la importancia que juega y
puede jugar el anarquismo en al actualidad que nos rodea nos habla Tomás Ibañez
en su nuevo libro, Anarquismo
es movimiento. Este zaragozano nacido en
1944 tiene una amplia trayectoria militante en el movimiento libertario.
Participante desde el periodo de la clandestinidad en la lucha libertaria, es
autor de numerosos textos sobre la actualidad del anarquismo y es integrante de
los equipos de redacción de revistas como Libre Pensamiento o Réfractions dedicadas al pensamiento libertario
¿Qué pretendes aportar con la obra al
pensamiento anarquista?
Mi
propósito no ha sido el de enriquecer el pensamiento anarquista con
aportaciones y formulaciones innovadoras. No lo ha sido porque estoy convencido
que es a partir de las prácticas de lucha contra los actuales dispositivos de
dominación como se puede generar ese tipo de propuestas, y, hoy estoy demasiado
alejado de la cotidianidad de las luchas para poder contribuir a la
construcción colectiva de nuevas aportaciones.
Mi
única pretensión pasa por ofrecer una visión de la situación actual del
anarquismo que ayude a reflexionar tanto sobre el porqué de esa situación, como
sobre las propias características del anarquismo.
Ahora
bien, el libro no tiene una finalidad puramente expositiva y reflexiva, sino
que busca producir efectos prácticos impulsando determinas formas de entender
el anarquismo y de fortalecer su incidencia social. Si, como lo pretendo, el
anarquismo se encuentra en la imposibilidad de no ser cambiante, es obvio que no
hay que obstaculizar su renovación, y si es cierto que se fragua en las luchas
contra la dominación entonces también es obvio que hay que impulsar su
presencia en los diversos escenarios de esas luchas, aunque desborden los
contornos del movimiento anarquista instituido. En este sentido, mi libro
quiere ser una herramienta que sirva para acrecentar la apertura y la
combatividad del anarquismo contemporáneo.
Neoanarquismo y postanarquismo son
dos términos que desarrollas en el libro. Palabras y principios que se enmarcan
en la cultura de la postmodernidad. Aunque hay debates al respecto sobre la
propia postmodernidad ¿qué aporta ésta al anarquismo?
El
término postmodernidad se ha ganado a pulso, todo hay que decirlo, tan pésima
fama que necesitaríamos bastante tiempo para explorar sus diversos
significados, algunos de los cuales, también hay que decirlo, son muy
interesantes. Pero en aras a la brevedad te diría que, con relación al
anarquismo, la posmodernidad aporta, simultáneamente, elementos positivos y negativos,
tanto si la consideramos en su vertiente discursiva, o ideológica, como si la
entendemos en tanto que una nueva época que se está perfilando. Época y
discurso están, por supuesto, íntimamente relacionados, por no decir que son
dos aspectos de una misma realidad.
El
discurso posmoderno le aporta valiosos elementos para cuestionar un conjunto de
creencias acríticamente heredadas de la Ilustración, pero, al mismo tiempo, le
sitúa en la difícil tesitura de tener que diagnosticar y contrarrestar las
implicaciones liberticidas de esa nueva ideología.
Considerándola
ahora no como discurso sino como una nueva época y un nuevo modelo de sociedad
que se encuentra en gestación, me parece que, por una parte, dificulta los
planteamientos anarquistas porque diseña instrumentalizaciones de la libertad
que dificultan su ejercicio, pero, por otra parte, abre al anarquismo nuevos
escenarios de lucha donde intervenir y donde forjar nuevas armas para
contrarrestar sus dispositivos de poder. Es más, el anarquismo puede utilizar
para sus luchas algunas de los instrumentos propios de esa nueva época.
En
tanto que la postmodernidad es la nueva cara que va tomando la dominación, el
anarquismo no puede sino enfrentarse a ella, pero en tanto que la
postmodernidad desmantela las bases legitimadoras de la anterior cara de la
dominación, el anarquismo no puede renunciar a apropiarse los resultados de ese
trabajo de demolición.
¿Hay diferencias entre el anarquismo
clásico, protagonista de importantes luchas por la emancipación social, y el
anarquismo actual? ¿Qué le debe el segundo al primero?
Por
supuesto, hay diferencias y semejanzas, aunque sin duda son muchas más las
semejanzas que las diferencias. Ahora bien, el anarquismo solo tiene relevancia
si está firmemente anclado en las condiciones sociales propias de cada momento
histórico, de cada presente, por así decirlo, y si está profundamente
involucrado en la conflictividad social vigente. No cabe duda que el contexto
social actual ya no es el mismo que el contexto donde hundía sus raíces el
anarquismo clásico, y también es obvio que la conflictividad social ha cambiado
en algunos de sus aspectos. Por lo tanto mal andaría el anarquismo actual si
fuese idéntico al anarquismo clásico, por la sencilla razón que no conseguiría
entroncar con la realidad social del momento presente.
Como
ejemplo de las diferencias que median entre ambas expresiones anarquistas basta
con pensar en las características que revestía la Revolución en el antiguo
imaginario anarquista y a las que presenta en el imaginario actual. La Revolución
ya no es un evento situado en un futuro más o menos lejano, que nos espera al
final del camino recorrido por las luchas, sino que está firmemente anclada en
el presente y se vive como una dimensión que es constitutiva de la propia
acción subversiva.
Como
es lógico, si los dispositivos de dominación van cambiando, también cambian las
formas de lucha, y como son estas las que definen el anarquismo en cada
momento, es obvio que mantener la actualidad del anarquismo implica
necesariamente su constante renovación.
Eso
no implica discontinuidad entre las prácticas anarquistas de ayer y las de hoy.
El anarquismo actual se nutre, sin fetichismos, del legado de experiencias de
lucha y de construcción de realidades alternativas acumulado por el anarquismo
de antaño.
Resurgimiento y renovación son dos
palabras muy utilizadas en tu libro. Sin embargo, en principio, son dos cosas
distintas. ¿A cuál de las dos palabras se ajustaría más el anarquismo
actualmente?
Tienes
razón, son dos cosas distintas, sin embargo lo que argumento en el libro es
que, tratándose de anarquismo, esa distinción se difumina y esas dos cosas
están íntimamente entrelazadas. No hay que olvidar que, como dicen los clásicos
del anarquismo, este se caracteriza por unir indisolublemente “la idea” y “la
acción”, la teoría y la práctica, la idea nace en un contexto de acción y
revierte sobre la acción. Esto significa que, como todas las prácticas están
incardinadas en un contexto sociohistórico, estas van cambiando con los
inevitables cambios de ese contexto y eso hace que la idea también se renueve.
Si el
anarquismo resurge eso implica que se incrementa su presencia en las prácticas
antagonistas y que, consecuentemente con lo que acabo de decir, esa mayor
presencia conlleva un mayor efecto transformador del anarquismo. Obviamente los
tempos del resurgimiento y de la renovación no son milimétricamente
sincrónicos, eso hace que, a mi entender, hoy en día la renovación esté a la
zaga del resurgimiento.
¿Qué hay de anarquismo en los nuevos
movimientos sociales?
Sin
duda alguna, encontramos en esos movimientos un modo de funcionamiento que
evoca muy directamente los principios organizativos del anarquismo. Me refiero
a la horizontalidad, al asamblearismo, al estricto control de la delegación
cuando esta no se puede evitar, etc.
Ahora
bien, todo esto se sitúa sobre un plano puramente formal, y parece más difícil
discernir una relación con el anarquismo en el plano de los contenidos.
Ciertamente, el anarquismo no se reduce a un modo de funcionamiento de los
colectivos, y podemos imaginar hoy unos movimientos totalmente reformistas,
simplemente ciudadanistas, o incluso reaccionarios, que adopten formas de
organización horizontales, y modos de funcionamiento próximos a los que
caracterizan al anarquismo.
Sin
embargo, en algunos de los nuevos movimientos sociales también existen ciertas
semejanzas con el anarquismo que van más allá de los aspectos puramente
formales, y que atañen a los contenidos. Solo mencionaré unos pocos como, por
ejemplo, el recurso a la acción directa, el compromiso con políticas
prefigurativas, es decir, con formas de intervención política cuyos
procedimientos y planteamientos conlleven los fines que pretenden alcanzar,
hipersensibilidad frente a las manifestaciones del poder, suspicacia y rechazo
hacia todas las formas de dirigismo y de autoritarismo, denuncia de las
discriminaciones y de las desigualdades, etc.
A lo largo de libro, en muchas
ocasiones, haces referencia a Mayo del 68. Allí también se empezó a hablar de
“nueva izquierda” y de un resurgir del anarquismo. Sin embargo hubo cosas que
no cuajaron. ¿Crees que en el momento actual, que parece de cambio, el
anarquismo tiene mucho que decir?
Por
supuesto. Hoy el anarquismo tiene mucho que decir porque el continuo desarrollo
y la creciente sofisticación de los dispositivos de poder que proliferan por
todos los ámbitos del tejido social y se insinúan en los intersticios más
diminutos de la vida cotidiana, no solo sitúan la lucha contra el poder en un
primer plano sino que legitiman el discurso anarquista que siempre le concedió
una importancia privilegiada.
También
tiene mucho que decir porque la voluntad de imprimir mayor efectividad a los
movimientos sociales de base y asamblearios que van surgiendo más o menos
espontáneamente por doquier, encarrila esos movimientos hacia unos derroteros
que amenazan con desvirtuar su potencial subversivo. Ahí están Podemos o
Guanyem como posibles ejemplos. Frente a esas derivas, la experiencia histórica
acumulada por las luchas anarquistas articula un discurso, que no se debería
desoír, contra las tentaciones parlamentaristas y contra la participación en
los engranajes del poder político. La toma del poder es el espejismo que
desvirtúa y esteriliza las políticas radicales.
La palabra anarquismo muchas veces ha
sido mal utilizada. Por ejemplo. En EEUU existe el término “libertariano” o el
“Libertarian Party”, que hablan de una desaparición del Estado o un Estado
mínimo pero en términos económicos son ultraliberales. Son lo que se denominan
“anarco-capitalistas”, que no deja de ser una contradicción in terminis. ¿Cómo
afecta esto al anarquismo que siempre ha tenido una base transformadora hacia
el socialismo?
Esto
afecta, seguramente, a determinados sectores del capitalismo que pugnan por
desarrollar planteamientos económicos y políticos ultra liberales, pero no
afecta en lo más mínimo al anarquismo.
No lo
afecta por la sencilla razón que se trata de orientaciones inconmensurables,
pertenecientes a universos políticos totalmente ajenos el uno al otro y sin
ningún punto de contacto. Por supuesto, nadie puede impedir que las palabras
sean secuestradas para servir a propósitos estrambóticos, pero sí se puede
denunciar el carácter estrambótico de esas apropiaciones indebidas y mostrar su
inanidad.
Eso
es bastante fácil cuando se trata del acoplamiento del término “anarco” a una
serie de otros términos, que son a veces antitéticos, tal y como
anarco-capitalismo, anarco-fascismo, u otros del mismo tipo, sin embargo la
presencia de referencias a conceptos que son nucleares para el anarquismo,
tales como anti-estatismo, o exigencia de libertad, parece complicar las cosas,
pero eso no es así porque si los significantes son idénticos los significados
nada tiene en común. Así, por ejemplo, el concepto anarquista de la libertad
vincula de forma inseparable la libertad y la igualdad (libertad entre iguales)
lo cual hace de la libertad un concepto incompatible con cualquier forma de
capitalismo.
En España el movimiento libertario
fue uno de los más dinámicos de la historia. Sus organismos y militantes no
solo articularon movimientos sindicales y políticos sino que crearon una forma
de vida distinta. La llamada “cultura libertaria”. En este momento de agitación
social. ¿Ves posibilidades de crecimiento de un movimiento libertario similar
al de los años 30? ¿En qué puntos consideras que se encuentra el
anarcosindicalismo en la actualidad?
En un
contexto político y social notablemente distinto resulta difícil imaginar cómo
sería un movimiento libertario similar al de los años 30, ahora bien, estoy
convencido que el movimiento libertario puede acercarse a las cuotas de
influencia que conoció en aquellos años (salvo que la evolución de la sociedad
hacia sistemas de dominación cada vez más sofisticados e invasivos, consiga
eliminarlo del todo).
Ahora
bien, es obvio que su fuerza ya no se concentrara en una clase trabajadora
cuyas características distan mucho de las que la definían en los años treinta.
En su forma clásica el anarcosindicalismo tiene en el contexto social actual un
techo relativamente bajo que, sin ser despreciable, no le augura el lugar
hegemónico que ocupo en los años treinta. Por mucho que pueda crecer al calor
de la “crisis”, mi sentimiento es que no progresara mucho más arriba del punto
en el que se sitúa en el momento actual.
Esto
no significa que no sea útil contribuir a su desarrollo, pero atempera las
expectativas de éxito que se puedan albergar. Ahora bien, el anarcosindicalismo
está pugnando actualmente por renovar sus planteamientos en la línea de
expandirse fuera del mundo del trabajo estrictamente definido, y de lograr una
“hibridación” con los movimientos sociales. Si consigue progresar en esa vía
puede alcanzar nuevas cuotas de desarrollo y deparar desagradables sorpresas a
las instituciones que mantienen el orden establecido.